En los albores de la década de los 70, dos equipos se jugaban la supremacía del fútbol europeo. Por una parte, estaba el poderoso Bayern Munich de Sepp Maier, Franz Beckenbauer y Gerd Müller y por la otra se encontraba el Liverpool de Bill Shankly y su posterior sucesor en el banquillo, Bob Paisley, con Kevin Keegan como estrella. Se trataba de dos escuadras que entonces consiguieron formar unos equipos con los que lograrían hacer historia.
Sin embargo, a estos reyes de la selva futbolística, logró plantarles cara una inigualable manada de potros procedentes de una pequeña ciudad del estado de Renania del Norte-Westfalia, en Alemania Federal, con poco más de 250.000 habitantes y un nombre casi impronunciable: Mönchengladbach.
La leyenda de aquel fabuloso equipo comenzaría cuando Hennes Weisweiler se sentó en su banquillo y sumó a su proyecto a tres jóvenes futbolistas que acabarían convirtiéndose en mitos del club. La columna vertebral de aquel Borussia estaba formada en aquellos principios por Berti Vogts, Günter Netzer y Jupp Heynckes, aunque este último sería traspasado al Hannover 96 y recuperado tres años después, cuando el club había conseguido su primera Bundesliga. También se ficharía aquella temporada (1970-71) a un centrocampista que ayudaría a conquistar la segunda liga consecutiva. Eran los inicios de Rainer Bonhoff con los “Fohlenelf” (potros).
Pero si en Alemania el club ya dominaba aquel fútbol, en Europa no pasaba lo mismo, aunque todo pudo haber cambiado en la temporada 1971-72. Al club alemán le tocó enfrentarse a todo un gigante europeo, el Inter de Milán de Sandro Mazzola. El Borussia arrasó a los italianos para vencer por 7-1, pero el encuentro debió repetirse por el impacto de una lata de refresco en la cabeza de Roberto Boninsegna. En dicha repetición, el Inter hizo valer su experiencia y eliminó a los germanos.

Poco a poco, el Borussia fue incluso mejorando aquel equipo con fichajes clave como Ulrich Stielike o los daneses Henning Jensen y Allan Simonsen. Pero los grandes de Europa ya acechaban a los futbolistas del equipo alemán y se fue desmantelando su plantilla.
Netzer fichó por el Real Madrid y en el banquillo del Borussia se produjo un importante cambio, ya que Weisweiler, tras conquistar la Copa de la UEFA en 1975, dejó su puesto a Udo Lattek. Con el nuevo entrenador, el equipo volvió a ser campeón de la Bundesliga y en 1977 consiguió llegar, por fin, a la final del gran torneo continental, la Copa de Europa, que perdería ante el omnipresente Liverpool por 1-3.
Entonces se confirmó la desbandada general y el equipo perdió a varios de sus mejores jugadores. El Real Madrid contrató a Stielike y Jensen y el Valencia se hizo con los servicios de Bonhoff.
El último traspaso sonado fue el de Allan Simonsen, que se marchó al Barcelona después de ganar el prestigioso Balón de Oro.
Con Berti Vogts como capitán y casi como último superviviente de aquel equipo que asombró a Europa, el Borussia aún consiguió ganar otra Copa de la UEFA ante el Estrella Roja de Belgrado, y perder la final de la siguiente edición, ante el Eintracht Frankfurt.
Tras conquistar 5 Bundesligas, 1 Copa de Alemania y 2 Copas de la UEFA, los de Mönchengladbach empezaron a caer en picado para no volver jamás a alcanzar el nivel que exhibió en su época dorada.
Como dato curioso, para tomar el relevo de aquella gloriosa generación de futbolistas, un joven jugador hacía su debut con el Borussia cuando el club comenzaba su ocaso. Pero ni siquiera Lothar Matthäus pudo ayudar a emular las hazañas de aquellos legendarios potros.
Un ejemplo más de la gloria efímera de equipos que por sus infraestructuras,apoyo y poderío económico no pueden permanecer en la cúspide el tiempo que sus fans quisiesen y solo una combinación de factores,y entre ellos la suerte,la confianza que dan los triunfos y una gestión impecable les permite brillar durante una época que nunca se prolonga en demasía.
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