Tras proclamarse campeones de Europa contra pronóstico la pasada campaña, cualquiera podría permitirse el lujo de tomarse el curso siguiente con algo más de calma. Pero ese no es el caso del Liverpool. Los reds siguen con hambre, porque a las orillas del Mersey, el fútbol se vive de otra manera. Allí, el título que más les importa lleva casi treinta años sin visitar sus vitrinas.
Si bien es cierto que es costumbre en todos los equipos ingleses sobrevalorar el título de Liga, para el Liverpool es casi obsesión. Aunque solo el Manchester United le supera en títulos de Liga con 20 trofeos, el último de los 18 cosechados por el Liverpool data de 1990, antes del cambio de denominación a Premier League.
Posiblemente, el propio Jürgen Klopp vea este hambre por lograr la Liga casi como una bendición. Tras ser campeón de Europa no debe ser fácil encontrar estímulos para hacer que un equipo dé el 100% cada día, y esta escasez de Ligas supone, tanto para el equipo como para su afición, un motivo sobrado para levantarse cada día con afán de superación.
Lo cierto es que el camino del Liverpool F.C. en este campeonato de Premier League es prácticamente intachable. Con 15 victorias y solo un empate en 16 partidos, aventaja en ocho puntos al sorprendente Leicester y en 14 a su máximo rival a priori, el Manchester City. Esta marcha muestra, no solo a un equipo muy bien trabajado y con una plantilla excelente, sino también a un grupo con mucha fortaleza mental y con autoconfianza. No en vano, esas cualidades han hecho que ante partidos algo más flojos, hayan logrado sacar victorias in extremis e incluso sin merecimiento.
Klopp se aprovecha del hambre de su equipo para que su plan funcione a la perfección. Ante todo debemos tener en cuenta, que el técnico alemán basa el funcionamiento de sus equipos en un alto nivel de compromiso de sus jugadores. Klopp monta grupos sin fisuras en el que todos trabajan en colaboración, coordinando movimientos y sin encontrar piezas que deleguen sus funciones en los compañeros. Son equipos entregados, solidarios, verticales e intensos.

Este Liverpool tiene como dibujo inalterable el 1-4-3-3. Se basa mucho en mantener una distancia bastante constante entre sus líneas, que hace que el equipo entero se mueva como un bloque. No obstante, la línea de delanteros y la de centrocampistas sufren permeabilidades por interacambio de posiciones en las transiciones, tanto de defensa a ataque, como de ataque a defensa.
Es muy importante para este Liverpool la llegada al ataque de los laterales. En cuanto al centro del campo, suele jugar con un mediocentro más posicional, y dos interiores con llegada, pero que no descuiden el trabajo y la posición a la hora de replegar. Estos interiores no suelen abrirse a banda, ya que la subida de los laterales suele encontrarse con dos delanteros que parten de posiciones muy abiertas a la cal. Sin embargo, como son muy dados a las diagonales, ya sea por medio de desmarques o en conducción, encontramos un ariete que suele trabajar mucho de espaldas y relativamente lejos del área. Éste nueve entra mucho en combinaciones, llegando a veces a juntarse a la altura de los interiores e incluso por detrás de ellos, para ayudar a sacar el balón.
En ese 1-4-3-3, el Liverpool cuenta con una plantilla amplia que le concede grandes opciones. Sin embargo, es un equipo en el que el once tipo no resulta difícil de adivinar.
Cuando hace dos temporadas, el Liverpool cayó ante el Real Madrid en la final de la Champions, todas las miradas recayeron en el conocido punto débil de aquella plantilla. Aquel día fue la constatación definitiva de que Karius no era un guardameta decente para ese proyecto, por lo que la llegada de Alisson fue una de las claves para el salto definitivo de calidad del que ya era un gran equipo. El puesto es claramente suyo, como lo fue el primer Trofeo Yashin, versión para porteros del mítico Balón de Oro. No obstante, por problemas físicos y por expulsiones, el español Adrián San Miguel, que recayó este verano en Anfield casi de rebote, está tomando prestada con cierta frecuencia y sin desentonar la puerta que le pertenece al brasileño.
La defensa fue el principio del salto a la élite europea del equipo que Klopp comanda desde 2015. Los 85 millones de euros que pagaron en Enero de 2018 por Van Dijk parecían una locura, pero fueron la guinda perfecta para que el equipo se asentara en defensa. El central holandés ha pasado en año y medio de ser casi un desconocido para el gran público a ser considerado no solo el mejor zaguero del mundo, sino uno de los más valiosos futbolistas del momento. Casi insuperable en el uno contra uno, dominador del juego aéreo, con una salida de balón muy fluida, potente y rápido al cruce, es un central casi perfecto.

