Todos los días voy a trabajar con el propósito de darlo todo. Ya no es una cuestión personal, sino de profesionalidad y de respeto a quien invierte en mí cada mes a través de un salario. No entiendo una relación laboral de otra manera y en consecuencia actúo.
Sin embargo, no todo el mundo ve la vida de la misma manera. Y en el fútbol estamos teniendo cada vez más casos de jugadores cuyo orden de prioridades es cuando menos discutible. Me llama la atención concretamente los casos de mayor actualidad (una vez que Dembelé parece haber pasado a un segundo plano mediático), Gerard Piqué y Gareth Bale.
En cuanto al catalán, tiene una vertiente polifacética que per se no debe ser criticada. Cada uno hace con su tiempo y dinero lo que le viene en gana. El problema es cuando tu rendimiento en el campo comienza a resentirse mientras vas diciendo por los medios que apenas duermes cuatro horas porque estás organizando un campeonato de tenis. Posteriormente intentó arreglar el desaguisado sosteniendo que se había tratado de un malentendido. El que quiera que le compre el discurso. Yo desde luego no lo haré.

Piqué me parece uno de los mejores centrales que ha tenido el FC Barcelona en su historia y considero que aún tiene años por delante. Esto no es óbice para considerar que o está 100% comprometido o lo mejor es que deje su puesto a quien esté dispuesto a darlo todo. Simple y llanamente.
El caso del otro protagonista es bastante más sangrante que el del central del Barsa. Gareth Bale añade a sus problemas o desinterés por integrarse una personalidad que no ayuda. Llegado al Madrid con el cartel de estrella y con un sueldo a la altura. Golazos decisivos en momentos puntuales no esconden lo que en mi opinión es un claro fracaso de fichaje.

Lesión tras lesión como causa de una falta de profesionalidad junto con un pasotismo pasmoso hacen del galés un hombre atrapado en un mundo, el de futbolista, que no quiere vivir. Abandono del estadio antes del término de los partidos, jugar al golf cuando se está teóricamente lesionado, declaraciones esperpénticas aprovechando cada partido con la selección llenan un palmarés de despropósitos que sonroja a cualquier aficionado con sentido común.
El respeto a quien te paga, algo tan simple y tan en clara decadencia hoy día.