Como ya pude analizar hace unas semanas en este mismo blog, el fútbol europeo está deparando pocas sorpresas en el ecuador de las grandes ligas. Bayern de Munich, Manchester City, Juventus o lo más cercano, el Real Madrid son los equipos que lideran los torneos domésticos de las grandes competiciones en el viejo continente. Y es que aunque la pandemia y sus consecuencias económicas hayan provocado estragos en algunos clubes históricos, como el F.C. Barcelona, el statu quo parece perpetuarse en este fútbol moderno.
Sin embargo, hay un rincón en Europa donde parece estar rompiéndose el establishment balompédico. Hablamos de Bélgica y su Jupiler Pro League. Allí se está dando la mayor sorpresa de esta 2021-22. Una hazaña que acapara portadas en todo el orbe futbolístico y que tiene un protagonista la Royale Union Saint-Gilloise. Un equipo que está aprovechando a las mil maravillas el bajón de los históricos Anderlecht y Standard de Lieja. Un club recién ascendido cuyo glorioso pasado es conocido por pocos.
Cuando dominaba Bélgica
El vintage escudo de la RUSG, en Bélgica no son muy dados afortunadamente a los cambios de emblema, ya denota el poso con el que cuenta un club que celebrará este año su 125⁰ aniversario. Una trayectoria cuyo máximo esplendor se sitúa en sus primeras décadas. En concreto, la II Guerra Mundial es la que marca un punto de inflexión en una institución que antes del conflicto era la referencia en el fútbol belga. Algo que atestiguan sus once títulos ligueros, sumados a los ocho subcampeonatos y dos copas nacionales.
Tal era el poderío del conjunto auriazul que entre enero de 1933 y febrero de 1935 llega a encadenar una racha brutal de 60 partidos sin perder. 44 victorias y 16 empates constituyeron una hazaña nunca igualada en la primera división belga y que les valió el sobrenombre popular de Union 60. A partir de ahí la oscuridad se cernió sobre los apaches en un declive que les llevó a deambular entre las segunda y tercera categorías y que sólo contó con un oasis, el del brillante paso por la Copa de Ferias de 1958-60.
Un equipo de barrio
La RUSG toma su nombre del barrio que la vió nacer, Saint-Gilles, al sur de Bruselas. Un enclave que, técnicamente, cuenta con entidad propia (commune) aunque se encuentre anexo a la capital europea. De hecho, la mítica Gare du Midi, conocida por ser enlace del TGV y el Eurostar se encuentra entre los límites de esta ciudad dormitorio cada vez más golpeada por la gentrificación. Poco queda ya de la inmigración española que destacaba entre sus calles, en un núcleo poblacional marcado por la multiculturalidad que caracteriza a Bruselas.

Aunque el terreno del estadio de la Union, el Joseph Marien, se encuentra, en pleno parque Duden, enclavado entre los límites del vecino municipio de Forest, lo cual es motivo de disputas entre ambos ayuntamientos. Un terreno de juego que ostenta el honor de albergar el primer partido de nuestra selección española, cuando era conocido como La Butte, en el trascurso de los Juegos Olímpicos de Amberes. En concreto un 1-0 ante Dinamarca con gol de Patricio. Un campo de fútbol histórico, modesto, que se encuentra a escasos 4,5 kilómetros del feudo del Anderlecht, el Constant Vanden Stock.
Brighton connection
En el fútbol actual es casi imposible que un proyecto de cierta envergadura, como reflotar al histórico Saint-Gilloise, se base únicamente en buenas intenciones. Y el músculo financiero que requerían los belgas llegó desde Reino Unido, concretamente desde Brighton. Porque en 2018, el jugador profesional de poker Tony Bloom se hizo con la Union. Se trataba así de la segunda inversión futbolística de un empresario que parece jugar siempre buenas manos. No en vano, ha devuelto a los seagulls, el equipo de su ciudad, al panorama Premier 34 años después.
La idea de Bloom era clara: replicar lo conseguido con el Albion en otro club histórico. Para ello, al igual que hizo en Brighton, una de las primeras medidas llevadas a cabo fue remodelar el Joseph Marien. Paralelamente, y ahí es donde denota inteligencia el tahúr, delegó la gestión tanto deportiva como económica en conocedores de la materia, alejándose así del cliché de propietario absolutista que tanto daño ha hecho en algunas instituciones. El resultado es otra resurrección de equipo con solera, aunque éste lejos de sus dominios.
Una dupla de élite
La plantilla que dirige Felice Mazzu, una leyenda en su Charleroi y sucesor en el cargo del español Thomas Christiansen, es una auténtica torre de Babel. En su once habitual figura un portero de Luxemburgo, el capitán es de Malta, hay daneses, franceses… hasta un jugador del exótico Madagascar. Pero en el sólido 1-3-5-2, el más goleador y menos goleado de la liga, que suele desplegar el técnico de origen italiano destaca el binomio atacante. Una pareja que será difícil mantener en Parc Duden tras este gran curso.

Y es que media Europa habla del alemán Deniz Undav y del belga, el único local titularísimo, Dante Vanzeir. El primero, un delantero que destaca por su movilidad y su inteligencia, fue fichado de la tercera alemana cuando compaginaba el fútbol con un trabajo de ocho horas en una fábrica. 18 goles y 9 asistencias lleva el alemán, que ahora vale 5 kilos y sueña ya con jugar la Bundesliga. Por su parte, Vanzeir, es el niño bueno que empieza a cumplir con lo que prometía en el fútbol base. Un segundo delantero o extremo rápido y vertical que ya ha sido convocado por la absoluta de Martínez.
Con 22 jornadas de la liga regular ya disputadas y siete puntos de distancia con su inmediato perseguidor, el Brujas, podemos confirmar que la Royale Union Saint-Gilloise es la gran sorpresa del fútbol europeo. Aún tendrá que encarar un duro play-off para rematar su gran año con el título liguero. No osbtante, mucho se tienen que torcer las cosas para que no veamos el curso que viene a la Union 60 en la Champions League.
Siempre es bonito el resurgir de clubes históricos y más si se trata de equipos modestos cuyas mayores hazañas se consiguieron cuando el mundo del fútbol tenía un halo de romanticismo y en el que el dinero jugaba un papel secundario.
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