Pero como los equipos no solo los hace una pieza, sus compañeros en la defensa también brillan. A su lado se ha asentado Matip, otro central difícil de superar y muy regular en su desempeño. Sus ausencias por problemas físicos las está cubriendo Lovren. Algo más irregular, pero un central fuerte y expeditivo, además de un valladar en el juego aéreo. Por si fuera poco, el joven internacional inglés Joe Gómez también aporta consistencia y versatilidad, como central o como lateral.
Pero además de la llegada de Van Dijk, también fue muy importante para la defensa del Liverpool la explosión de sus dos laterales jóvenes, actualmente entre los mejores de Europa. Además de ser dos balas a la hora de llegar arriba, han ido ganando experiencia y consistencia a la hora de defender. En la izquierda, el escocés Robertson. En la derecha el jovencísimo Alexander Arnold, que además muestra una sutileza a la hora de servir balones con centros desde su banda o a balón parado que le sitúan como uno de los máximos asistentes de la Premier.
Del trío de centrocampistas, Fabinho es el hombre ancla. El larguirucho brasileño se basta para guardar la posición cuando el equipo se estira hacia delante y tiene una gran intuición para estar en el lugar exacto. A su lado, el capitán Jordan Henderson, el hombre con más criterio para el manejo del balón, el que pone la pausa en un equipo eléctrico. Es también quien sustituye a Fabinho en la posición de mediocentro defensivo cuando el brasileño es baja. El otro interior habitual, el holandés Wijnaldum, es quien se multiplica para dar oxígeno al equipo. Ocupa mucho campo, es fundamental en las llegadas al área rival por el carril central, pero también es capaz de ayudar en la salida del juego.
Está bien pertrechado el banquillo también en esta línea, con el veterano Milner como chico para todo, capaz de cubrir sustituciones tanto en defensa como en el centro del campo. Pero también tiene opciones como la visión de juego de Naby Keita, a pesar de que no está teniendo suerte con las lesiones, o la vuelta de Oxlade Chamberlain, tras casi un año de baja, ahora reconvertido a interior derecho. Incluso cuenta en ocasiones con Lallana para jugar entre líneas, por detrás de los puntas.
Arriba, cuenta con uno de esos tridentes que ponen a temblar al más pintado. El gran Liverpool que despertó en Europa hace un par de temporadas lo hizo de la mano del egipcio Salah. Cuando empezó a culminar en gol sus tremendas cabalgadas, encumbró su figura y la de su equipo a los primeros escalones del fútbol mundial.
Pero tanto en la pasada campaña como en esta, el desempeño del senegalés Sadio Mané está siendo incluso superior al suyo. Con más alma y movimientos de delantero, el africano parte de la cal izquierda para resultar letal una vez está en el área. Pero las diagonales de ambos no serían tan efectivas si no contaran con un ariete jugón como Firmino en el centro. El brasileño, con grandes números goleadores, es un protagonista secundario en anotación respecto a sus compañeros, pero es fundamental en el juego combinativo y en los movimientos del frente de ataque de los reds.

