Los que ya me conocen, saben que siempre he sido un fanático de los cromos de fútbol, o estampas, que es como realmente se han llamado siempre en el sur. Mi pasión exacerbada por aquellas pegatinas daría para otro artículo, que prometo escribir, pero hoy sirve sólo de marco. Y es que hace unos días, recuperé uno de esos viejos álbumes noventeros del armario de la segunda residencia familiar, ése que se ha transformado en una máquina del tiempo a los felices y analógicos años 90.
Porque lejos de conformarse con las ediciones clásicas de la liga, mundiales o Eurocopas, la avaricia de Panini llegaba al punto de exprimir el coleccionismo infantil con la llamada Mejores equipos de Europa. Un totum revolutum de clubes de diferentes latitudes del viejo continente sin, a veces, una justificación lógica. Lo cual, avivaba el interés de unos niños que podían experimentar con estampas de otros países cuando no existía el low cost aéreo ni mucho menos, el e-commerce. Un paraíso para los amantes de aquel programa llamado Fútbol Mundial de las mañanas de sábado, que podían encontrarse a equipos tan random como el Auxerre.
Los orígenes eclesiásticos
Pocos clubes en Europa cuentan con un origen tan curioso como el del Auxerre, o como realmente se denomina esta institución traduciendo del francés: Asociación de la Juventud de Auxerre. Y es que el germen del equipo se remite a una organización juvenil que buscaba el fomento de la actividad deportiva en el seno del catolicismo. Sin ir más lejos, la Cruz de Malta de su emblema deja a las claras el carácter religioso de sus inicios. Algo que se acrecienta si conocemos al precursor de la iniciativa, el abad Ernest Deschamps, del que toma su nombre el estadio.

El clérigo instituyó la asociación borgoñona a principios del siglo XX (1905) en respuesta a una ley que promulgaba años antes la separación definitiva entre estado e iglesia. Y no le salió mal la jugada, aunque en sus primeras décadas, el equipo blanquiazul no pasará de categorías regionales. No obstante, siempre quedará para la historia como uno de los cuarenta y ocho miembros fundadores de la Copa de Francia allá por la temporada 1917-18. Una época en la que sus mayores logros se basaban en ganar el derby local contra los laicos del Stade Auxerrois.
No diga Auxerre, diga Guy Roux
El gran cambio del club llega con la incorporación de Guy Roux como jugador-entrenador a las filas borgoñonas en 1961, cuando el mito contaba con apenas 23 años de edad. Para entender la dimensión de la figura del alsaciano en el AJA, basta mencionar los 44 años que ha ocupado el banquillo blanquiazul. No ha habido un míster en este deporte que haya podido alcanzar tal cifra, sólo interrumpida por el servicio militar y un corto periplo en la dirección deportiva, lógicamente, también del Auxerre.
Bajo la batuta de este modesto jugador y ya dedicado en exclusiva al banquillo, los borgoñones van mejorando año a año, temporada a temporada, hasta alcanzar el fútbol profesional. En 1974, trece años después de la llegada de Roux al club, el Auxerre debuta en la segunda división francesa. Un periplo como club amateur en la entonces Division 2 cuyo cénit llegaría en la 79-80, cuando se hace con el campeonato y por consiguiente una plaza en la élite nacional. No obstante, en la temporada anterior, logra el hito de alcanzar toda una final de Copa de Francia, la cual vende cara ante el Nantes en la prórroga.
Los felices años 90
A partir de 1980 el Auxerre se convierte en un habitual de la primera categoría francesa de la mano del eterno Guy Roux. Con altibajos, los borgoñones van subiendo y bajando en los puestos clasificatorios, así como participando en diferentes ediciones de la extinta Copa de la UEFA. Sin embargo, su edad de oro llegaría en la última década del siglo XX. En ella, y hasta 2005, el AJA se consolida como uno de los grandes del fútbol galo, alcanzando cuatro títulos coperos, quedándose a un penalty de una final de Copa de la UEFA y levantando su única Liga en 1996.
Todo ello gracias a una desconocida combinación de jóvenes jugadores, algunos de la casa y otros provenientes de clubes modestos, liderada bajo palos por el malogrado Bruno Martini. Una plantilla que no sólo puso a una ciudad de 34.000 habitantes como Auxerre en el mapa, sino también en los cromos. Hablamos de defensas de la talla de Alain Goma o Taribo West, cuyas carreras florecieron en ligas mayores. Sin olvidarnos de los exoviedistas Danjou o Rabaribony.

En la medular destacaban nombres como los de Philippe Violeau o los internacionales Corentin Martins y Moussa Saïb, que acabarían ambos en nuestra Primera División defendiendo los colores del Dépor y el Valencia respectivamente. Y en la delantera Bernard Diomède y Lilian Laslandes, habituales en la Francia que alcanzaría la gloria en 1998 ante su público. Sin embargo, la estrella de este Auxerre, el director de orquesta, era el francotunecino Sabri Lamouchi. Un talentoso mediocentro que nunca volvió al enorme nivel desplegado en Borgoña en sus aventuras por la Serie A.
La resurrección actual
Tras quince años de éxito, la jubilación de Guy Roux del banquillo borgoñón fue el principio del fin. La deriva en los resultados deportivos ya en 2011 detonó una intensa lucha intestina por el poder con una oposición liderada por el propio Roux y otros ex importantes del club. Un agitado clima que culminó en la caída del equipo a Ligue 2 tras 32 años seguidos en la élite. Una situación, que lejos de ser circunstancial, se prolongó durante diez años hasta el ansiado ascenso de este verano, marcado por la superación de dos tandas de penas máximas.
Ahora, con el veterano Jean Marc Furlan en el banquillo y un plantel repleto de experiencia busca la permanencia que le permita poco a poco asentarse de nuevo en primera. Para ello cuenta con una nómina de jugadores desconocidos para el gran público como Sakhi, Touré o Jubal, artífices del ascenso, a los que se suman caras conocidas como las del guardameta Benoit Costil o el exmilanista Mbaye Niang. Una nómina repleta de trabajo con la que buscar a medio plazo reverdecer los laureles que en los noventa colocaron al Auxerre en la jet balompédica.
Todo un periplo muy interesante y a veces por encima de las aspiraciones habituales para un modesto equipo de una modesta ciudad.
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