Sería obvio creer que cuando te enteras de que tu club va a realizar un fichaje estelar que ronda los 100 millones de euros, vas a sentirte afortunado por formar parte de uno de los equipos más poderosos del planeta futbolístico.
Sobre todo, porque esas cifras que para algunos son desorbitadas, nos hacen intuir que el jugador que está por llegar a tu vestuario es de los mejores del mundo. Lo que no esperas es que el futbolista que viene en camino juegue en tu misma posición. Entonces, el entusiasmo se reduce y se convierte en una dificultad.
Un problema que tiene como protagonista al que se considera uno de los mejores extremos del mundo. Un jugador que destaca por su velocidad, su regate y por la capacidad que tiene para aparecer en el momento justo y en el lugar necesario, consiguiendo que cualquier delantero lo reclame en su vestuario para recibir algunos de sus magníficos pases de gol. Si es que no decide marcarlos él mismo.

Ángel Di María ha sido la parte perjudicada de la llegada de Gareth Bale al Real Madrid. Y es que compartir posición con un jugador por el que se han pagado tantos millones de euros, con la intención de verle jugar, le ha apartado de la titularidad esta temporada. Una titularidad que siempre ha tenido asegurada desde su llegada en 2010 al conjunto blanco y que se ganó con sus grandes actuaciones sobre del terreno de juego.
Pero si a principio de temporada parecía que todo iba bien, pese a su suplencia, la actitud del argentino durante el partido contra el Osasuna levantó algo de revuelo en el club madridista. Una actitud que sumada a los intentos del Fideo por una mejora de su ficha, parecía haberle colocado con un pie fuera del club de Florentino Pérez.
Las críticas que Di María comenzó a recibir le hicieron salir al paso tanto en el terreno de juego de Mestalla, como en los micrófonos de los medios, la pasada jornada de Liga. Si decidió abrir el marcador con uno de esos goles que quedarán para el recuerdo, también pensó que era hora de atajar los rumores sobre una posible salida, asegurando que su sitio está ahora en el Real Madrid y que no tenía pensado marcharse a ningún otro equipo.

La llegada del galés no solo ha sido una de las compras más caras de la Historia del Fútbol, ni tampoco un fichaje del que seguimos hablando cuatro meses después de su incorporación, sino que además ha conseguido desplazar de las filas madridistas a dos importantes jugadores, titulares en el vestuario madrileño, como el recién salido, Mesut Özil, y el que parece tener todas las papeletas para marcharse del equipo de Chamartín, Angelito.
Aún quedan cinco meses para que concluya la temporada y para que las noticias oficiales comiencen a ser conocidas por todos. Y aunque los rumores siempre bailen alrededor del equipo blanco y de sus jugadores, tendremos que esperar hasta junio para conocer las intenciones de futuro del todavía madridista.
Tanto si decide quedarse, como si decide irse, está claro que lo que Di María no podrá llevarse con él, será el recuerdo que los aficionados madridistas tendrán del jugador que ocupó la banda del Bernabéu entregando a los hinchas blancos, más de una alegría, y además, a gran velocidad.
El momento de salir para Di María tenía que haber sido en verano. Ahora es inviable que el Madrid se desprenda de él. Se trata de un muy buen jugador que sería titular de no ser porque se tiene que «jugar» el puesto con alguien que ha costado 100 millones de euros.
Lo que en mi opinión sí que le falta al argentino es cabeza. No pasa precisamente por ser un lumbreras y además me da que su entorno no le favorece para nada.
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Es un buen suplente para el Madrid, un jugador de los que puede salir del banquillo y arreglarte un partido pero de ahí no pasa. Con suerte, saldrá el próximo verano del Madrid, si consiguen engañar a los árabes del PSG o al ruso del Mónaco.
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