Cuando se consigue un triunfo que a nivel particular es de los más anhelados y el equipo al que se pertenece lleva un cuarto de siglo sin lograrlo, lo más normal es dar rienda suelta a una alegría indescriptible. Si a eso se le añaden los enfervorizados cánticos de veinte mil aficionados exultantes, el resultado más lógico es una enorme demostración de felicidad.
Sin embargo, Oliver Kahn no se unió a las celebraciones de sus compañeros. Su primera y sorprendente reacción fue arrodillarse para intentar apoyar a un desconsolado Santiago Cañizares. Con toda seguridad, la mente del guardameta alemán retrocedió dos años en el tiempo para ubicarse en el majestuoso Camp Nou.
Esa noche de mayo de 1999, el Bayern de Munich y el Manchester United disputaron una final de Champions inolvidable. A los cinco minutos de haber comenzado el duelo, Mario Basler puso en ventaja a los teutones que veían así mucho más cerca la consecución de un objetivo perseguido durante más de dos décadas. El Bayern incluso dispuso de una clara oportunidad de Effenberg y un disparo de Scholl al palo para llevarse el trofeo a tierras bávaras, pero el marcador solo reflejaba el gol conseguido en los inicios del partido y el cronómetro seguía avanzando.
En el último cuarto de la segunda mitad, Alex Ferguson decidió introducir en el campo a Sheringham y Solskjaer, dos cambios a la desesperada para revertir la que entonces parecía una derrota segura. Se llegó así al minuto 91 con David Beckham dispuesto a lanzar un saque de esquina. La pelota caprichosa, llegó hasta Teddy Sheringham para que el conjunto inglés consiguiese equilibrar el marcador.
Con los alemanes totalmente desconcertados, en el último suspiro se volvió a repetir la circunstancia; Beckham sacó un corner para que el balón pasase de nuevo por Sheringham y llegase esta vez hasta Solskjaer para regalar al United una victoria que ya daban casi por imposible. En solo unos minutos, se pasaba del llanto a la risa como por arte de magia.
Los jugadores del Bayern se sentaron en el césped para soltar su frustración en forma de lágrimas. Y el capitán, Oliver Kahn, estaba a la cabeza de esa inmensa desolación. Por eso, el portero alemán sabía lo que le pasaba a Cañizares cuando le acarició la cabeza y le susurró al oído unas palabras de consuelo.
Aquel 23 de mayo de 2001, tras ciento veinte minutos intensos de juego y 17 penaltis, de los cuales los porteros detuvieron tres lanzamientos cada uno, quizá se pueda afirmar que hubo dos ganadores. Uno de ellos el Bayern, que consiguió su ansiado cuarto campeonato de Europa. El otro vencedor, sin duda, fue el espíritu de la deportividad, descrito a la perfección en aquel gesto protagonizado por dos verdaderos colosos.
El ser humano es un aprendiz y el dolor su maestro. Nadie se conoce a sí mismo hasta que ha sufrido.”
Alfred de Musset

La calidad humana se demuestra en detalles como ese y tiene, si no más valor, si más repercusión cuando quien la demuestra tiene ocasión,motivos y estado emocional para expresar y liberar fácilmente otras emociones, y sin embargo su impulso sigue el camino que le dicta su empatía y sentimientos.
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Exacto, la imagen es una definición magistral de la palabra empatía. Gracias por su opinión.
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