Hace unos días dedicaba mi artículo a expresar y resaltar lo maravilloso que es el fútbol. Todas las emociones y alegrías que aporta a nuestras vidas, sobre todo, a la gente que realmente estamos enganchados a este deporte. Y recalco la palabra deporte. Porque nunca ha dejado de serlo ¿o sí?
A día de hoy, estoy convencida de que sigue siendo ese pasatiempo que consigue evadirnos de lo que nos rodea y que no podemos permitir que se mezcle con nada más. Y tristemente, es lo que está ocurriendo en los últimos tiempos con el fútbol español.

Estamos permitiendo que el deporte más famoso de nuestro país, y del mundo entero, se mezcle con las ideologías, la política y los colores. Y no precisamente los colores de la elástica que se ponen los jugadores cada vez que saltan al campo, sino los colores políticos y todo lo que estos conllevan. La pregunta no es otra que el por qué de esta situación, por qué debemos tolerar que se haga fuerte.
Obviamente no viene de hoy, ni tampoco de hace dos semanas, pero las polémicas surgidas en torno al Barcelona con el fichaje del brasileño Neymar, están levantando informaciones sobre el que era su presidente, Sandro Rosell, y los entresijos que han movido para hacerlo aterrizar en el club blaugrana. Informaciones mezclan la política con el deporte rey, y aunque, no es la primera vez que ocurre, ni tampoco será la última, me lleva a preguntarme…
¿Cuándo el fútbol dejó de ser solo fútbol? ¿Por qué tenemos que usar este deporte para hacerle saber al mundo nuestras tendencias e ideologías? ¿Qué necesidad hay de reclamar en los estadios españoles, lo que se quiere conseguir de gobiernos y partidos políticos? ¿Por qué? Si es fútbol, nada más que fútbol.

Hemos adoptado la costumbre de aprovechar determinados partidos para reivindicar lo que creemos conveniente, para exigir aquello que consideramos que es lo que quieren el resto de los aficionados que nos acompañan, muchas veces sin respetar el motivo por el que esas personas han acudido a ver el encuentro, que no es otro que el disfrutar de su equipo y luchar por la victoria. Ya nos vale cualquier método para hacerlo, ya sea a través de pancartas, cánticos o simples silbidos.
Quizás, entre todos, lleguemos a entender que contamos con todo el derecho del mundo a manifestarnos, a demandar lo que consideremos y a exigir cuanto nos plazca, porque podemos y porque además, debemos hacerlo. Pero lo que no tenemos derecho es a aunar el deporte, que consigue que nos divirtamos, que suframos y que nos emocionemos, con temas mucho más complejos y enredados, y que en demasiadas ocasiones consiguen separarnos en lugar de unirnos.
Tienes toda la razón. Creo que mucha gente tiende a mezclar el fútbol con otras cosas simplemente por la gran repercusión que tiene este deporte. ¿Cuántas personas pueden ver una simple pancarta? Pues eso, triste pero sucede más de lo deseable. Fútbol es fútbol y así debe quedar.
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Fenomenal el artículo. Yo no entiendo la manía que tienen muchos por mezclar fútbol y política. Me molesta que en el Villamarín, cuándo vienen Barcelona o Athletic, haya muchas banderas españolas. Las únicas banderas que se deben llevar son las de tu equipo y, cuando juegue España, banderas españolas. Por desgracia, creo que es una batalla perdida.
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Estoy totalmente de acuerdo con vosotros. Una de las pocas cosas que no me gusta del fútbol es que cada vez está más politizado. El aficionado de a pie lo único que quiere es ir a disfrutar de su equipo cada domingo. Si se quieren reivindicar otras cuestiones ajenas al fútbol hay muchos medios disponibles.
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