«El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante que eso«. Esta famosa cita pronunciada por el mítico y lenguaraz entrenador del Liverpool Bill Shankly compendia a la perfección el tema a tratar en el presente artículo: cuando el fútbol se convierte en algo más que fútbol.
Si ya de por sí el deporte rey levanta las más fervorosas y vehementes pasiones, a lo largo de estas letras vamos a tratar una serie de encuentros que entrañan – o entrañaron- emociones que trascienden más allá de lo puramente balompédico, pasiones de distinta índole que convierten lo que en principio es un simple partido de fútbol en algo más que eso. Y es que en palabras del filósofo francés Michel Foucault, podemos entender que “en nuestra época el fútbol es la sublimación metafórica de la guerra”.
Vamos a empezar nuestro repaso por estos encuentros que trascienden de lo meramente futbolístico por aquél que considero el paradigma de partido de fútbol en que el deporte prácticamente quedó en algo anecdótico. Dos mundos, dos ideologías enfrentadas en un terreno de juego, dos cosmovisiones diametralmente opuestas, antagónicas, irreconciliables, fratricidas:
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DE ALEMANIA – REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA
Ahí es nada. El morbo estaba servido en los prolegómenos de la celebración de la Copa del Mundo de 1974, que iba a tener lugar en la RFA, la Alemania Occidental. La RDA, la Alemania Oriental y comunista, entraba por primera – y a la postre última- vez de su corta historia en el bombo del sorteo de un Mundial de fútbol ¿Querría el azar emparejarlos en el mismo grupo?

El sorteo tuvo lugar el día 5 de enero de 1974 en la ciudad germana de Frankfurt. El azar fue caprichoso. Muy caprichoso. Los más morbosos vaticinios se cumplieron. La mano inocente encargada de sacar las bolas de los distintos bombos emparejó en el mismo grupo de la primera fase de aquel Mundial a las dos Alemanias. Y para más inri se enfrentarían en la última y decisiva tercera jornada de dicha ronda. ¿Alguien da más?
Para poder hacernos una idea de la dimensión que aquel duelo cobraba, nos hemos de poner en contexto en relación con la época histórica que se vivía. Alemania, tras la II Guerra Mundial, había quedado partida en dos: la parte occidental, la RFA, con un sistema político de democracia multipartidista y economía capitalista de libre mercado; habiendo quedado por su parte constituida la oriental como un régimen comunista de partido único, tutelado por la Unión Soviética. Se planteó el partido como una guerra más allá de lo deportivo, sobre todo por la propaganda oriental, que le daba tintes cuasi bélicos y lo definía como un duelo en que se iba a dirimir cuál de las dos Alemanias contaba con la supremacía. En el verde iba a estar en liza la honra de dos naciones que otrora fueron – y luego volvieron a ser- una.
República Democrática | República Federal |
Juergen CROY | Sepp MAIER |
Lothar KURBJUWEIT | Berti VOGTS |
Bernd BRANSCH (C) | Paul BREITNER |
Konrad WEISE | Hans Georg SCHWARZENBECK |
Hans-Juergen KREISCHE | Franz BECKENBAUER (C) |
Siegmar WAETZLICH | Bernd CULLMANN |
Reinhard LAUCK | Juergen GRABOWSKI |
Juergen SPARWASSER | Wolfgang OVERATH |
Harald IRMSCHER | Gerd MUELLER |
Gerd KISCHE | Uli HOENESS |
Martin HOFFMANN | Heinz FLOHE |
Georg BUSCHNER (E) | Helmut SCHOEN (E) |
Vayamos al día del partido. Hamburgo, 22 de junio de 1974. Desde horas antes retumba sobre el Volksparkstadion el zumbido de helicópteros de la policía y del Ejército de la Alemania Occidental. Francotiradores apostados en los altos del estadio y en las azoteas aledañas. Perros policía olfatean cada recoveco del estadio hamburgués, pues la banda terrorista Baader Meinhoff había querido sembrar el pánico días antes amenazando con atentados a gran escala para el día del trascendente encuentro. Los aficionados habían sido instados a ingresar al estadio varias horas antes. Controles exhaustivos, detectores de metales y de explosivos. Y es que el gobierno de la RFA no estaba dispuesto a dar la imagen de inseguridad que ofreció el país en los recientes Juegos Olímpicos de Berlín, en que tuvieron lugar gravísimos incidentes.