Aunque estos tres parezcan insustituibles, cuando merecen un respiro aparecen otras buenas opciones. Como la aparición de Oxlade Chamberlain abierto a la izquierda o el cañonero suizo Shaqiri y su efectividad para anotar. Incluso el aparentemente menos dotado delantero belga Origi, que fue fundamental en los pocos minutos que disputó de la pasada Champions.
El Liverpool de Klopp es, sin duda, un equipo alegre, despierto y vertical. al que no puedes nunca por muerto, como demostró la pasada temporada al eliminar al Barça en Champions.
Con el balón en posesión, trata de salir combinando, con los interiores asomando para ayudar a los centrales. Sin embargo, no tiene ningún reparo en distraer la atención con el juego en corto entre centrales y medios para, posteriormente, lanzar balones cruzados desde la defensa (normalmente de pies de Van Dijk), para buscar a los extremos que abren el campo a la espalda de los rivales. Una vez que te han cogido el espacio y se han plantado en tu campo, bien por medio de los extremos y de los laterales, el dinamismo de sus acciones desarbola a casi cualquier rival.
Sus ataques se basan en aparecer por donde menos se les espera, con los laterales cubriendo las bandas. Firmino entrando y saliendo del área, el mediocentro y al menos un interior dando oxígeno y cubriendo las espaldas, y los tres puntas buscando romper, por desmarques o en conducción. Cuando un camino está cerrado, no tienen problemas en cambiar el balón de banda con desplazamientos largos para probar suerte por otro perfil.
Si bien cuando marcan y se adelantan en los partidos, tratan de controlar un poco más el balón, esa verticalidad es su seña de identidad y no es un equipo que especule en ningún momento. Si dan un pasito atrás, es para intentar cazarte a la contra.

Encierran en el área a sus rivales con gran facilidad. Entre otras cosas porque si les adelantas la defensa y te cogen la espalda, te liquidan. Por si esto fuera poco, cualquier acción a balón parado, sea córner o falta, es muy peligrosa con Van Dijk, Matip o Lovren enfrente.
En defensa, es dícifil encontrar un equipo que presione igual que este Liverpool. Sus tres delanteros son perros de presa, y los interiores están perfectamente coordinados para saltar a la línea superior en apoyo de esa presión. Al tener centrales rápidos y difíciles de superar por arriba, cualquier balón largo es normalmente interceptado. Por si esto fuera poco, contar con Alisson en el marco, es siempre una garantía.
Aunque queda todavía mucha temporada, la ventaja con la que éste Liverpool llega al invierno le hace claro favorito para su Liga. Si bien es un equipo experimentado que mantiene el bloque campeón de Europa, puede que el mal de altura de verse cerca de su objetivo principal de la temporada le juegue alguna mala pasada en la segunda vuelta. Si bien hay que contar también con que el Leicester no parece un rival de suficiente nivel. Y el City no está mostrando una consistencia suficiente.
Otra cosa será la Champions, donde pueden pagar los esfuerzos de una forma de jugar que conlleva mucho desgaste físico. Por si fuera poco, tiene en un par de semanas el Mundial de Clubes. En los últimos años ha sido un escollo duro de gestionar desde el punto de vista de los esfuerzos para algunos grandes equipos europeos. Se trata de un torneo con bastante veneno, que a pesado en muchas piernas de cara a los meses finales.
Más allá de los resultados, que el tiempo los dirimirá, este Liverpool de Klopp es un equipo que ha ido progresando año a año. Es un placer ver la fe y el compromiso con el que se desempeñan en cada partido. El hambre que no sacían con cada victoria, con cada gol, que les lleva a seguir luchando.

En un equipo con tanta mitología de club como este Liverpool del You’ll Never walk alone. Con The Kop cantando y recordando a los 96 fallecidos en la tragedia de Hillsborough, con el cartel de This is Anfield en el acceso al campo, el alemán Jürgen Klopp se ha abierto un hueco en los altares. Puede ser eterno si terminan levantando la Premier.