Siempre he considerado que la forma más cobarde de hacer el mal se realiza a través del abuso de poder. Tú te encuentras, ya a priori, en una situación ventajosa sobre la persona contra la que vas a actuar, que, ya sea por respeto debido, miedo insuperable o dependencia económica, moral o de algún otro tipo, sufre el mal sin rechistar.
El club Bilderberg del fútbol, esa auto denominada élite del espectáculo no está contenta. El llanto y la queja llegan por un presumible legítimo derecho a la mejor gestión de los ingresos televisivos, del dinero, en definitiva, hoy en manos de la UEFA. Querer una mejor administración de la economía que generan es lícito. Pero querer quedarse con todo el pastel es otra cosa. Se llama avaricia.
A todos nos empiezan a sonar las siglas ECA (European Club Association), la Asociación Independiente de Clubes Europeos de Fútbol. Pues, como todos los amantes del fútbol comenzamos a saber gracias al Football Leaks, esta ECA quiere crear una Súperliga europea. Objetivo: generar un nuevo pastel en el que ellos se lleven absolutamente todo. Excepto lo que caritativamente quieran repartir a los demás ¿que quiénes serían los demás? Esto es lo que sabemos:
El Real Madrid sería club fundador y, ojo, lo más importante, máximo accionista de esta nueva forma de explotar la gallina de los huevos de oro. ¿A quién le puede extrañar? En la misma condición de club fundador y accionista estarían Fútbol Club Barcelona (segundo máximo accionista), Manchester United (tercero) y Bayern de Munich (cuarto). Además, habría otros clubes fundadores, que no son accionistas: Arsenal, Liverpool, Chelsea, Manchester City, Milán AC, Paris Saint Germain y Juventus de Turin. El G-11. Este selecto grupo de visionarios habrían tenido a bien realizar una serie de invitaciones: Olympique de Lyon, Borussia Dortmund, Inter de Milán, Roma y Atlético de Madrid serían los artistas invitados.

¿Cómo se repartirían el pastel? Supongo que ya saben que los máximos accionistas son los que más reciben en el reparto de beneficios de una empresa. Pero además existen unos derechos televisivos que bien pueden seguir el modelo español de abuso o el más equitativo inglés. Los que deben tener claro su papel son los invitados: vais a ganar menos que los demás, pero estáis en el club. Someteos a nuestras reglas, decisiones, repartos y antojos y seguiréis en el club. Si no, caput.
La competición que quieren poner en marcha: una liga entre todos estos equipos, esta suerte de clubes que actúan como los cobra kai en Karate Kid, que se jugaría los fines de semana, desplazando a las ligas nacionales a peores días y horarios. Un solo título en juego, en principio sin descensos (aunque viendo las primeras críticas por la previsible falta de competitividad ya se está hablando de invitar a otros 16 para una Súpersegunda) y un campeonato donde alrededor de dos tercios de sus centenares de estrellas dejarán de jugarse algo a partir de finales de marzo de cada año cuando sus equipos se queden sin opciones para nada, tipo NBA. Alentador, al menos para los futbolistas que son más de salir y pasárselo bien, porque los periodos vacacionales van a ser amplios.
También me parece interesante recuperar el paralelismo de esta novedad con la génesis de la Copa de Europa en la que el principal patrocinador se llevó los cinco primeros títulos… ¿Se podrá comparar a aquel patrocinador con los nuevos accionistas? Ya saben la historia, ¿verdad?
Pues, ¿saben qué les digo? Que un avaro y un cobarde tiene todo el derecho de serlo, que un egoísta y un abusón también, y que deberían encontrar su espacio, defenderlo y venderlo como quieran. Insisto: tienen todo el derecho del mundo a hacer lo que les venga en gana. Pero después que no lloren. 16 clubes de fútbol representando a parte de las sociedades de 12 ciudades en 5 países. Aunque algunos crean que representan al universo, no lo son todo en el fútbol. Ni mucho menos.
