En esta tercera entrega de la serie de partidos que trascienden de lo meramente futbolísitico vamos a centrarnos en tres derbis. Derbis especialmente significativos en que no únicamente una pasión futbolística más o menos vehemente se halla en liza. Aquí se dan ingredientes extrafutbolísticos que los convierten en únicos.
Obviamente, derbis en el mundo del fútbol hay muchos y variados y algunos de ellos especialmente calientes y afamados. Piénsese en un Nacional-Peñarol, Boca-River, Milan-Inter, Olympiakos-Panathinaikos, Liverpool-Everton, Benfica-Sporting, etc… O el derbi español por antonomasia, el Betis-Sevilla.
La mayoría de estos partidos de rivalidad tienen en sus orígenes un marcado acento político o social que hacía que cada uno de los equipos representara a un determinado estrato o clase social. O, por ejemplo, en Inglaterra era muy común, en las ciudades industriales de finales del XIX, que los trabajadores de determinados sectores profesionales o de distintas fábricas fundaran equipos de fútbol. Con ello, las rivalidades entre obreros de fábricas vecinas se transferían por tanto al ámbito futbolístico.
Es el caso, por ejemplo, de una de las rivalidades más duras y famosas del East End londinense: el West Ham-Millwall. Pero lo cierto es que todas estas originarias diferencias de tipo social ya quedan difuminadas en la actualidad. Por ello, en el presente artículo vamos a tratar tres derbis muy especiales, y el lector irá adivinando por qué.
1. Old Firm
Es el derbi de Glasgow el partido de rivalidad ciudadana por antonomasia del mundo del fútbol. Esta ciudad industrial escocesa es la cuna de los dos gigantes del balompié escocés y son dos instituciones que ya de por sí trascienden de lo meramente futbolístico. Y eso lo transportan a su derbi, el Old Firm, que enfrenta al Celtic contra el Rangers.
En una sociedad polarizada a causa de los avatares sociales, históricos, políticos y religiosos como es la escocesa no es extraño que con todos esos ingredientes la mezcla resulte ser explosiva en el ámbito del fútbol. Y es que cada uno de estos equipos representa y, por consiguiente, es seguido por un sector muy concreto de la sociedad de Glasgow.
Por su parte, el Celtic tiene su génesis en la comunidad irlandesa católica inmigrante que desde mediados del siglo XIX se había instalado en aquella parte de Escocia, atraída por el alto grado de industrialización concentrado en esa parte de la Gran Bretaña. Fue fundado en 1887 por un marista irlandés, en una iglesia católica, lo cual es ya toda una declaración de intenciones en un país que desde el cisma en el seno del cristianismo en el siglo XVI había tenido su propia Iglesia y confesión: el anglicanismo.
Como consecuencia de ser un equipo que hunde sus raíces en la comunidad inmigrante irlandesa, de todos es sabida la animadversión histórica que los irlandeses tienen hacia los ingleses y por consiguiente hacia el unionismo con ellos bajo una sola Corona y Estado. De modo que la afición del Celtic se caracteriza por su catolicismo y su rechazo a la unión con Inglaterra, amén de provenir históricamente de unos estratos sociales generalmente más desfavorecidos.

En el lado opuesto, el Rangers. Los blues fueron fundados en 1872 y desde sus inicios fueron considerados el equipo de la gente del stablishment. Es decir, siempre se ha caracterizado por su lealtad a la unión con Inglaterra y todo lo que ello conlleva, incluido por supuesto un fuerte anticatolicismo fruto del carácter anglicano de sus seguidores en el plano religioso. Todo lo opuesto a lo que representa el Celtic.
Por todo lo dicho no es difícil imaginar la feroz y encarnizada enemistad que existe entre estas dos instituciones y que ha dado lugar en sus 436 enfrentamientos a todo tipo de incidentes, cánticos incluso de guerra entre ambas aficiones, heridos y muertos. Es poco frecuente encontrar en los derbis de Glasgow banderas escocesas. La afición del Celtic suele portar las banderas irlandesas tricolores, entonando canciones republicanas e, incluso, en los años más duros de la rivalidad entonando los acordes del himno del IRA.
