Comenzó el fin de semana, en cuanto a la lucha por la Liga se refiere, con un derby madrileño donde el Atlético de Madrid arrasó sin piedad a un Madrid que pecó de desidia e incomparecencia generalizada.
Venía ya avisando el equipo de Ancelotti de que la maquinaria otrora «perfecta» (comparada sin rubor por la prensa afín como mejor que la del Barsa de Guardiola) ni era perfecta ni era máquina. La victoria en Córdoba, o el pasado miércoles en el Bernabéu contra el Sevilla no hicieron sino demostrar que el batacazo era cuestión de tiempo. Y claro, en estas apareció el Atleti.

Sin hacer el partido de sus vidas, los pupilos de Simeone se bastaron para menear a su antojo al Madrid. Cuatro fueron los tantos recibidos, y quizás fuera esta la mejor noticia para el equipo de Concha Espina. Luego en rueda de prensa, Ronaldo mostró que su frustración va más allá del terreno de juego dudando de la inteligencia de un periodista quien en realidad le había brindado una excelente oportunidad para que limpiara el escudo de la camiseta que tanto se esmeró en hacer en Córdoba.
Posteriormente vino el circo incomprensible de su fiesta de cumpleaños con asistencias sonrojantes como las de Hierro y Chendo. Supongo que la celeridad con la que medios como «El Chiringuito» de la Sexta denunciaban que Neymar y Alves se había saltado el código interno del Barcelona con su fiesta (cuestión esta totalmente falsa ya que el estar a las 00:00h en casa es durante las 48h previas a un encuentro y para el siguiente quedaban 72h) harán lo propio con Ronaldo y cía.
Para colmo del disparate, Jorge Mendes nos presenta al portugués como un pobre hombre que «se vio incapaz de suspender su celebración ya que hasta 40 niños se encontraban entre los invitados«. No se recuerda un acto tan altruista con la infancia desde la época del programa «Los payasos de la Tele».
Y luego llegó el Barsa con el fantasma de la debacle de San Sebastíán y el miedo a volver a desperdiciar un tropezón del Real Madrid. Pero esta vez no. Y es que éste, no es el equipo de antes.
El Barsa confirmó que probablemente a día de hoy sea el equipo en mejor forma de toda Europa. Cuenta sus partidos por victorias y combina juego de contragolpe y control como si lo hubiera hecho toda la vida. El equipo funciona con tal perfección que ni siquiera la presencia de Mathieu se refleja en el resultado.
Un párrafo aparte merece Messi. Hablar bien del argentino semana tras semana roza lo barroco, sin embargo cuando uno ve lo nunca antes visto en un campo de fútbol tiene la obligación de contarlo para que no quede en el olvido simplemente por ser lo habitual. Juega y hace jugar al equipo a su antojo. Marca la diferencia como lo que es, el mejor de todos los tiempos.
El cambio de sensaciones en esta Liga es ya una realidad y se puede resumir con un sentimiento que tiene el aficionado culé. Lo que antes casi se temía, ahora se espera con ansia. Que el Madrid visite el Camp Nou.
Uno de los mejores artículos que he leído en esta web desde hace mucho tiempo, y mira que los hay buenos, ¡enhorabuena Antonio!
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