En unas cuantas horas habremos dicho adiós al año 2014, un año que podía haber sido fabuloso si los chicos de la Roja hubiesen firmado el Mundial que todos soñábamos. Pero más bien, certificaron un torneo a lo Ed Wood -dice la leyenda que el peor director de cine de la historia-, con maletas prematuras y sonrojo nacional generalizado.
2014 ha sido un año grandioso para los atléticos, con Liga y viceCopa de Champions, y el meritazo añadido de un presupuesto muy por debajo de los grandes de Europa; un año legendario para los madridistas, con Copa del Rey -sin CR7-y ReCopazo en Lisboa -con CR7 inexistente celebrando vigoréxicamente el cuarto gol de penalti en el min. 120-, y la Décima luciendo galones en las vitrinas blancas; un año grisáceo para los culés, tan tristón y apagado como el perfil del «Tata» Martino, quienes desde la marcha del añorado Pep y la triste desaparición de Tito parecen atravesar un desierto del no se avista su salida de la mano del ocurrente Luisen; un año ciclotímico para los bilbaínos, que se clasificaron con honores para jugar la Champions -un titulillo encubierto para economías modestas y limitadas-, a finales de agosto se veían (nos veíamos) jugando los octavos como cabeza de serie y ahora han (hemos) celebrado el acceso a la Europa League por la puerta de atrás como un exitazo.
Y paro aquí, que 20 son los equipos de Primera y no es plan de eternizar este último artículo repasando el año de los otros 16. Ruego me disculpen sus aficionados. La vida es «asín».
Ha sido un año, en cualquier caso, que algunos recordarán para bien y otros para mal. Ha sido un año en el que muchos ilusos hablaban en octubre de Liga a cinco, y yo me jugaba café tras café a que deberíamos darnos con un canto en los dientes si volvía ser una «a tres»…
Ha sido un año en el que, parece ser, se intenta poner freno a los partidos amañados, a la espera de la sentencia definitiva sobre el Zaragoza-Levante de hace unos años, una sentencia que podría y debería marcar un antes y un después en nuestra Liga.
Ha sido un año en el que se ha intentado a toda costa que los balances económicos de los clubes se equilibren, incluso a costa de vulnerar derechos fundamentales como le ha pasado durante unas cuantas semanas a Pedro León. Y así, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres… Nada nuevo bajo el sol.

Los periodistas somos muy aficionados a poner titulares a todo. Este año, dicen, es el AÑO DE CRISTIANO. El año que tiene que ganar, de nuevo, el Balón de Oro. Pues a mi, me van a disculpar, me parece que este es. Ese técnico al que ningún madridista quería allá por el verano de 2013, y que ha demostrado que se puede conseguir todo lo imaginable y mucho más sin tener encabronados a tus chicos ni a los vecinos, haciendo gala de buen rollo y sentido del humor, sin poner excusas cuando otros lucían papelitos y listados, sin ver conspiraciones mundiales contra el Dios blanco en el que trabaja. CR ha presentado unos números extraordinarios, cierto es, pero no tuvo gran protagonismo en los dos títulos blancos del año, ni tampoco en el mundial… Sí, sin duda este es el año de Carlo Ancelotti.
Nos despedimos del 2014 y recibimos el 2015 con los mejores deseos. Deseos de que el fútbol sea noticia por lo bueno, y no por lo malo; deseos que los nuevos talentos sigan haciéndose un hueco en la Liga española, por encima de estrellas, meteoritos y estrellados; deseos de que este año de transición hacia el 2016 -con Eurocopa a la vista- sirva para que la Roja recupere el tono perdido en tierras brasileñas y nos vuelva a hacer soñar cuando éramos los más grandes.
Y por supuesto, que 2015 nos traiga un mundo un poquito mejor, tampoco digo muchísimo mejor, con menos pobreza, menos corrupción, menos desempleo y más alegría, más confianza y más ilusión. De lo primero nos sobra tanto…