Igualmente, pueden vanagloriarse ante sus rivales de ser el único equipo escocés campeón de Europa. Por su parte, entre la del Rangers la bandera más habitual es la de la Union Jack, la bandera unionista, que es la oficial del Reino Unido. Los cánticos y lindezas que les dedican a sus enemigos del Celtic van también en consonancia con los que reciben. Especialmente escandaloso fue el año en que sacaron una canción donde le deseaban a los irlandeses otra hambruna igual que la que sufrió el país en los años 20 del siglo XX.
Por suerte, en los últimos años la extrema violencia parece haberse atemperado e incluso ha habido algunos gestos de apertura por parte de los equipos. El más significativo, el del Rangers, que hasta 1989 se autoimponía la ley no escrita de no fichar jugadores católicos. Ley no escrita que pasó a mejor vida. Todo ello no quita que el ambiente que se vive en cada Old Firm disputado en Celtic Park o en Ibrox Park sea de máxima tensión.
Fúbol, política, enfrentamientos sociales y religión; un combinado explosivo que convierte al Old Firm, en mi opinión, en el derbi más caliente y de pasiones más viscerales y enconadas del panorama futbolístico mundial.
2. El derbi de las águilas bicéfalas
Es la de este derbi una de las historias más apasionantes, hermosas, rodeadas de romanticismo y, sin embargo, más desconocidas en lo que a rivalidades futbolísticas se refiere.
Supe por primera vez de esta rivalidad durante el verano de 2008. Fregaba yo platos en un restaurante del barrio londinense de Pimlico. A mi lado un chaval griego de Salónica, Xristos, aficionado también al fútbol, con el cual mantenía interesantes conversaciones futboleras. Incondicional del PAOK, me contaba acerca del equipo de sus amores. Interpelado por mí acerca de su rivalidad con el Aris (el otro equipo de Salónica, junto con el Iraklis), me respondió tajante que le resultaban casi indiferentes los otros dos conjuntos tesalonicenses.
- – “Nuestro derbi es contra el AEK de Atenas. Odio al AEK”.
- – “Pero eso no es un derbi, no sois equipos de la misma ciudad”.
- – “¿Cómo que no? El PAOK – AEK es el derbi de Constantinopla. Claro que somos de la misma ciudad”; respondió Xristos entre sorprendido por mi desconocimiento y molesto.
En efecto, el PAOK – AEK es el derbi de Constantinopla, nomenclatura con la que los griegos siguen llamando a Estambul. La clave está encerrada en la K final del nombre oficial de ambos conjuntos. Esa K que les otorga esa sonoridad fuerte a ambos, pero que entraña y revela cuál es el origen histórico de cada uno de ellos. Constantinopla, en griego, se escribe (transliterado del alfabeto griego) Konstantinúpolis. Esa K está, por tanto, referida a la imperial Constantinopla. A la majestuosa Bizancio.

Las siglas PAOK obedecen a Panthessalonikios Athlítikos Ómilos Konstantinoupolitón (Club Atlético Pantesalónico de los constantinopolitanos). Por su parte, AEK responde a Athliti Enosis Konstatinúpolis (Unión Atlética de Constantinopla). Pero, ¿por qué de Constantinopla si ambos equipos están radicados en ciudades como Atenas y Salónica?
Aquí es donde entra en juego la Historia y cómo a partir de los avatares políticos, sociales y bélicos que se dieron en esa parte del mundo podemos explicar esta rivalidad constantinopolitana entre instituciones radicadas en distintas ciudades de Grecia.
Constantinopla había sido capital del Imperio Romano de Oriente hasta 1453. En ese año fue tomada por las tropas otomanas, cayendo así finalmente lo que se había conocido como Imperio Bizantino. Imperio que era de identidad, cultura, población y lengua griega.
Con la caída del Imperio, la mayoría de griegos que residían en Constantinopla (ya renombrada Estambul por los otomanos) y en otras zonas de Asia Menor desde tiempos inmemoriales habitadas por griegos permanecieron allí, aunque ya bajo el yugo otomano. Esta gran comunidad griega se conservó en la zona hasta la finalización de la guerra greco-turca en 1922. La I Guerra Mundial había finalizado en 1918 y el Imperio Otomano se había alineado con los Imperios centrales, potencias perdedoras de la Gran Guerra.
