Muy cerca de donde el geógrafo griego Estrabón ubicaba una de las dos míticas columnas de Hércules se encuentra la acogedora y luminosa ciudad de Algeciras, en la Bahía homónima a la que da nombre. El más que centenario Algeciras CF (fundado en 1912 bajo la nomenclatura Algeciras Sporting Club) es el equipo de esta nobilísima ciudad.
Este artículo va a estar centrado en el Algeciras CF, repasando Historia y vivencias no a través de datos o estadísticas frías para así no aburrir al lector, sino en un recorrido por las experiencias y sensaciones de tres de sus aficionados. Va dedicado no sólo a los algeciristas, sino a todos aquellos irreductibles que, aunque alejados del foco mediático de la Primera División y competiciones europeas, permanecen fieles al equipo de su ciudad, de su pueblo; sin importarles en qué categoría militan. Ese tipo de aficionado que se está perdiendo, fruto en gran parte de la polarización que vive nuestro fútbol en la actualidad.
Hoy el equipo compite en el grupo X de la Tercera División del fútbol español. Para Paco, de 38 años, seguidor de toda la vida y abonado del Algeciras desde 2014, esta temporada “se está convirtiendo en una temporada de trámite” aunque apunta que “empezamos muy bien, con un nivel de juego que hacía tiempo no se veía, goleando y con seguridad defensiva, ganándole a equipos con presupuestos mucho mayores”. Por tanto, la situación del equipo no parece muy halagüeña, cuya posición actual es la séptima, a siete puntos del cuarto puesto, que da derecho a acceder al playoff de ascenso a Segunda B.
Otro irreductible seguidor albirrojo, Manolo, de 37 años y contando ya 30 ininterrumpidos como abonado del Algeciras, al ser interpelado acerca de las perspectivas del equipo, ni menciona lo deportivo, apuntando directamente a la triste realidad económica: “El horizonte a medio plazo que cualquier aficionado desearía para el Algeciras es que la deuda se redujera lo máximo posible o incluso se eliminara, es la única manera de que el club pueda apuntar a cotas más altas después de haber pasado por varias crisis en los últimos años en las que la amenaza de la desaparición estuvo muy presente”.

Mismas inquietudes nos muestra Paco: “la deuda se va arrastrando y en lo deportivo afecta un montón, pues jugador que destaca, jugador que se va. Eso también afecta en lo social, vamos al campo los mismos de siempre. Unos 2.000 y si el equipo marcha bien se llega a veces a los 4.000”. En cuanto a lo social, Manolo hace también hincapié en que es difícil enganchar a una afición desmoralizada: “la crisis deportiva tras fracasar en dos playoff consecutivos en temporadas en las que en los inicios se ilusionaba a la afición con el ascenso han hecho que los algeciristas empiecen a acostumbrarse a sufrir en el infierno de la Tercera División y en el estadio acaben los mil de siempre”.
Como vemos, la del Algeciras es la realidad de tantos y tantos clubes del fútbol modesto que arrastran el lastre de deudas debidas a malas gestiones pasadas. Tampoco ayuda nada el hecho de cómo está montado el negocio del fútbol de élite actual. Y me explico: habiendo hoy en día fútbol de Primera a todas horas desde viernes a domingo, mucho aficionado no convencido de equipos modestos prefiere quedarse cómodamente en casa viendo partidos que pongan por televisión a desplazarse al Estadio Nuevo Mirador a ver al Algeciras. Es ésta, en mi opinión, una enfermedad que asola al fútbol modesto (y no tan modesto) actual. La pérdida de apoyo social de equipos de ciudades de tamaño medio y pequeño en España, fruto de la polarización Barcelona-Real Madrid (cierto que siempre han existido muchos más aficionados de estos dos colosos del fútbol español, pero no hasta tal punto como se vive hoy en día, en detrimento del equipo de la tierra).
