Rectifico. Me he equivocado. No he sabido valorarlo. Creo que Ernesto Valverde ha despertado de su sopor como entrenador y acumula golpes de genialidad. Este fin de semana contra el Sevilla reaccionó rápidamente en el descanso haciendo dos cambios, Dembelé y Sergi Roberto, revolucionando el partido y dando sobradas muestras de por qué el equipo culé confió en él.
Anoche, al minuto de juego, Ernesto se dio cuenta que el partido no iba a salir como había planteado. Cuando el equipo contrario juega con gran velocidad en el centro del campo, el equipo culé sufre, Rakitic y Busquets no pueden seguir ya ese ritmo, precisando de un segundo más que antaño para poder desequilibrar la balanza de la posesión. Así que, ante las embestidas blancas, Ernesto mandó arrebato defensivo. La banda derecha del Madrid quedaba neutralizada por Jordi Alba y Rakitic, el centro de la defensa junto con Busquets demostró no tener ni una sola fisura y solo en la banda izquierda blanca el hoy impreciso Semedo, poco ayudado por Sergi Roberto, pasó grandes apuros frente al efervescente Vinicius y el proyecto de grandísimo lateral izquierdo Reguilón. Arriba Messi arrastraba defensas para que Dembelé mostrara sus enormes virtudes y Suárez esperaba que le llegase el balón para demostrar su eterna hambre de gol.

Y ahí, paradójicamente, empezó a cimentarse la victoria blaugrana. Un equipo que tenía que marcar fundamentó su pase en defenderse. Aunque la dinámica parecía indicar un apabullamiento táctico por parte de Solari era Valverde el que controlaba el partido. Al único jugador al que se dejó chutar con total libertad fue a Vinicius que, salvo por una alocada incursión ofensiva de Piqué, no hizo intervenir a Ter Stegen. Vinicius, 55 remates de los que ni la mitad van a puerta y un gol de cada 11 de esos disparos, la estadística era apabullante. La otra gran ocasión fue de Benzema, desbaratada por, junto con Oblak, uno de los dos mejores porteros del mundo, y ahí se acabó todo.
La segunda parte empezó igual que la primera, lo que indicaba que efectivamente ese era el plan inicial de Valverde, el Madrid rondando el gol y el Barça totalmente tranquilo, esperando atrás. Y ahí llego el momento elegido, el que esperaba el equipo, el plan diseñado en la pizarra de Ernesto, balón a Jordi Alba, que ve el hueco por donde Dembelé le podía ganar en velocidad a Carvajal, un metro más adelantado que el lateral madridista, suficiente, cabalgada del francés, balón a Suárez y ahí el uruguayo demostró que es mucho más delantero que Vinicius, Benzema y Lucas Vázquez juntos, él no perdona. Dijeron que Luisito no estaba fino, que Benzema este año sí mataba, que el gol era propiedad compartida con Lucas Vázquez y Vinicius, pero en una sola jugada él demostró que delantero grande sobre el campo solo había uno y ese era el nueve culé.

Y a partir de ahí, con el rival noqueado por la supuesta injusticia del fútbol, el Barça afiló su colmillo, y pronto se cumplió la segunda parte del plan, ahora por la derecha. Semedo abre al espacio donde Dembelé le gana la partida a Reguilón, envalentonado por su último cabezazo, otro nuevo centro de precisión quirúrgica para que Varane le quitase la gloria del gol a Suárez. Ya, en el colmo del surrealismo futbolístico, balón a Suárez que dribla a Casemiro para que este lo derribe. La ejecución del penalti sublime en el templo de quien parece que haya inventado esa forma de ejecutar.
Puede parecer injusto el resultado pero para mí no lo es. El dominio del juego fue del Madrid, tuvo muchas más ganas de llegar a la final que el Barça pero eso no exime de mérito al equipo culé. Lo de dar pases, tener la posesión y demás está muy bien, a mi es un juego que me encanta, pero de nada sirve si tu lateral izquierdo de cabeza es el que goza de la mejor opción. Durante todo el encuentro se vio que Dembelé era el estilete sobre el que se iba a cimentar la victoria. Pocos hablan del bravo francés pero, para mi, ayer le dio una lección a Vinicius de lo que es un jugador desequilibrante, se movió por las dos bandas y regaló dos goles.
Ernesto puso un equipo y le insufló un espíritu para que pasara la eliminatoria. Como el adulto que juega al fútbol con el niño pequeño, le enseñó la pelotita para que pensara que podía ganar, maduró el partido y cuando vio el hueco sentenció.

Las crónicas dirán que el Madrid no tuvo gol. Es cierto, pero uno de sus máximos goleadores estaba en el banquillo (Bale), su nueve suplente en la grada (Mariano), otro de sus jugadores desequilibrantes en casita (Isco) y ni siquiera el proyecto de crack (Asensio) pudo hacer algo y todo eso ha sido decisión de su entrenador Solari.
Lo preocupante para el equipo blanco es que si un equipo con Messi a medio gas y con Suárez, según algunos, casi retirado, le ha metido tres goles, qué hubiera podido pasar si hubiesen estado bien.
Lo mejor para el equipo culé es que el sábado se reedita este encuentro y ahí Ernesto, el genio viandareño, tiene otro plan.
PS: A mi el partido de ayer del Barça me pareció un soberano aburrimiento, compitió bien pero, igual que en los últimos años los culés hemos criticado la manera de ganar del Real Madrid, sería injusto no decir que ayer en muchas fases del encuentro jugamos como un equipo pequeño. Y no le echo la culpa a Valverde, creo que algunos jugadores no dieron la talla. Hay que tomar nota.