Sabido es que los genios escasean. Por eso nos empeñamos en adorarlos y no tenemos ningún recato a la hora de buscarles sustitutos. Sin ir más lejos, a Hagi se le otorgó el honorífico título de “Maradona de los Cárpatos” y Zico escuchó durante toda su carrera como le denominaban “El Pelé blanco”. Un Zico que, aunque gran jugador, no alcanzó ni mucho menos los éxitos y honores de Edson Arantes do Nascimento.
Curiosamente, el protagonista de esta historia también fue llamado en su momento como la leyenda brasileña. Quizá no fue tan conocido porque el implacable telón de acero que separaba Europa en dos partes ocultó la carrera de Eduard Anatolievich Streltsov. Nacido en Moscú en 1937, fue uno de los jugadores más brillantes de su época. Y razones no le faltaron para cimentar esta afirmación.
Con 25 goles en 38 partidos jugados con su país, Streltsov está en el top 5 de goleadores de la historia de la selección soviética. Además, forma junto a Yashin y Blokhin el trío de los mejores futbolistas de la historia de la URSS. Las andanzas del talentoso delantero comienzan en el Torpedo de Moscú, club del que no saldría jamás a pesar de los insistentes intentos de los dirigentes del CSKA.
Debutó en la selección con solo 18 años ante Suecia y su carta de presentación no pudo ser más rotunda, al anotar tres goles en la victoria soviética por 6-0. Formó parte del combinado que ganó el oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne 56. Con este éxito también comenzaba la leyenda negra que siempre le acompañó, ya que, a pesar de haber destacado en los encuentros previos, se quedó fuera de la final por una extraña decisión técnica.

La fama de Eduard Streltsov traspasó fronteras y llegó a quedar séptimo clasificado en las votaciones para el Balón de Oro de 1957. Una de sus principales características era su virtuoso juego de tacón. Sin embargo, su vida extradeportiva no encajaba con el ideal del hombre soviético, ya que su afición a la fiesta y a las mujeres, así como su corte de pelo, no gustaba en el régimen comunista. De esa manera, con solo 21 años, Streltsov pasó de alcanzar la gloria a entrar directamente en el infierno.
Tras asistir a una fiesta, Eduard Streltsov fue acusado de violar a una joven. A pesar de que las pruebas en su contra no eran demasiado concluyentes, se declaró culpable. Lo hizo porque le prometieron que formaría parte de la selección que iba a participar en el Mundial 58. Para minimizar la pena le sugirieron que fichase por el CSKA o el Dinamo de Moscú, pero el jugador no quiso aceptar, lo que le valió una condena de doce años de trabajos forzados en un Gulag de Siberia. De los doce solo cumplió cinco años y volvió a jugar en 1965 a la edad de 28.
Todavía le quedaba clase y lo demostró al ganar la liga con su equipo y ser elegido durante dos años consecutivos futbolista del año en la URSS. Pero eso no le sirvió para poder jugar el Mundial 66, ya que el Partido Comunista vetó su participación al afirmar que un preso político no podía representar al estado.
El jugador se retiró con 33 años y 99 goles marcados en primera división con el Torpedo de Moscú, cuya cancha se denomina en la actualidad Estadio Eduard Streltsov. En 2001 se creó un comité de expertos que consiguió honrar la memoria del futbolista demostrando su total inocencia.
Al que llegaron a denominar como “Pelé blanco” quizá pudiera tener hoy más similitudes con Sócrates, por su juego de tacón, o George Best, por sus excesos con el alcohol y las fiestas. Lo que sí podría haber sucedido, en caso de que Eduard hubiese nacido al otro lado del telón de acero, es que en la actualidad se le otorgase a algún prometedor futbolista el simbólico apelativo de nuevo Streltsov.
La trayectoria de este jugador demuestra con claridad de un lado la fidelidad a unos colores,que cada vez es menos frecuente en un deporte tan mercantilizado,y de otro como la política y el poder,a veces,lo influyen e interfieren.
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