Pero en Algeciras, como en tantos otros lugares, por suerte pervive un grupo de fieles e incondicionales seguidores. Quieren al equipo de su ciudad de manera desinteresada, como el que quiere a su madre o a un hijo, con razón o sin ella. En la salud y en la enfermedad. Nadie puede obviar que la tentación de ser aficionado del Madrid o del Barcelona fruto del ansia por ganar y el deseo de éxito y victoria es mucha, pero mucho más fuerte es el sentimiento de pertenencia. El de pertenecer al equipo del que fue tu abuelo y tu padre. De compartir los mismos bares y lugares de reunión con tu afición, con los tuyos, cada catorce días. De sentirte parte de una comunidad, de saber que apoyas al equipo de tu tierra, donde están tus raíces. Ningún título vale más que eso. Nada vale más que sentirte parte de algo que es tuyo, no de algo que tienes a cientos de kilómetros, aunque lo tuyo te traiga habitualmente muchos sofocones.

Por ello, mi admiración por los fieles aficionados del Algeciras, que me consta hay muchos repartidos por la ciudad, y con los cuales he tenido suerte de compartir partidos en su estadio. Afición animosa, fiel y deseosa de tener a su Algeciras en cotas más altas. Aquí hay hambre de buen fútbol.
Pero no todo son penurias en torno al Algeciras. Esta nobilísima entidad tiene también viejos laureles que algún día pretende reverdecer. Francisco, 63 años, padre de Paco y abonado del Algeciras desde 1970, me recuerda el mejor Algeciras que él nunca ha visto: “la temporada 65-66 fue la primera en que empecé a ir al fútbol y el Algeciras quedó segundo en su grupo de Segunda División. Lástima que por aquel entonces sólo subiera uno”. El conjunto algecireño, en efecto, se quedó a un solo punto de saborear las mieles de la Primera División, categoría de la que nunca llegó a estar tan cerca como entonces (aunque tuvo más pasos por la Segunda División, el último de ellos en la 2003-04).
Nos cuenta también Francisco anécdotas sobre vivencias en el campo antiguo: “la gente se pasaba de un fondo a otro cada partido para ver los goles, cruzando la grada de Preferencia. Le decían <<la procesión>>”. Hablan los aficionados algeciristas con añoranza del estadio antiguo. “Era un campo estilo británico, como Atocha”, esgrime Paco con melancolía, para seguir diciendo: “había un ambientazo todos los partidos, 7.000 u 8.000 personas. Ahora se han llevado el nuevo estadio a un Polígono y se lo han cargado todo, tiene unos accesos y unas salidas muy deficientes y las personas mayores no pueden ir”.
En efecto, el antiguo estadio El Mirador se ubicaba prácticamente en el centro de la ciudad y fue la casa del Algeciras hasta 1999. Ahora unos grandes almacenes se erigen sobre el solar que un día albergó dicho estadio. Ilustrativo a la vez que triste reflejo de estos tiempos modernos en el fútbol. Melancólico recuerdo el que guardan los algeciristas de su antiguo coliseo.
El Nuevo Mirador es, en cambio, un recinto menos acogedor, como más sin alma, ubicado en un Polígono entre naves industriales, lo cual no conforma un ambiente muy futbolero, precisamente. “De las pocas cosas positivas que nos ha dejado el tener un estadio en las afueras de la ciudad es que no tienes que preocuparte por el aparcamiento, aunque esto no compensa el hecho de haber abandonado un estadio céntrico y que congregaba a muchísima más afición como era el antiguo Mirador”, comenta Manolo, resignado.

Otro histórico éxito del conjunto algecirista fue el año en que se enfrentó a los dos colosos del fútbol andaluz en el torneo de Copa. Primero eliminaron al Sevilla y según Francisco, “fue una eliminatoria espectacular, lo más bonito fue ganar en el Pizjuán. La afición local quería matar a sus jugadores. Después jugamos con el Betis, que vino a por todas y no le dio al Algeciras ninguna opción”. También nos recuerda Francisco, veterano y fidelísimo algecirista, que en su opinión los mejores jugadores que vistieron la zamarra albirroja fueron Ángel Sáez, al cual cataloga de jugador de mucha calidad, Hita (lateral zurdo natural de Algeciras que fue internacional con España), el meta Omist (apodado el gato) o Julio Cabello (máximo artillero histórico del club), entre otros.
