Cada año se complica. Cada temporada pesa más. Y si no, que se lo digan a Al-Khelaïfi, el presidente del PSG. ¿Cuánto tiempo puede esperar una persona a que su gran proyecto dé frutos? ¿Cuánta paciencia tiene un hombre?
No se puede decir que el plan del Paris Saint-Germain sea un fracaso absoluto. Es un equipo que acostumbra a ganar su liga (esa Ligue 1 francesa cuyo sabor empieza a repetírsele) y a vender camisetas. En ese sentido, un inversor no puede quejarse. ¿Un aficionado? Eso es otra cosa. Aunque el PSG es un equipo relativamente joven (cincuenta años se hacen livianos frente a conjuntos centenarios), se trata de un equipo referente, uno de los más famosos en la actualidad. Desde que la propiedad del club pasara a tierras cataríes, el nombre del club no ha hecho más que engrandecerse. Es como un cardado ochentero: gigante, difícil de hacer y muy, muy llamativo. Y debajo de todo ese volumen, vacío.

Después de la última eliminación de Champions League frente a un Real Madrid empeñado en realizar milagros, se antoja ineludible la pregunta que lleva persiguiendo a Al-Khelaïfi desde hace ya varias temporadas sobre el dinero gastado en estadios y estrellas. Y es que ¿es rentable tener una galaxia en el césped si se te resiste el trofeo de la mayor competición en la que participas? Y, en especial, ¿puede el dinero comprarlo todo en el fútbol?
Es innegable que el PSG tiene un atractivo que roza lo esperpéntico; una suerte de elegancia presuntuosa que, poniendo en perspectiva El Gran Plan (o el camino a ganar la Champions), despierta cierto embarazo. Con esto no me baso en el gusto estético, y es que las equipaciones del equipo francés son preciosas. A nadie sorprende que se vendan camisetas como panes, todas con el nombre del último gran fichaje que llevará el deseado trofeo al Parque de los Príncipes. Es más, reconozco que cualquier aficionado estaría ansioso por saber las últimas noticias que llegan desde París, ¡yo la primera! ¿Con qué nueva locura millonaria nos sorprenderán esta vez nuestros cataríes… perdón, franceses favoritos? ¿Es Mbappé suficiente? ¿Lo es Neymar? ¿Lo es Messi? Quizás una delantera del argentino combinada con Cristiano Ronaldo sea la clave del éxito. ¿Suena muy loco? Bueno, con billetes todo es posible. Casi todo.

¿Dónde está el límite? Ya no solo el que se debe pedir en alta esfera, sino a nivel de seguidor. ¿Cuánto más interés puede despertar un equipo que cuenta con calidad individual, pero que no logra entretejer un alma? Si alguien todavía duda de que el fútbol requiere algo más que un buen par de botas, el PSG es la prueba perfecta del delito. El dinero, al menos esta vez, no compra la felicidad.
Bueno, ese nuevo rico del fútbol continental es desde luego una magnífica prueba de que por supuesto el dinero no lo es todo si no se acompaña de una gestión impecable,de una afición con magia y sentimiento y de la veleidosa suerte que tanto da y tanto quita.Y esto para fortuna del fútbol, uno de cuyos ganchos, que lo hacen tan atractivo,es la posibilidad de que los sueños se puedan hacer realidad y que David pueda competir,y a veces ganar,a Goliat.
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