Cuando mejor jugó España fue el momento de menos adornos y más directo del juego. Las mejores oportunidades llegaron con pases a la espalda y juego rápido por las bandas. Velocidad en definitiva. Chapeau. Sin complejos a una bicampeona del mundo. Es un hecho. Lo es también que España perdió contra Alemania.
La vida tiene una máxima: si la haces, la pagas. En el fútbol tiene su traducción en una simple idea, puede que resulte insultante en su sencillez, pero es una verdad incómoda: gana el equipo que mete más goles.
Hay miles de refugios en los que un titular esconde la nula efectividad de un equipo, se debe huir de esas entrelíneas y decir claro: se debe tirar a puerta. Más tiras a puerta, más opciones hay de que el balón acceda entre los tres palos que forman la portería. Pura estadística.
Trajimos el juego sobre el verde no vale. El otro equipo también. No hubo un equipo en movimiento y otro estático. Faltó acierto y tener entre ceja y ceja batir a Schult, la guardameta alemana. A las selecciones nacionales de fútbol les puede un error de ego: demasiado mimo del balón. Y es ego el creer que tener a tu favor un mero porcentaje te convierte en el mejor conjunto. Sobre el verde, cada X pases no sube un gol.
Si hay un mano a mano, eso debe ser gol. Si estas al borde del área, no intentes un taconazo que debe colarse entre un túnel de piernas para llegar a su destino. Se debe chutar. Sesenta y tres por ciento de posesión para dos disparos a puerta es una pérdida inútil de tiempo viajando el balón.

Y solo se vio el afán de querer ese cáliz, en forma de gol, cuando el reloj amenazaba agonizante señalando que habían volado noventa minutos. Un error en un minuto mortal, no debe repetirse, y todo un plan por la borda. Se perdió la fe en la idea de los primeros minutos de juego veloz. Ahí se agobió a la favorita, en los minutos iniciales le vino bien al equipo español femenino el papel de cenicienta. Uso de la garra, incomodó. Fútbol de guerrilla. Cuando no se tiene nada que perder ya que las apuestas no están contigo, es el momento ideal para salir a morder.
A pesar del gol encajado, ese debió seguir siendo el plan. Afortunadamente tenemos una revolución en el banquillo: Lucía, Guijarro y Bonmatí. Desafortunadamente, Alemania tenía el compás y el juego psicológico de las faltas que desquició a las hispanas.
Hay que unir que no hubo una confianza de Vilda en su banquillo, movió pieza por pieza sin lanzar un mensaje de revolución necesaria. Lograr el empate hubiera sido quizás el momento álgido de esta selección. Queda China y hay que darlo todo. La posesión sin rapidez ni intención, para los rondos. El cementerio del fútbol está lleno de equipos que tocaban muy bien el balón y se llevaban cada partido una manita. Contra el gigante asiático, velocidad de crucero.