Hoy decimos adiós al primer mes del nuevo 2019. Esto significa que nos encontramos ante uno de esos días marcados por la bulliciosa actividad de las secretarías técnicas. En este jueves se cierra la ventana de fichajes de invierno, el gran momento dedicado a poner parche a las carencias de cada plantilla. No obstante, el cénit de esta etapa ya lo ha protagonizado el maravilloso baile de delanteros que ha sacudido media Europa. Cuales fichas de dominó, el movimiento de Higuaín al Chelsea, desencantado con Milán, desencadenó una serie de permutas en equipos de todo el continente. La vorágine implicó la salida de Morata al Atlético de Madrid, la llegada a los rossoneri de Piatek y el fichaje de Sanabria por el Genoa para suplirlo. También ha movido ficha el Barça incorporando a De Jong, pero hoy no toca hablar del mercado que cierra hoy sus puertas.
Porque hoy también es un día señalado de cara a la segunda competición del país, la Copa del Rey. Y el atractivo de este año hace necesario dirigir el foco hacia el torneo. Sobre todo por el partido que puede suponer el pase a semifinales del Real Madrid ante el Girona. Ya esperan tres equipos el sorteo del viernes: Barcelona, Betis y Valencia. De los tres sólo el Barça se ha librado de la tensión del knockout en los envites de vuelta. Aunque el problema aparece cuando esa tensión inherente a la competitividad desemboca en violencia. Por ello, y para que no sirva de precedente sino de aviso, no podemos dejar pasar un episodio tan oscuro como el que tuvo lugar en los minutos finales del Valencia-Getafe. Principalmente, porque constituye el paradigma del típico caso a evitar en la tarea de eliminar este escollo para el deporte.

En primer lugar, la actitud de los entrenadores en este affaire ha sido más que censurable. Lejos de apagar el fuego que la prensa se encargaba de atizar, tanto Marcelino como Bordalás optaron por caer en la provocación. Tras la victoria exigua de los azulones en la ida, el técnico valencianista quiso utilizar el expeditivo juego de los getafenses como excusa a la derrota. Esto originó un cruce de declaraciones en sala de prensa que llevó a recuperar incluso el penoso caso de los insultos de la mujer de Cata Díaz a Bordalás. A veces, parece que personajes tan mediáticos como los entrenadores de Primera no se dan cuenta de la repercusión que pueden alcanzar sus actos. Las palabras calaron en las aficiones y el ambiente se caldeó en un momento ya convulso por la cruzada anti-VAR. ¿Dónde quedó la diplomacia?
Y claro, el resultado ya estaba escrito. Si la persona que debe imponer el sosiego en un vestuario se dedica a jalear a los suyos, la agresividad no tarda en llegar. Por ello, no sorprendió la multitudinaria pelea con la que se cerró la remontada valencianista. Una tangana que les ha costado cuatro partidos de sanción a Diakhaby, Bruno y Damián, y dos a Mata. Que esto suceda en una época marcada por la misión de erradicar la violencia de los campos de fútbol exige un análisis claro de lo ocurrido, empezando por el enfrentamiento verbal y público entre los dos entrenadores. No podemos anestesiarnos ni normalizar las peleas perpetradas bajo el paraguas del deporte. Por ello, y sin menguar un ápice mis felicitaciones a los equipos clasificados, dirijo la mirada hacia un hecho deleznable que no se puede volver a repetir.