Gary Lineker dijo una vez que “el fútbol lo inventaron los ingleses, juegan once contra once y siempre gana Alemania”. Lo que olvidó el mítico delantero británico de los 80 es que la magia siempre la puso Brasil. Quizás porque en aquella década, la canarinha vivía momentos bajos en cuanto a la consecución de títulos. Sin embargo, los que hemos crecido con un balón en los pies siempre hemos visto al combinado sudamericano como el coco, el rival al que nunca deseas enfrentarte en una gran cita. Perder un partido en un mundial a sabiendas que el cruce te depararía jugártela ante la verdeamarelha era poco menos que una catástrofe. Por ello, cuando este hecho se producía, muchos pensaban más que en ganar a los sudamericanos, en encajar el menor número de goles posibles. Pero desde hace un tiempo Brasil ha dejado de dar miedo.
Hace años, un partido contra Brasil era lo más parecido a tener como rival el dream team de Estados Unidos en baloncesto. De hecho, es el único equipo que puede presumir de llevar cinco estrellas en su camiseta. Sin embargo, la deriva física del deporte rey y la globalización de jugadores que ya juegan en cualquier parte del mundo, han igualado los niveles de todas las selecciones. La técnica ya no es tan importante y el brillo amarillo ha quedado ajado en los últimos años, dando paso a la mediocridad. La fiabilidad europea ha provocado que Brasil sea a día de hoy un equipo real al que poder vencer si se trabaja bien en ello. No obstante, desde 2002, su papel en las grandes citas ha sufrido tantos altibajos como cambios en su banquillo. Scolari, Parreira y, sobre todo, Dunga han ido desfilando por la dirección técnica con la dura crítica de sus compatriotas. Actualmente es Tite el encargado de recuperar el lustre perdido.

De hecho, el exentrenador de Corinthians ha sido el gran artífice de la clasificación más difícil que ha vivido el combinado en su historia. Cogió las riendas del club tras la debacle de la Copa América Centenario de 2016, donde los de Menezes no pasaron de la fase de grupos, y con el equipo sexto en la liguilla sudamericana para Rusia 2018. Poco a poco, el mister ha sabido recuperar la confianza de cracks como Neymar o Gabriel Jesus y en definitiva, realizar una gran labor de reconversión y transición. Pero aun así, Brasil no es la que era y este mundial de Rusia es un claro ejemplo de ello. En el primer partido no pasaron del empate ante Suiza y en el de ayer sólo pudieron doblegar a Costa Rica pasados ya los 90 minutos. Pero, ¿dónde está el problema de una de las selecciones con más talento del mundo?
Quizás se encuentre en la generación de futbolistas. Salvo Neymar, que cambió nuestra Liga por una menor como la francesa a cambio de un buen puñado de billetes, el resto de los jugadores ya no ostentan el gran protagonismo de sus clubes en el viejo continente. Willian es muy bueno, pero no es la gran estrella del Chelsea. Coutinho también, pero le queda mucho para hacer sombra a Messi en el Barça. Y Gabriel Jesus aunque sea uno de los cracks del Manchester City, aún tiene un largo recorrido que trazar a sus 21 años. Atrás quedaron los Ronaldinho, Kaká, Ronaldo y otras estrellas que ostentaban roles de jugadores franquicia en sus clubes. Ahí puede encontrarse la primera clave.

La segunda la sitúo en el centro del campo. Hace años que Brasil no cuenta con un mediocentro que porte la batuta del juego canarinho y eso es esencial para que pueda desplegarse el llamado jogo bonito. Casemiro es lo que ahora llaman un destructor y Paulinho es más llegador que cerebro. Por ello, Brasil necesita como el aire a un jugador que ponga la pausa, la técnica y sobre todo, el orden en un esquema plagado de individualidades. Y es que Romario no era nada sin Mazinho, por ejemplo. Quizás la solución se encuentre en casa y retrasar a Coutinho mejorase la distribución, algo que muchos verían como un sacrilegio. Pero en este fútbol es necesaria la inteligencia más que nunca y al igual que sucede con Argentina, los partidos no se pueden ganar sin centro del campo.
Sea como fuere, Brasil ya no da miedo. Hoy en día es otra selección más, muy difícil de batir claro está. Actualmente, con buenos marcajes a los chispazos de Neymar o Willian se le puede ganar a un equipo que antes parecía de otro planeta. Estaremos pendientes de su evolución en el Mundial aunque eso sí, de pasar España, siempre preferiré que nos toque otra selección porque la magia nunca se pierde.