El sábado en La Cartuja sevillana se disputó la final de la Copa del Rey 2023, en la que el Real Madrid se proclamó campeón tras derrotar al CA Osasuna por 2 goles a 1. Fue una final disputada, probablemente más de lo que algunos pensaban dado el claro favoritismo del equipo madrileño. Con intensidad y alternativas, de esas finales entretenidas, no de esos muermos ultracontrolados que a veces resultan los partidos decisivos.
Y no apuntaba precisamente a eso cuando a los dos minutos se adelantaba el Real Madrid. Una arrancada de Vinicius por la izquierda rompía y aculaba la defensa para acabar encontrando a Rodrygo en llegada al segundo palo. Ese menudo atacante brasileño que está creciendo un poco a la sombra de los titulares que acapara Vinicius, pero que tiene muchísimo fútbol en sus botas y una maravillosa forma de leer los partidos en su cabeza. Sin tanto aspaviento como su compatriota, está demostrando que tiene un hueco en este Real Madrid y un futuro como crack mundial.
El Vinisistema siguió funcionando en el Real Madrid como viene siendo habitual en esta campaña. El mediocampo de los Tchouameni, Kroos y Valverde echó mano de su poderío físico para robar y lanzar a Vinicius. También Carvajal y Camavinga (otra vez lateral izquierdo en una cita importante) se mostraron casi insuperables, conscientes de que Osasuna iba a fundamentar sus posibilidades ofensivas en progresar por las bandas con Ez Abde y Rubén Peña para buscar los centros a Budimir. Ancelotti lo tenía claro: robar y transicionar rápidamente hacia Vini. A partir de ahí, sentarse y esperar las diabluras del brasileño.
De hecho, pareció que tenía más claro cómo frenar a su rival el Real Madrid, cuando normalmente es el equipo más pequeño el que suele hacer más por frenar las virtudes de su rival presuntamente superior. Ancelotti se esforzó en que los suyos plantearan sendos dos contra uno para defender los progresos por banda de los osasunistas, mientras que Jagoba Arrasate no organizó un plan para frenar a Vinicius, alfa y omega de las acciones de peligro de los madridistas.
De entrada, el entrenador vizcaíno no pareció haber organizado una defensa ad hoc para frenar esas progresiones por banda izquierda. Soltó a Moncayola en un remake de Solo Ante el Peligro que empezó a parecer que iba a salir muy mal cuando en apenas 20 minutos ya había generado el Real Madrid un gol, alguna otra acción de serio peligro y Moncayola había visto la primera amarilla del partido.
Pero Osasuna ajustó esa vía de agua con las ayudas de Rubén Peña y de Aridane. Vinicius seguiría llevando peligro, porque como dijo luego Moncayola, parece imparable cuando arranca, pero la sensación de coladero desapareció.
Según fue teniendo más complicaciones para progresar libremente, fue saliendo la cara negativa de Vinicius. La de los piscinazos, los gestos de prepotencia hacia los rivales, las protestas desaforadas hacia los árbitros aunque lo que reclame no se sostenga de ninguna manera y la de encararse con los rivales cuando éstos le superan en alguna acción. Difícil ayer sostener la teoría del trato injusto hacia él o de la provocación de los rivales.
Cuando le defendieron mejor, se enfurruñó y decidió pelearse con el mundo. De ese, aproximadamente, último cuarto de hora del primer tiempo, el brasileño salió con una tarjeta amarilla y un montón de enemigos. Eso llevó al Chimy Ávila a decir tras el partido que tenía un corazón negro. No se comporta como un buen compañero. Aunque es cierto que en muchos campos ha sufrido insultos que solo descalifican a quien los pronuncia y que algunos defensas se han cebado con él, la reincidencia en las broncas y la falta de respeto, sobre todo, hacia los árbitros, hacen que el Real Madrid deba plantearse el problema de comportamiento de su aun joven estrella.
A pesar de que la política oficial de comunicación del club y sus palmeros respecto al tema Vinicius vaya en la línea de defenderle a capa y espada y negar cualquier culpa por su parte, la actitud de sus compañeros más veteranos y de su entrenador, que constantemente tratan de frenarle y calmarle, deja claro que son conscientes de que se está equivocando. Ayer Ceballos o Valverde estuvieron muy encima de él, pero sobre todo, desde el banquillo, se vio a Lucas Vázquez pararle y tratar de reconducirle. Una pena, porque esto solo puede empañar el progreso de un jugador único en el mundo. El día que los árbitros abandonen el plus de paciencia que están teniendo con él, le pueden caer las expulsiones en cascada.