Con la finalización de la contienda se dio por disuelto el ya por entonces agonizante Imperio Otomano. El caos y el desconcierto propio que se vivía en Turquía tras la abolición del Imperio fue aprovechado por el incipiente Reino de Grecia para invadir la Península de Anatolia, con la ayuda de Gran Bretaña y Francia. La intención final era la de recuperar la añorada Constantinopla para la Helenidad.
La antigua capital imperial nunca había sido olvidada por los griegos, que la consideraban suya y la recordaban con melancolía, como si nunca hubieran llegado a perderla y con la añoranza de recuperarla algún día. Muestra de lo que significa Constantinopla para ellos es que, aún hoy, siendo parte del estado turco, sigue siendo dicha ciudad sede del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega.
La invasión y la contienda en general fue un desastre para los griegos, que tuvieron que retirarse y renunciar a aquellos territorios de la histórica Hélade, que quedaban ya definitivamente, hasta hoy, bajo soberanía del nuevo Estado de Turquía. Con los acuerdos que siguieron a la finalización de la guerra, Grecia y Turquía acordaron que el millón y medio de griegos residiendo en Estambul y alrededores volvieran a Grecia. Y que el medio millón de turcos que residían en territorio griego, hicieran lo propio en dirección opuesta.
Así es como parte de los griegos constantinopolitanos fueron a Atenas y otra parte a Salónica. Y una vez instalados en sus nuevas ciudades jamás olvidaron sus orígenes: la imperial Constantinopla. Y por ello quisieron fundar sus propios clubes deportivos haciendo hincapié en su origen y de dónde venían.
Ambos equipos tienen en su escudo el Águila bicéfala, símbolo del emperador bizantino. De ahí la denominación de este encuentro como “el derbi de las águilas bicéfalas”.
Así que aquel chaval que conocí en Londres el verano de 2008 tenía razón. El PAOK – AEK es el derbi de Constantinopla. Un derbi a todos los efectos. Y seguramente Xristos es descendiente de aquellos griegos que se vieron forzados a dejar sus casas en Constantinopla tras la guerra greco-turca y, a buen seguro, sus lejanos ancestros vieron en 1453 caer las murallas de la imperial Constantinopla bajo la artillería del sultán Mehmed II. Apasionante.
3. El derbi eterno
Las aficiones de los dos equipos que protagonizan este derbi se tienen declarada mutuamente una enemistad perpetua. Por ello se ha dado en llamar a este derbi como el Derbi Eterno. Y es que decir Estrella Roja – Partizán no puede dejar indiferente a ningún aficionado al balompié. Todos sabemos cómo se vive el fútbol, el deporte y la vida en general en esta ciudad de los Balcanes. El derbi eterno de Belgrado es, sin duda, uno de los más feroces e incandescentes de la escena mundial.
Lo especial de este derbi se remonta al final de la II Guerra Mundial. Tras la contienda y con la instauración del nuevo Estado de Yugoslavia, con Tito al frente, el stablishment político fundó el Partizán de Belgrado, en honor precisamente al dictador Tito, que había sido el líder de los partisanos serbios que habían protagonizado la resistencia a la ocupación de las fuerzas del Eje en esa parte de los Balcanes.
Frente al nuevo Partizán, equipo del Régimen y del Ejército, el Estrella Roja, conjunto que vino a representar a los sectores más nacionalistas serbios y anticomunistas (paradójicamente a pesar de su denominación) que preconizaban la desmembración de Yugoslavia para la creación de una patria exclusivamente serbia.

Ello dio origen a una encarnizada rivalidad que, sin embargo, hoy en día ya se encuentra diluida en el aspecto político, puesto que tras la desmembración de Yugoslavia en los años 90 y la formación del Estado de Serbia el motivo fundacional del Partizán y el stablishment que lo había fundado desaparecieron.
Hoy en día ambas hinchadas no se diferencian en nada en lo político, reflejo del ambiente nacionalista que se vive en Serbia en la actualidad. Aunque esta antigua diferenciación a que hemos hecho referencia ha motivado que lo incluyera en este apartado de partidos que trascendieron de una mera rivalidad deportiva. Ello no obsta a que el Derbi Eterno de Belgrado no haya perdido ni un ápice de pasión ni de dureza.