Esta semana se ha decidido quien jugará la final de Copa, primer título de la temporada, y echando la vista atrás parece mentira que estén ahí los dos que están. Por un lado tenemos al Athletic, quien trascurre sin pena ni gloria en la Liga, y a quien casi sin querer se le han abierto las puertas de Europa. Y en la otra esquina encontramos al Barça, que en estos tres meses de 2015 ha borrado completamente el desastre de temporada que protagonizó a partir de la derrota en el Bernabéu, allá a finales de un ya muy lejano octubre.
Los dos equipos más laureados en la historia de la Copa se vuelven a encontrar y auqnue que parece que el Barça es claro favorito, dejando por el camino a Huesca, Elche, Atlético de Madrid y Villarreal, lo cierto es que el Athletic ha tenido cruces quizá más disputados contra Alcoyano, Celta, Málaga y Espanyol.
Será la octava final de Copa que disputen, con un saldo de 5 victorias catalanas por sólo 2 vascas, siendo las dos últimas finales, en el 2009 y el 2012, especialmente sangrantes con aplastantes victorias blaugranas por 1-4 y 0-3. Aquel gran Barça de Guardiola destrozó primero a Caparrós y luego a Bielsa, veremos que puede hacer ahora Luis Enrique con Valverde.

Antes de echar el balón a rodar se repetirán los mismos fantasmas que rondaron las anteriores finales, robando la atención de donde realmente debería estar. Y estamos hablando de temas completamente ajenos al deporte y más propios de la sección de políticas e identidades nacionales. Todos conocemos las demandas tanto de Euskadi como de Catalunya, especialmente estas últimas debido a la insistente explosión independentista que se ha producido en los últimos años, reforzada sobre todo por la crisis y las políticas del PP. Así que se espera que el estreno oficial de Felipe VI en un palco de fútbol se acompañe otra vez de una terrible pitada.
Pero mucho antes de todo esto, ya se ha empezado a jugar otro partido en los despachos, que no es otro que el decidir dónde se jugará la final. En Inglaterra tienen Wembley, en Francia tienen el Stade de France, en Italia se juega en el Estadio Olímpico de Roma y en Alemania en el Estadio Olímpico de Berlín. Pero en este país hay cierta tendencia a la improvisación y la chapuza, y no hay un estadio fijo.
Y así estamos otro año más con mucho ruido y hablando poco de fútbol. Personalmente la Copa me parece un torneo con un encanto especial, que otras federaciones de fútbol promueven, cuidan y valoran, con horarios razonables y partidos únicos, y es una pena ver cómo se maltrata un torneo que guarda la esencia más básica del fútbol: once contra once y que gane quien mejor juegue.