Por primera vez en su historia, el Manchester City se proclamó el pasado sábado campeón de la UEFA Champions League. Para ello, el claro favorito tuvo que sudar más de lo previsto para derrotar por 1-0 a un más que honroso Inter de Milán. Solo el gol de Rodrigo fue capaz de doblegar a los de Simone Inzaghi, que, pese a la consabida tristeza del derrotado en este tipo de finales, podrá lucir con orgullo haber alcanzado esta cita dejando atrás a equipos que en principio parecían más potentes.
El partido fue diferente a lo que esperábamos. Un Inter valiente en la presión, alta, desvergonzada, con anticipaciones a los puntas ingleses, sobre todo a Haaland, cuando se buscaba un pase largo. Bien Acerbi, ese central de garantías, en la pelea con el noruego.
Fue un partido de pocas ocasiones. El Inter incomodaba cada centímetro del juego citizen, pero dado el esfuerzo, también le costaba progresar cuando recuperaba. Se trataba sobre todo de buscar en largo a la pareja formada por Dzeko y Lautaro, para que aguantaran hasta que llegara el apoyo de los medios. Si acaso, alguna progresión por banda, sobre todo de Dimarco, un joven lateral con mucho futuro. No tanto de Dumfries, que suele brillar más en las grandes citas.
Apenas vimos al City de Guardiola que todos tenemos en mente. No fue un equipo de gran manejo del balón ni de los espacios, ni un equipo que recuperara pronto cuando perdía la posesión. Pero sí fue un equipo con cierto oficio para no verse superado por las circunstancias. En general fue un partido de mucho control y poco riesgo por parte de ambos equipos.
Con la salida de De Bruyne por lesión mediada la primera mitad. Con Grealish y Bernardo bastante bien controlados. Los caminos que dan acceso a Haaland parecían bien cerrados. No obstante, tuvo la mejor opción del City en el primer tiempo, con un disparo duro que Onana desbarató sin mucho problema.
No variaba mucho el guión de la segunda parte. De hecho, la mejor ocasión de los primeros veinte minutos vino de un mano a mano muy escorado de Lautaro, que robó un balón por una indecisión entre Akanji y Ederson. Finalmente, al encontrarse en mala posición, se topó con el cuerpo del brasileño.
Hasta mediada la segunda mitad, lo más interesante en el City era la posición de John Stones. El otrora central, que ya esta temporada venía ayudando a Rodri en la zona de creación, partió en la final desde una posición teórica de lateral derecho para incrustarse en la medular y romper líneas hacia delante con conducciones que parecían impropias de sus cualidades.
Pero no fue una ruptura suya, sino de Akanji, la que encontró a Bernardo en esa posición intermedia entre lateral y central en la que tanto les gusta percutir a los equipos de Guardiola. El pase de la muerte del portugués salió rechazado a la frontal, donde un Rodri que no estaba muy orgulloso de su desempeño en el partido, encontró el hueco entre el poste y los defensas para meterse en la historia de la Champions y de su club. Un buen gol de Rodri con el que culminaba una extraordinaria Champions, reconocida por UEFA al nombrarle mejor jugador de esta edición del torneo. Todo ello, a pesar de ser probablemente el jugador que más sufrió en la final por el planteamiento inteligente y solidario del Inter.
Con la salida de Lukaku y la necesidad de empatar en los 22 minutos que quedaban por delante, el Inter empezó a buscar un área del City en la que los ingleses no se mostraban especialmente rotundos. Así, el delantero belga suponía un quebradero de cabeza, aunque en el minuto 71 se convirtiera en aliado involuntario. El siempre valiente Dimarco cazaba un balón de cabeza que mandaba al larguero y también cazaba de cabeza su rechace, que con Ederson en el suelo, enviaba contra el cuerpo de Lukaku.
En el minuto 77, Foden tuvo en sus pies sentenciar la final. Recibió y se giró rápidamente en tres cuartos de cancha, encaró el hueco que se abrió entre los centrales interistas, pero estuvo blando a la hora de cruzar el balón a un Onana rápido de reflejos. No hubo mucho más hasta el arreón final de los italianos. En el minuto 88, Lukaku tuvo la opción más clara del partido cuando la rodilla izquierda de Ederson se encontró un remate de cabeza algo blando y mal colocado de Lukaku en área pequeña. Segundos antes del pitido final, también estuvo rápido y valiente Ederson para sacar córner peinado en el primer palo.
Pero de esas cosas ya nadie se acuerda. Una vez que pita el árbitro el final del partido, todo recuerdo se emborrona. Poco importa que no fuera el partido más brillante del City o que el Inter acabara sumando más ocasiones a lo largo del partido que las que tuvo el a la postre campeón. Ya solo quedaba la alegría desbordante del Manchester City y la pena inconsolable del Inter de Milán.
Una vez cerrada la Champions 22/23 con una merecida victoria del Manchester City en una final seguramente no tan merecida, quedan los debates sempiternos. El más ardiente de todos, sobre todo en España, es el que se refiere a la grandeza de Guardiola como uno de los mejores entrenadores de la historia del fútbol.
