Esta semana ha tenido lugar el desenlace del primer turno de la ronda de octavos de final de la máxima competición continental, la UEFA Champions League. De entre todos los análisis y conclusiones que se pueden extraer, el que suscribe el presente artículo se queda con un dato de todo punto revelador: es la primera edición de la Champions desde la temporada 2004/05 que no contará con el concurso en cuartos de final ni de Leo Messi ni de Cristiano Ronaldo.
Messi-Cristiano: una rivalidad para la Historia
Son estos dos jugadores los que han dominado la escena futbolística europea -y por extensión mundial- durante estos últimos tres lustros. Muy especialmente la década pasada fue de manera clara el decenio de la rivalidad por la hegemonía de estos dos jugadores. Y estamos contemplando el final de esta época, ya que a ambos, por motivos naturales de edad, les está llegando su final deportivo, con el consiguiente y lógico declive progresivo en el rendimiento de cada uno de ellos.
Para unos, entre los que me hallo, no cabe duda de que ha sido Messi el indiscutible número uno mundial durante este tiempo. Para otros, la aplastante personalidad, capacidad atlética, compromiso y voracidad goleadora del portugués le han hecho ser el mejor jugador del planeta. El debate ha estado ahí durante todos estos años, muchas veces incluso encarnizado entre partidarios de uno y otro, pero no se puede negar que esa división en bandos ha engrandecido aún más esta sana rivalidad deportiva, que no personal.
Y como prueba de la tiranía que ambos futbolistas han ejercido en el Viejo Continente, baste reseñar un dato. Durante estos dieciséis años que median entre la 2004/05 hasta la presente 2020/21, el argentino ha alzado cuatro Copas de Europa, todas ellas con el F.C. Barcelona. Y por su parte, el luso ha conquistado cinco entorchados, uno de ellos en las filas del Manchester United y cuatro con el Real Madrid. Por tanto, suman entre los dos nueve títulos de dieciséis posibles, más de la mitad de las ediciones que hubo en disputa.

Y es que no cabe duda alguna de que la historiografía del fútbol venidera estudiará esta época como la de Messi y Cristiano. Y que los aficionados al fútbol de dentro de varias décadas contemplarán esta rivalidad y a ambos jugadores con una mezcla de admiración y envidia por no haber sido coetáneos suyos y no haber podido disfrutar en vivo de este espectáculo. Supongo que con la misma admiración y fascinación que los aficionados de hoy leemos sobre episodios épicos e históricos del fútbol como el Maracanazo, Di Stéfano, la Hungría de los 50 o la Brasil del 70. Con una clara ventaja para ellos: contarán con innumerables testimonios videográficos, infinitos más que con los que contamos los aficionados de hoy sobre equipos, jugadores y eventos pasados como los que acabo de citar.
En esta encrucijada del final de sus carreras se encuentran el rosarino y el de Funchal. Este segundo ya optó hace tres temporadas por desligarse del Real Madrid y emprender la aventura italiana en la Juventus, que lo contrató para un único fin: alzar la Copa de Europa, obsesión de la Vecchia Signora. Un grande de Europa que sin embargo tiene el enorme trauma de ser el conjunto con más finales perdidas en el máximo torneo continental. Eso pesa y mucho. Y Cristiano Ronaldo acumula tres fiascos seguidos en Europa con el elenco bianconero.
Y es que fuera del Real Madrid -y del Barcelona- hace muchísimo frío. Son los dos equipos más grandes del mundo y todo lo que sea salir de ellos significa bajar un escalón, por mucho que coyuntural y puntualmente existan en momentos determinados equipos más pujantes o en mejor dinámica. Todo lo que sea abandonar el Real Madrid o el Barcelona te hace estar algo más fuera del escaparate y de los focos mediáticos, así como más lejos del éxito deportivo, incluída la Champions.
Puede que Leo Messi tome nota de ello ahora que debe decidir su futuro. Si opta por dejar Barcelona, allá donde vaya será a un coloso del fútbol europeo. Y por supuesto no van a pagarle treinta o cuarenta millones de euros para que se pasee sobre el verde o para pequeñas pinceladas de su calidad, sino que la exigencia y la presión van a ser máximas. Es decir, sobre sus espaldas recaerá la obligación de guiar a su posible nuevo equipo a conquistar la Champions League.

Y Messi, si bien sigue siendo un jugador superlativo, ya está lejos de su mejor versión. Él tendrá que decidir si se arriesga a poner en juego su inmaculado prestigio emprendiendo una incierta aventura en otro equipo donde tiene que justificar la apuesta por él y demostrar su valía; o si permanece en el Barça, donde ya es un dios y nadie le va a exigir que demuestre nada. Básicamente porque ya lo ha demostrado todo y lo sigue haciendo temporada tras temporada, partido tras partido.
Como hemos dicho, la exigencia y la presión, en caso de cambiar de aires, serán altísimas. Sea como fuere, si busca nuevos y exigentes retos, no tiene por qué hacerlo fuera del club azulgrana: ¿qué mejor reto que liderar durante sus últimos años en la élite a un renovado Barça y hacerlo resurgir de sus cenizas?
A la cuestión económica no le doy mucha importancia. No creo que al de Rosario a estas alturas de su carrera le mueva el dinero ni que unos millones de euros más o menos vayan a ser determinantes en su decisión de a quién consagrar sus últimos años de fútbol.
Mbappé y Haaland: nuevos cracks para una nueva hegemonía
Y mientras asistimos al declive de Messi y Cristiano, lo hacemos igualmente al fulgurante ascenso de dos figuras emergentes que parece van a tomar el relevo del argentino y el luso en la hegemonía mundial futbolística: Kylian Mbappé y Erling Haaland. El francés y el noruego son ya más que dos prometedores futbolistas. Pese a sus cortas edades, son dos realidades, dos súper estrellas del fútbol. Vienen de decidir esta semana sus respectivos cruces de octavos.
Tanto el uno como el otro han sido más que determinantes para que sus equipos superaran sus respectivas eliminatorias. Han anotado ambos cuatro goles entre los partidos de ida y de vuelta.
Mi apuesta personal es por el noruego. En mi modesta opinión, es el elegido para erigirse como mejor futbolista del mundo en un breve lapso de tiempo. Su sola presencia intimida a las defensas rivales, tiene una potencia descomunal, es rápido pese a su corpulencia y atesora una técnica más exquisita de lo que parece: cuando encañona con su pierna, no lo hace a bocajarro, sino apuntando. Y casi siempre muy lejos del alcance de los porteros. Baja incluso a recibir a tres cuartos o a mediocampo. Lanza contragolpes que luego él mismo culmina y cuando la situación así lo requiere, se pone el mono de trabajo para achicar balones en área propia, como se vio en los compases finales del partido de vuelta de octavos de final entre el Borussia Dortmund y el Sevilla. Es el futbolista total.

Todo hace predecir que son los sucesores de Messi y Cristiano y que van a labrar una rivalidad que se antoja apasionante. Aunque para llegar al nivel de la que protagonizaron el diez y el siete, deberían coincidir en el mismo campeonato liguero. No obstante, a casi nadie se le escapa que la década presente apunta a ser la de Mbappé y Haaland. ¿Estaremos asistiendo al alumbramiento de un nuevo e histórico duelo por la hegemonía futbolística?
Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que Mbappé y Haaland se han ganado por derecho propio ser la élite del nuevo orden mundial.
Muy de acuerdo con el articulista,y ojalá estas nuevas estrellas las podamos disfrutar y sufrir (según cual sea el equipo de nuestros amores) en la Liga,ojalá.
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