No tanto hemos de remontarnos para rememorar partidos que el algecirismo alberga en su recuerdo en lugares de honor. Comenta Manolo, emocionado, que quizá el partido del que guarda más especial recuerdo “hace ya 11 años, concretamente el 17 de Junio del 2007, en la segunda y definitiva eliminatoria de la fase de ascenso a Segunda B en la que nos enfrentamos al Toledo en el Estadio Salto del Caballo. El encuentro se disputaba a las 18:30 horas de la tarde, y recuerdo que era la feria de Algeciras, salimos a las 8 de la mañana desde Algeciras en coche junto a dos amigos algeciristas. El partido acabó con el resultado de 0-1. En el partido de vuelta, disputado una semana después, se terminó con el resultado de 1-1, por lo que logramos el ansiado ascenso a Segunda B”. Paco lo corrobora, incidiendo en que “éramos 500 o 600 algeciristas en el Salto del Caballo, sólo se nos escuchaba a nosotros”. Aquel año se logró el ascenso. “Aquí los ascensos se celebran como títulos, imagínate”, apostilla Paco.
Asimismo nos cuenta Manolo con todo lujo de detalles un partido de ascenso en 2012 contra el Tropezón cántabro: “Uno de los últimos partidos memorables para la afición albirroja fue el del playoff de ascenso a Segunda B que nos enfrentaba al Tropezón en la temporada 2012/13. Era el partido de vuelta y veníamos de perder en la ida por 1-0. Prácticamente se llenó el estadio, el Tropezón llegó varias horas tarde tras problemas con sus vuelos, se rumoreaba que querían hacer el máximo tiempo posible para evitar jugar con el calor del mes de junio a las 5 de la tarde. Cuando llegaron al Nuevo Mirador, el campo llevaba casi dos horas abarrotado con 8.000 espectadores y miles de personas recibieron a los jugadores rivales a las puertas del estadio. El Algeciras remontó con facilidad y ascendió después de ganar 4-0. Es el último gran lleno que ha tenido el Nuevo Mirador”. Aquello debió ser, a buen seguro, una olla a presión para el combinado rival.
Y, por supuesto, no podemos pasar por alto el derby por excelencia de la comarca. El Algeciras-Balona. Nos cuenta Manolo que “Los derbis con la Balona solían ser partidos especiales, al igual que contra el Cádiz, los dos rivales históricos del Algeciras. Tanto balonos como cadistas acostumbraban a hacer grandes desplazamientos hasta Algeciras y viceversa para vivir los derbis, algo que en los últimos años no se está pudiendo reeditar ya que no hay un encuentro similar desde 2015 por la diferencia de categorías”. “Los derbies en el campo antiguo eran espectaculares, siempre abarrotados de público. Recuerdo uno, sería el año 97, que diluviaba, el campo era de tierra y estaba embarrado. Aquellos eran derbies de <<pelo en pecho>> y la gente más joven no ha vivido eso en el Nuevo Mirador”, nos comenta Paco, no sin darnos todo tipo de detalles acerca del ambiente áspero que se vivía a veces: “A la gente de La Línea los corrían a gorrazos”. Su padre, Francisco, comenta con cierta añoranza y resignación que se “el ambiente de aquellos derbies en el viejo Mirador y en el viejo San Bernardo de La Línea se ha perdido”.
Espero que este pequeño homenaje al fútbol modesto y al Algeciras CF sirva en cierto modo para ilustrar cómo se vive el fútbol por los desheradados del balompié en el infierno de categorías como la Tercera División. La pasión es justamente la misma, si no más. Es el fútbol de verdad, del que todos venimos.
Honor a todos estos aficionados que siguen incansablemente al equipo de sus amores sin pedir nada a cambio. Fútbol sin florituras, fuera del foco mediático y en un entorno tan particular como es esta comarca: una tierra tan injustamente golpeada y a la que últimamente se le cuelgan clichés y sambenitos de todo punto inmerecidos. Una tierra de la que no soy natural pero que me ha acogido desde hace ya cinco años y medio como si fuera uno más de sus hijos.