Personalmente, estos debates sobre «el mejor de la historia» me parecen estériles. Me valen como entretenimiento, pero no va más allá. Se trata de una consideración imposible de precisar por definición. Cada época tiene una serie de connotaciones que la hace diferente e incomparable con el resto. Por otro lado, está la parte subjetiva. Determinar quién es mejor va exclusivamente en gustos, y el gusto de alguien es indiscutible.
Dicho lo cual, igual que me parecía absurdo negar que Messi pudiera ser considerado el mejor jugador por no haber ganado un Mundial, me parecía absurdo el argumento de negar la grandeza a Guardiola por no haber vuelto a ganar la Champions. En mi opinión es, sin duda, un entrenador que está haciendo historia. Un innovador, un estudioso, un superdotado. Y no porque lo diga yo, sino porque lo dicen la mayor parte de los profesionales que han trabajado con él.
Tildar de fracasado a un entrenador que, prácticamente todas las temporadas, consigue títulos de Liga con tres equipos en tres de las más grandes competiciones diferentes, es cuanto menos arriesgado. Además, achacarle mal papel en Champions sería lógico cuando fuera eliminado y cayera repetidamente en las primeras rondas. No es el caso de Guardiola, que ha ido siendo eliminado con sus equipos prácticamente siempre en los últimos pasos.
El problema de Guardiola es que tiene un alto potencial para no caer bien. Un carácter un poco extravagante, unido a una vinculación muy fuerte con uno de los grandes del país, junto a una marcada y polémica significación política, resultan un cóctel explosivo. A partir de ahí, las excusas para negarle el valor de su obra en la historia del fútbol son infinitas. Ya se ha acabado la de no ganar una Champions sin Messi. Hay quien dice que no ha inventado nada, que todo son adaptaciones de cosas que ya otros han hecho. Pero de lo que no cabe duda es de que ha enseñado muchas cosas a otros entrenadores, que han modificado importantes aspectos tácticos a partir de esas cosas que Guardiola ponía a prueba.
También por ahí pueden venirle palos al técnico catalán. Ahora resulta que los mismos que le atribuían una excesiva devoción al estilo, le critican esta temporada por haber modificado la manera de jugar para aprovechar la presencia de un goleador salvaje como es Haaland.
Queda en pie la excusa preferida actualmente, la cantidad de dinero invertida en fichajes para lograr este campeonato de Europa. Como si el resto de equipos que se han proclamado campeones de Europa lo hubieran hecho con retales, canteranos y baratijas. No es el momento, pero tal vez más adelante me anime a realizar una comparativa seria de lo que se ha invertido en cada título de Champions. Por no hablar de Chelsea, Manchester United, PSG o Barça, que invirtiendo cifras parecidas no han alcanzado una cantidad de triunfos ni parecida. De momento, Guardiola ha vuelto a firmar otro triplete, veremos si no lo convierte en sextete durante la próxima campaña. Pero dará igual, para algunos seguira sin ser suficiente.
Esto entronca con otro de los debates de los últimos años. El de los llamados clubes estado. Es un tema en el que no me considero preparado para entrar a fondo. Desconozco las legislaciones de UEFA y FIFA al respecto ni hasta qué punto el Manchester City puede estar incumpliéndolas. Pero sí tengo la impresión de que la presión sobre los clubes estado se debe al celo o miedo de los ricos de toda la vida. Real Madrid, FC Barcelona, Manchester United, Bayern o Juventus, siempre han sido económicamente muy superiores a sus competidores, sin que eso les importara demasiado. La llegada de otros clubes que pudieran ser ricos por el origen de sus dueños, pone en peligro la hegemonía de estos otros ricos. De ahí que les importe tanto este aspecto del fair play.
Y una vez que el Manchester City se ha subido al club de los campeones de Europa ¿será el principio de una era victoriosa? Parece que puede haber cambios en el equipo con la salida de Bernardo Silva o Gundogan. Puede que pierdan algo de hambre. Pero solo el futuro nos dirá si seguirán estando capacitados para ganar o cuánto tiempo seguirá Guardiola al frente de la nave sky blue.
También puede ser el principio de la hegemonía de los clubes estado. El PSG prepara una nueva refundación de sus planes deportivos, y llegan otros como el Newcastle, que ha dado un gran salto de la pasada campaña a la actual.
Sea lo que sea lo que nos depare el futuro, estaremos aquí para verlo y para repartir las notas en aproximadamente un año.
Los equipos italianos son correosos y contundentes defensivamente hablando y el Inter no fue una excepción, y si Lukaku hubiese estado más acertado el City seguiría sin Champion o al menos habría sido mucho más costoso lograrla.Ahora le toca luchar contra el Sevilla para culminar su exitosa campaña,y esperemos, aun siendo consciente de su teórica superioridad,que se lo pongamos complicado.
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