Vivo en Toledo. Lo digo para ubicar geográfica y moralmente el asunto. Si un chaval quiere jugar al fútbol aquí tiene varias opciones. La más barata para el sufrido bolsillo de los padres es apuntarle al Patronato Deportivo Municipal. Por menos de 100 euros al año el niño tiene asegurada la actividad deportiva de octubre a mayo. Luego tienes otras dos opciones, sensiblemente más caras. Puedes apuntar a tu hijo al Odelot, y ya, si eres lo más de lo más, pata negra toledana o TTV (toledano de toda la vida) puedes apuntarlo a las categorías inferiores del C. D. Toledo.
De un tiempo a esta parte se ha desatado una rivalidad entre estos dos equipos, el Odelot y el Toledo que raya la esquizofrenia. Escuchar a padres de estos equipos durante los partidos que juegan sus hijos te hace sentir vergüenza del ser humano. La temporada pasada, en la Liga Benjamín de Villaluenga de la Sagra, la final del torneo enfrentó a los dos equipos, al Odelot y al Toledo. Vencieron los primeros en un partido épico y si mirabas alrededor, parecía que los chavales habían ganado la Champions League. En esa misma liga, pero en otro partido con otros equipos, oí a un padre llamar «hijo de puta» a un niño de 9 años porque había hecho una entrada muy fuerte a la altura del medio campo.
Este año, he vivido episodios que me abochornan. Algunos afectan a estos dos equipos; otros, al equipo de mi hijo. Pero lo que está claro es que el fútbol infantil se nos está yendo de las manos. Hace algunas semanas, el equipo de mi hijo Nacho jugaba con un Odelot, no recuerdo la letra. O mejor dicho, prefiero no recordarla. Sí recuerdo, en cambio, que era el líder destacado del grupo, con más de 50 goles a favor, y apenas 8 ó 9 goles encajados. El caso es que el partido fue muy igualado.
La primera parte acabó ganando el Odelot 1-0, pero quien estaba jugando mejor, con mucha diferencia era el Patronato (luego explicaré las razones). Yo estaba viendo el partido al lado de «padres» del Odelot, y debo decir que ese grupo, unos cinco o seis adultos, mayoritariamente femeninos, era bastante correcto. En un momento determinado del partido, un jugador del Patronato dio el enésimo empujón descaradísimo a un defensa del Odelot, y esta gente reclamó la falta, a mi modo de ver, de manera educada y aceptable. Para sorpresa mía, el jugador que había hecho la falta, se giró hacía el público y los mandó callar.
Afortunadamente, la gente se tomó el gesto con sentido del humor, y rieron la gracia del chaval, pero nadie le faltó al respeto ni le insultó a raíz de ello. A mi, en cambio, me parece preocupante que un chaval de 11 años sea capaz de hacer ese gesto, y más aún cuando viene de cometer una falta descaradísima… Para colmo de males, conozco al chaval: un chico estupendo, tranquilo, muy educado, saca excelentes notas y para nada te le imaginas haciendo un gesto así. Continuemos.
Cuando estaba a punto de acabar la segunda parte, y el marcador seguía 1-0, un jugador del Odelot falló tres o cuatro ocasiones clarísimas ante el portero, y cuando al fin, consiguió marcar el segundo tanto, se dirigió al guardameta en los siguientes términos: «Jódete, imbécil». El portero aguantó estoicamente lo poco que quedaba de partido -dos o tres minutos- y cuando este acabó, frustrado, se echó a llorar. Uno de los jugadores que fue a consolarle fue el portero del Odelot, que le dijo que no se preocupara, que seguramente el equipo sancionaría a ese jugador y que no le hiciera caso. Es especialmente importante que tengamos presente este detalle. Mi hijo, a la sazón el portero del Patronato, que fue el que salió llorando, me dijo que ese chicho era muy simpático, educado y amable. Insisto, no perdamos la pista al portero del Odelot.
Algunas semanas más tardes, justo el 19 de marzo, se enfrentaba el Odelot contra el Toledo. Por la ventaja que tenían los primeros en la clasificación, el duelo era irrelevante en ese sentido. Pero había en juego más, mucho más. Ya lo creo. Ambos equipos se jugaban el honor, el prestigio, el dominio de la ciudad… El Toledo ganó 3-1, pero seguían segundos en la clasificación. Sin embargo, el final del partido fue alucinante.
Los jugadores del Odelot salieron muy enfadados, insultando a los rivales, y haciéndoles gestos con el dedo. Se oían muchas palabras malsonantes y el ambiente de crispación era evidente, dentro y FUERA del campo. Los del Toledo celebraban la victoria como si hubiesen ganado un Mundial.
En estas, el portero del Odelot, el mismo del que he hablado hace unas líneas, desconozco la razón, se fue directo a por un jugador del Toledo y le cascó un buen puñetazo. El mismo chaval que hace unas semanas consolaba al portero perdedor -cierto, en ese primer partido, ellos habían ganado, y en éste último no- perdió los nervios y agredió injustificadamente a un rival.
El hecho es grave, muy grave, y merece un castigo. Me han contado que el Odelot ha expulsado al chaval del equipo. Me parece que por ahí no van los tiros, pero tampoco tengo toda la información. Si me hubiera dedicado a grabar los comentarios que durante ese partido hicieron ambas aficiones, y ahora pudiera volcarlos a la red, alucinaríamos todos. Incluso ellos, estoy seguro.
