Desde que Gerardo Tata Martino aterrizó en Can Barça, la sombra de la sospecha le ha ido persiguiendo. En primer lugar le persiguió la sospecha de su estilo a la hora de vestir, esas chaquetas eran más propias del siglo pasado que del presente y, posteriormente, tras un partido contra el Rayo Vallecano, se le recriminó el hecho de que al equipo culé nadie le discutía la posesión del balón hasta el citado encuentro. Muchas fueron las voces que se erigieron como adalid del estilo culé, que ya implantó Johan Cruyff de manera continuadamente exitosa, hace más de 20 años. Quizás las mismas voces que, en la temporada pasada, clamaban por un cambio en el monótono estilo de juego culé.

El primer tercio de la temporada pasó de manera apacible para el F.C. Barcelona, a pesar del bajo estado de forma y posterior lesión del mejor jugador del mundo, su puesto de protagonista estelar como líder del equipo fue ocupado por segundas figuras como Alexis, Pedro y Cesc.
Sin embargo, tras el período navideño, y justo coincidiendo con el retorno a los campos del astro argentino, el juego del equipo ha arrojado más luces que sombras. Tras una serie de tropiezos inesperados contra equipos como el Levante, Athletic y Valencia, el sustancial cambio en la alineación culé, introduciendo la variante táctica de jugar con Cesc con cierta anarquía en el campo, a veces ocupando la posición de falso extremo, otras de falso nueve y en ocasiones la de centrocampista, desplazando a Iniesta a su, en absoluto desconocida, posición de extremo izquierdo, posibilitó que se encadenasen una racha de buenos resultados que animaron a la parroquia culé y otorgaron la razón a quien opinaba que había que mantener el estilo de toque y posesión, que había que jugar con los bajitos: Xavi, Iniesta, Messi y Cesc.
Llegó el temido Manchester City y el equipo culé, sin deslumbrar con un juego espectacular, hizo un partido muy serio y dejó la eliminatoria bien encarrillada para pasar a la siguiente fase. Todo eran ilusiones hasta que se toparon con el muro donostiarra.
El pasado sábado Tata Martino sorprendió a propios y extraños con una alineación no exenta de cierta polémica en cuanto al esquema y los hombres elegidos. A una serie de jugadores fijos en cualquier alineación (Valdés, Piqué, Iniesta, Busquets, Messi y Neymar) les sumó otros con carácter de suplente.
Bartra, la mejor promesa como central de la cantera culé, estuvo todo el partido perdido sin saber encontrar el momento en el que recular para proteger el marco culé o salir a evitar el contragolpe de las huestes donostiarras. Adriano, en muchas ocasiones el desatascador del equipo por su facilidad para incorporarse al ataque y sorprender con su disparo, tuvo pundonor y poco más. Montoya, el futuro sucesor de Alves fue un coladero en defensa y poco pudo aportar en ataque.
Song, el “marcado”, demostró que Tata Martino le hizo un flaco favor colocándolo de inicio, se le otorgó el mando de la nave culé y se le pidió proteger las contras del equipo de La Concha, y no supo hacer ni lo uno ni lo otro y, lo que es peor, desplazó a un costado a Busquets, el faro y guía por antonomasia del equipo culé, que no tuvo ninguna influencia en el juego ni ofensivo ni defensivo del equipo. Arriba Alexis volvió a darles la razón a aquellos que piensan que, la ardilla tocopillana, no tiene el nivel suficiente para portar la camiseta blaugrana, sus intermitencias en la contribución del juego, su incapacidad para ejercer influencia en el juego del equipo empiezan a exasperar a la parroquia culé.
Como director de todos el Tata Martino, que a su nefasto planteamiento táctico unió un exceso verbal continuado que le valió la expulsión por parte del trencilla de turno, como siempre más pendiente de lo que pasa fuera que dentro del campo. Lo que le salva al Tata es su honestidad, otros entrenadores se hubieran escudado en que el equipo no siguió las órdenes establecidas en la previa del partido, que jugaron apáticos, que no metieron la pierna, que no hubo intensidad, compromiso ni fe en la remontada… y no se equivocarían.
Pero el bueno de Gerardo entonó el mea culpa, se atribuyó la responsabilidad del planteamiento y de, su cada vez más común, lentitud a la hora de introducir variantes en el juego, ya sea moviendo las fichas del tablero de hierba, o bien cambiándolas con mayor premura. Es cierto Tata, te honra, pero no te exime de culpa. Hay tiempo para todo, para fracasar estrepitosamente o para salir encumbrado como el buen entrenador que se te presupone. Eso sí, no vuelvas a fallar, no la vuelvas a liar… y los jugadores tampoco. Se te exige rapidez y coherencia, no toques aquello que funciona, y a ellos compromiso y esfuerzo para con la camiseta culé. No lo olvidéis.