En cuanto al juego, en ese último tramo de partido, Osasuna se desperezó. No se deshizo tras el tempranerísimo gol del a la postre campeón, lo cual es meritorio en un equipo que no contaba como favorito. Bien es cierto que tampoco desarboló en ningún momento al Real Madrid. Llegó en algún balón colgado que remató Budimir y tuvo la mejor ocasión en un mano a mano muy escorado de Ez Abde que sacaron entre Courtois y Carvajal, pero siempre pareció que el Real Madrid lo tenía controlado.
También empezó así el segundo tiempo. Osasuna corrigió la posición de Oroz y Torró para que entraran en juego de manera más escalonada y se plantó más minutos con el balón en posesión en campo del Real Madrid. Los de Ancelotti tampoco se sintieron agobiados y asumieron con gusto el nuevo papel que les reservaba el partido. Esperar y atacar con espacios, un menú del día muy del agrado de los madrileños.
El golazo de Torró, cazando un balón suelto en la frontal, poco antes del cuarto de hora del segundo tiempo, llenaba de emoción a la grada rojilla. Pero también de ilusión a un equipo que vio que, plantándose un pasito más adelante, podía hacer daño. Sonó con el gol el despertador del Real Madrid que volvió a activar el arma habitual para tratar de recuperar la ventaja.
Activamos Vinisistema, debió anunciar Ancelotti desde la banda. Nuevamente, balones al dorsal 20, que con Osasuna plantado más arriba tenía espacios para correr. Pradera libre, lo que más puede gustarle. Así las cosas, la ilusión de tener el partido igualado le duró doce minutos a Arrasate. Una arrancada de Vinicius, no encuentra a un Benzema que no tuvo precisamente su día el sábado, un remate de Kroos que toca en un defensa, y el más listo de la clase que la empuja. Rodrygo anotaba el 2-1 con veinte minutos por delante.
En ese tiempo restante, el espejismo de que Osasuna pudiera encerrar en su área a un Real Madrid que se siente a gusto cuando llueve, cuando truena o cuando hace sol. No tuerce el gesto bajo ninguna circunstancia de partido que se le presente. Darwinismo puro. Adaptación al medio.
Aunque los rojillos colgaran balones, siempre daba la impresión de que estaba más cerca la contra que sellara el título para los merengues. En el descuento tuvo la mejor Kike Barja, que encontró la pierna de Carvajal cuando llegaba a un balón que Ávila le sirvió a la frontal del área pequeña.
Pero esto es el Real Madrid. La cabeza alta y la autoconfianza en sus posibilidades por las nubes. Inasequible al desaliento en las finales. Mucho callo en lo de levantar copas. De la del Rey recogieron la vigésima, ante un digno Osasuna que ha necesitado pasar de los 100 años de historia para vivir su segunda final. En esta tampoco pudo ser, y las lágrimas de Jagoba Arrasate dan cuenta de lo interesante que le resultaba esta opción.
Para Osasuna y su técnico queda el pírrico orgullo de haber peleado la final a uno de los clubes más laureados del planeta. Seguramente al número uno en cuanto a importancia de los torneos ganados. Pero eso es algo que solo con el paso de los años aprenderán a valorar. Ahora queda pelear por poder alcanzar la séptima plaza que les ponga en Conference League el próximo curso. Veremos si el desinfle de la derrota en Copa no les hace quedar fuera de esa pelea. El premio de consolación será la presencia en la próxima Supercopa de España, donde podrán optar a otro título.
Para el Real Madrid queda lo más importante del curso. Lo del sábado fue casi rutinario, aunque hacía nueve años que no ganaba este título. Pero el martes hay Champions, territorio Real Madrid. Y ese es el alimento de la bestia. Lo demás son aperitivos. Llega el City en lo que suena a final anticipada. Con solo tres días, por los malditos avatares del calendario, de descanso tras una final. Sin tiempo de celebraciones.
Estamos en las semanas que deciden títulos y reparten notas del fútbol de clubes. Nos toca disfrutarlas como hicimos el sábado con esta bonita final.
Muy de acuerdo en el problema Vinicius,jugadodorazo pero con un carácter inmaduro que le sigue creando problemas que serían mayores si los árbitros tomasen con él la actitud que con otros jugadores,menos permisividad ante sus desairadas protestas y gestos descontrolados y provocativos,aunque es verdad que sus contrarios,sabedores de esta conducta,a veces lo traten de llevar por estos derroteros.En cuanto al partido,y siendo justo vencedor,el Madrid no me deslumbró y habrá que esperar que en su competición fetiche muestre otra credenciales porque de lo contrario el resultado no va a acompañar los deseos de jugar otra final.
0