Con este eslogan llenó UEFA el año pasado comunicados de prensa en un intento de parar la Superliga de Madrid, Barcelona y Juventus. Lo consiguió, en parte por el propio formato de la competición que menospreciaba el esfuerzo sobre el campo y en parte por esta apelación al sentimentalismo. Cualquiera que quiera tirar de propaganda, ha de centrarse en el corazón dejando a un lado la razón.
Y ahí se quedó Aleksander Čeferin, en el púlpito de la moralidad con sus equipos Estados exentos del fair play financiero, y secundado por el mandamás Gianni Infantino y su Mundial en Qatar.
Los tristes acontecimientos que se están viviendo en Ucrania reafirman el lugar que ocupan actualmente los organismos del fútbol europeo. Si ha habido críticas a las medidas impuestas por los Estados, llama la atención que no se lea mucho sobre la tibia reacción de UEFA.
Sí, sacó la final de San Petersburgo y la pasó a París. Pero esta decisión obedece por un lado a una operación de maquillaje y por otro a la obviedad de no disputar la fiesta del fútbol europeo en un país que, si no sigue en conflicto habrá salido recientemente de él, con la incertidumbre que esto conlleva.
Como segunda consecuencia, los equipos rusos jugarán en sedes neutrales. De nuevo una decisión que obedece más a la logística que a un castigo.
Sin embargo, nadie se ha atrevido a preguntar sobre el verdadero caballo de Troya dentro de UEFA, la gasística Gazprom propiedad del Estado ruso. Como muestra un botón, Alexander Dyukov es presidente del consejo de administración de Gazprom y, desde 2021, miembro del comité ejecutivo de la UEFA.

Y es que recientemente, el organismo presidido por Ceferin y la empresa controlada por Putin renovaron su contrato de patrocinio por tres años más hasta 2024. Dicha relación incluye además de la Champions League, otros torneos como la Eurocopa(2021 y 2024), las finales de la Nations League (2021 y 2023), la Supercopa de Europa, la Youth League y el fútbol sala. Total 130 millones de euros.
Esto explica que en partido de Europa League entre Nápoles y Barcelona, no se emitiera el momento en el que ambos equipos mostraban una pancarta con el lema «Stop the war». No fuera a ser que en Moscú alguien cortara no solo el suministro de gas a Europa sino también el de dinero a la UEFA.
Con todo, no es de extrañar que el proyecto de Superliga aproveche la situación para ser relanzado. Una vez eliminadas las plazas fijas para ciertos equipos, parece una ocasión propicia para alejar el fútbol de decisiones reprobables y devolverlo a los aficionados.
Desgraciadamente con la invasion de Ucrania,con la guerra,se pone de manifiesto las ataduras e intereses económicos,que están limitando la que debiera ser una respuesta contundente por parte del mundo,y el fútbol como se expone en este artículo no es,ni mucho menos,ajeno a ese freno en la medidas.Y en cuanto a la Superliga también es una muestra de la importancia del dinero y también de mantener o asaltar el poder,hoy en día en manos de la UEFA y que quieren arrebatar los clubes que así mismo se catalogan,y lo son,poderosos,dejando más o menos de lado al resto de equipos.
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