Hoy que se cumplen cuatro años de la muerte de Gabriel García Márquez, he de confesar que tengo una deuda pendiente con el gran escritor colombiano: leer Cien años de soledad. He leído varias novelas suyas, pero no su obra culmen. Más temprano que tarde lo haré y cumpliré con Aureliano Buendía y toda su familia y descubriré Macondo.
¿Y qué tendrá que ver esto con el fútbol? Pues lo explico. Buscando una efeméride importante del día de hoy sobre la que escribir no encontré ninguna que me gustara. Entonces vi que un 17 de abril murió García Márquez y busqué en don Google alguna relación entre el Gabo y el balompié. Y encontré una serie de frases, gustándome especialmente la que hizo en Balón Gráfico Deportivo (febrero de 1991) sobre René Higuita:
Higuita es un caso muy colombiano. Los colombianos somos capaces de hacer cualquier cosa, pero siempre con un grano de locura. Eso es muy latinoamericano también. Higuita es un gran portero, pero hay que saber, aparte de eso, que es también jugador de béisbol; entonces le gusta correr y cuando la bola no llega a la portería, pues quiere salirse a jugar, porque se aburre. Eso nos ha pasado a todos cuando niños, si nos aburríamos en la portería, pues no resistíamos el salir a buscar la pelota”.
Gabriel García Márquez
Mis primeros recuerdos completos de un Mundial de fútbol son de 1990. En Italia se dio a conocer mundialmente el portero colombiano. Sus salidas del área jugando la pelota con los pies causaron furor, llamando notablemente la atención de todos los aficionados y medios de comunicación. Fue un acontecimiento viral. Terminó de mala manera, porque un error de Higuita en la prórroga de los Octavos de Final frente a Camerún acabó con el sueño colombiano en ese campeonato.

El portero de Medellín coincidió con Valderrama y Lozano en el Real Valladolid de Francisco Maturana en la temporada 1991/1992, participando solamente en 15 partidos de Liga y abandonando la entidad pucelana en el mercado invernal. Con la selección colombiana disputó 68 partidos internacionales y alargó su actividad bajo los palos (y lejos de ellos) hasta 2009.
Sus excentricidades fueron más allá de los terrenos de juego: era amigo del célebre narcotraficante Pablo Escobar y acabó siendo encarcelado durante un tiempo por su implicación en un secuestro en 1993. En los años finales de su carrera deportiva, fue suspendido durante seis meses al dar positivo por cocaína en un control antidoping. En la actualidad es el entrenador de porteros del Atlético Nacional de Medellín.