19:30 hora local. Da comienzo el encuentro. La poderosa y orgullosa maquinaria de la Maanschaft occidental capitaneada por un tal Franz Beckenbauer contra el Muro proletario oriental, combinado compuesto por operarios de fábricas, ingenieros, barrenderos y trabajadores de diversa índole no profesionales del fútbol. La RDA plantea un cerrojazo atrás, conteniendo no sin sufrimiento las embestidas occidentales. En los primeros compases de partido, llega la más clara ocasión de la RFA, malograda por el legendario ariete Gerd “Torpedo” Muller. El partido va equilibrándose y el ímpetu occidental se atenúa, de modo que el primer tiempo concluye con el 0-0 inicial.
En el segundo período llega el momento clave. Minuto 79 de partido, balón dividido en el área que llega a pies del jugador de la RDA Jurgen Sparwasser, el cual, eludiendo la entrada de un par de rivales se adentra hasta las mismas puertas del área chica y, algo escorado, suelta un latigazo que termina perforando las redes del enemigo ideológico. Gol que serviría a la postre para dar el triunfo a su equipo y el primer puesto del grupo (ambos estaban matemáticamente clasificados y lo que estaba en liza era ser primero o segundo). Hecatombe para la Alemania del Oeste, hasta tal punto que Beckenbauer bautizó aquel día como“el Waterloo de la RFA”.

Si en una lápida pusieran ‘Hamburgo 1974’, todo el mundo sabrá quien yace ahí.»
Jürgen Sparwasser
La propaganda oriental abre todos los diarios y noticieros del día siguiente con la épica victoria proletaria en la mismísima casa del enemigo de clase. Jürgen Sparwasser, por aquella época convencido comunista y militante del Partido Comunista de la RDA, es rápidamente canonizado a los altares por la propaganda del Este. El gobierno de la RDA decretó varios días de fiesta nacional.
En pleno éxtasis oriental en la celebración de la victoria, Sparwasser declaró que su gol fue “un misil lanzado desde el Este hacia el Oeste”. Exaltación de emoción patriótica y enconada rivalidad. Lo dicho, el fútbol como metáfora pacífica de la guerra.
Las consecuencias de esta sonada e histórica victoria fueron paradójicas, pues la RDA, pese a ser primera de grupo, quedaría emparejada en la siguiente ronda en el grupo más difícil, con una Argentina que contaba con Kempes o Brindisi, con la Brasil de Jairzinho y Leao; así como con Holanda, donde jugaba un tal Johann Cruyff. Por contra, la RFA quedó enmarcada en el grupo más benigno, clasificándose para la final, en que derrotó a la Naranja Mecánica, logrando alzar por tanto su segundo Mundial tras veinte años de sequía.
Aquella derrota contra la RDA nos despertó, sin ella no habríamos conseguido ganar este Mundial.»
Franz Beckenbauer tras ganar la Copa del Mundo
Por su parte, el destino de Sparwasser, goleador y héroe de aquella contienda, fue descorazonador. El autor del gol más famoso de la Guerra Fría rechazó una oferta millonaria del Bayern por convicción política y decidió permanecer en el Magdeburgo, terminando su carrera futbolística en la RDA en 1979. No obstante, años después, desengañado del sistema político comunista y, según él, maltratado por las autoridades, huyó a la parte occidental en 1988, aprovechando la disputa de un partido de veteranos. Un año más tarde, en 1989, caía el Muro de Berlín.
Ni el más morboso guionista de cine podría haber concebido una historia como ésta. Enfrentamiento fratricida e ideológico dispuesto por el caprichoso azar en que sale victorioso David contra Goliat. Gol en los compases finales del partido anotado por un fervoroso y convencido comunista que, catorce años después, maltratado por el país que defendió con su sudor aquel 22 de junio de 1974, termina huyendo clandestinamente del mismo cobijándose en brazos del enemigo al que un día odió.
Y hasta aquí la historia de aquel partido que marcó a toda una generación de alemanes de uno y otro lado del Telón de Acero. Aquel partido de fútbol que se convirtió en el duelo con mayor carga política de la Historia del balompié y que, a mí personalmente, me parece uno de los episodios más fascinantes de la intrahistoria de este bendito deporte.