No creo en conspiraciones, básicamente porque si lo hiciera no solo no escribiría más sobre fútbol sino que dejaría de interesarme por él. ¿Qué sentido tiene seguir un deporte siendo consciente de que está amañado? Es como ir a votar sabiendo que va a haber un pucherazo.
No creo que haya una campaña para que el Real Madrid gane este año, o que anteriormente la hubiera para que el F.C.Barcelona hiciera lo propio. Por ello no me gustan las declaraciones que cualquier jugador (esta semana ha sido Piqué) entrenador o presidente realice ya sea claramente o siquiera insinuando que este deporte es una estafa. No me gusta porque detrás de este argumento se intenta tapar principalmente dos cuestiones, una individual y otra general.
El problema individual detrás de una queja arbitral puede ser, o bien que el jugador que «raja» está casualmente pasando por un momento de rendimiento dudoso, que puntualmente en ese partido no ha estado especialmente brillante o que su equipo se escuda en el árbitro para justificar un juego mediocre.
El general, y a mi entender más importante, es que criticando a un árbitro diciendo que perjudica a su equipo o favorece a otro, se obvia que el problema de nuestra autodenominada «Liga de las estrellas» es que tiene un abismo entre el nivel de sus jugadores y el de sus colegiados. Los árbitros de Primera División, en mi opinión, no hacen justicia al campeonato. De nada sirve que Tebas luche por vender las virtudes de LaLiga por medio mundo sosteniendo que no hay competición nacional equiparable, mientras probablemente la figura más importante dentro del terreno de juego, el encargado de impartir justicia, sea un auténtico despropósito.
Soluciones se me ocurren varias, desde la introducción de tecnología, el aumento de la dificultad en los exámenes para ser colegiado, mejoras salariales para atraer a más gente o incluso una simplificación del reglamento que a veces se convierte en el peor enemigo del árbitro. No tengo la fórmula mágica, no me pagan para ello, pero lo que tengo claro es que LaLiga nunca será la mejor del mundo mientras un resultado dependa del día que tenga el señor vestido de amarillo.