Sí, soy un balón. Qué ocurre. Millones, dicen millones. Soy el fichaje más importante y yo no veo ni un triste euro en mi cuenta corriente. De corriente nada. Directamente, no tengo y no necesito. Aunque soy muy importante. No me gusta presumir, pero sin mi presencia este juego no sería lo que es.
El público es sabio y ha pagado su entrada por verme recorrer el campo de arriba hacia abajo. Me sé todos sus secretos. Dónde se moja más cuando lo riegan. Con esta información hacer sufrir, desde el mejor pasador hasta el más imbatible de los porteros, es un placer culpable.
No es jugar limpio, pero sin errores y cantadas qué soso el fútbol. La gente lo comenta, lo agradece y hace chistes y memés esos del internet. Son como críos. Sin son buenos, les regalo un par gordos por temporada.
No me reconocen el mérito. Eso duele. Gol clavado en la misma escuadra. Vaya delantero, qué dominio de la zurda. Del salto que ha metido el balón para esquivar las manos del guardameta, nadie dice ni escribe nada. Mamones.

Si hubiera querido, tendrían Ligas y Copas equipos inimaginables. De vez en cuando nos gusta dar un bombazo y que la gente no salga de su asombro. Eso no está pagado con nada. Os lo digo yo. Y cuando no quiero entrar a gol, no entro. Nada más que hablar. Me descojono de estos entrenadores, en medio de una eliminatoria, sacando jugadores de ataque creyendo que así me dominarán. No es no.
Y los que se ponen a escribirme sin mi permiso para que un humano se me lleve a casa, les digo que no hay derecho. Si he sido yo el que le ha regalado un hat trick. Firmarle a él por todo el cuerpo y guardarlo en el armario de utensilios del equipo.
Qué manía de cuando entro y estoy al otro lado de la línea de gol, que me coge uno con sus manos, a saber dónde estuvieron antes, y me coloca en el centro del verde. Como si fuera gilipollas y no me supiera el camino. Otro día hablamos de las patadas. Qué suerte tienen mis primos del balonmano. Grupo de enchufaos.
Tranquilidad. Soy un currante más. Una ínfima parte de un inmenso total. Yo a lo que he venido a este mundo: fingir que soy tonto y otros deben guiarme sobre cómo debo moverme. Nadie dice palabras bonitas. Algún beso en algún penalty aislado. Son unos bestias. Que me pierdo, da igual. Un sustituto en manos del recogepelotas de turno.
Sí, soy un balón. Qué ocurre . A mucha honra. Qué asco madre mía. Así juego tras juego, título tras título. Soledad y el infravaloramiento eterno. Mi vida no es redonda ni mucho menos.