A mí, lo que realmente me preocupa es que los demás miremos con envidia este atraco. Creer que los ladrones son los que están obrando bien, que ellos son los chulos y los que más molan y que los demás somos todos unos pringados. No, me niego a eso. Yo no lo puedo ver así. Lo que yo creo es que debemos generar una premisa inviolable, una condición clara, en la que debemos ir todos a una: la entrada en competición en la Súperliga Europa de un club debe ser absolutamente incompatible con su participación en las ligas locales y los jugadores con licencia para jugar en la Súperliga, no deben poder compatibilizarla con el resto de las competiciones. Dos reglas simples. O con nosotros o sin nosotros. Vosotros con vuestro pastel. Nosotros con el nuestro. Que ni se les ocurra convertirse en los dueños de los dos pasteles. Eso debe suceder por encima del cadáver del resto de Europa. Y el resto de Europa debe entender lo que tienen enfrente: el reto, la oportunidad: señores, empezamos de cero.
Soy realista. El dinero se va a ir a las cloacas del imperio. Pero estoy tranquilo, volverá. ¿Saben por qué? Pues porque en Portugal juegan el Oporto, El Sporting de Lisboa y el Benfica y otros muchos más. Porque en España juegan el Valencia, el Sevilla, el Betis, El Athletic de Bilbao, La Real, el Celta, el Deportivo de la Coruña o el Zaragoza, y otros muchos más. Porque en Italia juegan la Fiorentina, El Nápoles, la Sampdoria, la Lazio, y otros muchos más. Porque en Inglaterra juega el Tottenham, El Leicester, El Leeds United… en Escocia, el Celtic y el Rangers, en Rusia el Zenit y todas las hordas de Moscú, en Alemania el Eintrach, el Stuttgart y el Shalke, en Francia el Monaco, el Lille o el Marsella, más equipos turcos, griegos, polacos, holandeses, suecos o croatas. Este fútbol debe volver al aficionado y hacer las cosas bien. Reparto de derechos equitativos, arbitrajes absolutamente profesionales con la máxima tecnología y transparencia, competiciones domésticas los fines de semana y competiciones europeas entre semana. ¿Les suena bien? Oportunidad.

Tú, sí tú: imagina una liga en la que no están el Real Madrid, ni el Barcelona ni el artista invitado Atlético de Madrid. Supongo que, a ti, como a otros muchos, como a mí, esos tres te dan absolutamente igual. Supongo que también te importa muy poco a lo que jueguen. Imagina por un instante que por fin los equipos partiesen con unas oportunidades parejas, que algún día tu equipo pudiera jugarse una liga sin sufrir arbitrajes sospechosos, que pudiese pelear una nueva Champions más abierta. Imagina por un instante que a la vez que se juega por enésima vez un Real Madrid, Bayern de Munich, en el que ya no se juegan nada porque ha vuelto a ganar el Barça, entrenado por Xavi Hernández, tu equipo se está jugando algo importante frente a esos tíos portugueses que fichan tan bien. Imagina.
A mi me da igual el dinero. Me da igual si no pueden venir estrellas porque ni David Castedo, ni David Albelda, ni Capi lo fueron. O sí, lo fueron para los incondicionales de sus equipos, lo fueron para sevillistas, valencianistas y béticos. A mi lo que hagan los dueños del balón, esos que se lo llevan si no ganan, siempre me dio igual. Si no hay balón, entre los demás ponemos veinte duros cada uno y nos compramos otro, que, en vez de ser de marca, será de gran almacén, pero será redondo. Y este juego, el modelo de negocio y la forma de venderlo ya están creados. Si se van los actuales patrocinadores, ¿de verdad creemos que no encontraremos ninguno nuevo?
Soy optimista. Lo soy porque los expertos muestran su preocupación al entender que esta competición supondría el final del fútbol tal y como lo conocemos hoy. Yo soy optimista precisamente por eso, si de un deporte, de una tacada, se van los cobardes, los abusones y los avaros, ¿cómo no voy a serlo?