Los del Odelot no aceptaron de buen gusto la derrota, incluso hubo padres que mediada la segunda parte se fueron del campo, hartos de la chulería que manejaban algunos padres del Toledo. En ese sentido, como toledano que soy, tengo que decir que la afición de las categorías inferiores del Toledo son, en muchos casos, especialmente insufribles. Su relación con el Odelot es similar a la que tienen los madridistas con los colchoneros, y el resto somos morralla. Son soberbios, prepotentes y orgullosos. No todos, por supuesto -Toni, ¡no lo digo por ti!-, pero sí muchos. Y me temo que los del Odelot entran al trapo. Me temo que les falta la perspectiva. A todos. Sus hijos juegan en el Toledo y el Odelot, no en el Madrid y el Barcelona. Juegan la liga de alevines de Toledo, no la Champions League juvenil.
Que un partido de fútbol de categoría alevín acabe así es para que todos reflexionemos. Pero creo que ir sólo a por el chaval es ignorar el problema. Habría que ver qué había estado oyendo ese chico toda la semana, en los entrenamientos, en casa, durante el mismo partido. Claro que hay que sancionarle, pero con 10 u 11 años, me cuesta creer que un chaval que parece buena persona pierda los papeles de esa manera. Los pierde porque los mayores que le rodean le comen la cabeza de tal forma que al final no te queda más remedio que hacer esas barbaridades para estar a la altura de las circunstancias, para cumplir con las expectativas creadas.
La reflexión tendrían que hacerla todas las partes implicadas. Desde el Toledo, estaría bien que inculcaran a los padres que dejen aparcada la altanería y se dedicaran a apoyar a sus hijos sin desmerecer al contrario, que mostraran respeto por todos los rivales, sea cual sea su nivel, y se dejaran de hacer estúpidas extrapolaciones.
Tampoco estaría de más que muchos asumieran que sus hijos están jugando en ese equipo porque ellos PAGAN religiosamente su cuota, no porque sean el futuro Messi o CR7. A los directivos del Odelot, les pido que vayan más allá del hecho puntual de esa agresión, que la castiguen como corresponde, pero el foco no deben ponerlo exclusivamente ahí. Háganse mirar a algunos entrenadores que tienen que vocean a los chavales como si les fuera la vida en ello, les faltan al respeto a sus propios jugadores o les castiga porque no saben llevar a la práctica una jugada ensayada. Y deberían hablar con esos padres que inculcan a sus hijos una competitividad extrema. De esos hay en todas partes.
Pero no solamente hacen las cosas mal en el C.D. Toledo o en el Odelot. En el Patronato, que al ser un equipo municipal, presumen de educar a los niños y enseñarlos valores humanos y deportivos, he detectado prácticas que poco tienen que ver con ese juego limpio que pregonamos. Por ejemplo, alineaciones indebidas. Coger a un jugador del equipo A ó C y hacerle jugar con el B ó D, según interese -siempre, eso sí, respetando las edades: no somos tan deshonestos, alevines con alevines-. Como llevan -llevamos- haciendo esto toda la liga, nos han pillado al final con el carrito del helado, y un partido que ganamos 3-0 con esta ayuda suplementaria, acabó en el Comité de Disciplina, que nos dio el encuentro por bien perdido por 0-3. Aclarar que gracias a estas peculiares convocatorias conseguimos hacer frente a los líderes en el partido del «jódete, imbécil».
Pues que quieren que les diga. Esto a mi me parece fatal, me parece una falta de deportividad enorme, y me sorprende encontrarme con que no solo el entrenador defiende la práctica, sino que los mismos padres la aplauden. ¿Nos gustaría que nos hicieran esto a nosotros? El futbol tiene unas reglas y hay que cumplirlas. Si cuando se hacen los equipos al principio de temporada se te va la mano y uno queda muy débil y toca que un día le metan 20 goles, pues mala suerte, qué le vamos a hacer. Pero esto de «hoy, que venga fulanito o zutanito» no es de recibo.
La realidad es que detrás de todas estas acciones MUY CENSURABLES se encuentran los adultos: los jugadores profesionales, que no son conscientes del efecto que tienen en los niños cualquier cosa que hacen en un campo de fútbol y ante las cámaras de televisión; los entrenadores que quieren ganar competiciones ridículas como si les fuera la vida en ello y hacen lo que sea necesario; los padres, que creen que sus hijos son estrellas de fútbol y como tal deben ser tratados; los propios clubes, que de alguna forma, alimentan y mantienen estos excesos… Y los niños, al fin y al cabo, son las víctimas. Ellos hacen lo que ven. Lo que les decimos. No quieren decepcionarnos…
Por eso lo tengo claro. El problema no son los niños. El problema somos nosotros.
P.D.: Esta semana he visto las imágenes de un torneo infantil. La final enfrentó, como no, a Real Madrid y Barcelona. Ganaron los culés. Y las imágenes, preciosas, mostraban a los chavales blaugranas consolando a los madridistas, perdedores en ese duelo. ¡¡¡Bravo por ellos y por quien promueve esos valores!!!
