No conozco personalmente a Joan Laporta, pero desde fuera da la impresión de ser alguien con una marcada personalidad, cierto afán de protagonismo y liderazgo. Esto en sí no debería ser malo, sin embargo en el caso del presidente del FC Barcelona no parece que sea el caso. O eso, o la manera en la que está gestionando el club en esta segunda etapa está siendo un caos.
Mi análisis se basa simplemente en lo poco que dura la gente que tiene que trabajar con él. Ya sorprendió en su momento la salida de Ferran Reverter, antiguo CEO de MediaMarkt y director general del club, justo antes de que se hiciera oficial el acuerdo de patrocinio con Spotify o la de Jordi Llauradó, máximo responsable del Espai Barsa, que abandonó el club cuando se adjudicó la obra a la constructora turca Limak. Ahora quien se apea del barco no es ni más ni menos que el alma de la dirección deportiva: Mateu Alemany.
Alemany ha demostrado en estas dos temporadas que está entre los mejores. Con un perfil bajo, ha realizado operaciones increíbles tanto por el corto espacio de tiempo disponible, ahí está el mercado de invierno de la pasada temporada, como por negociar trayendo jugadores de primer nivel pese a las restricciones económicas del club.
Sobre la marcha de Mateu hay varias teorías, y posiblemente la causa sea una mezcla de todas. Por un lado está el Aston Villa quien, de la mano de Unai Emery, le más que duplica su actual salario. Por otro lado, los hay que ven en esta salida el hartazgo de Alemany con ciertos miembros de la directiva culé, principalmente del Vicepresidente del área deportiva Rafa Yuste y del propio Laporta, quienes no dudan en meterse en la parcela deportiva imponiendo fichajes o bajas en contra del criterio de la dirección deportiva. Algunos ejemplos que han sido publicados son la renovación de Sergi Roberto, a la que Mateu se negaba o la llegada de Azpilicueta que fue parada por Rafa Yuste. En la lontananza muchos ven la llegada de Messi como la gota que colmó el vaso.
Sea como fuere, la realidad es que a Laporta se le van cayendo piezas en cada temporada y esto debería, como mínimo, servir de toque de atención para recapacitar sobre la manera en la que lleva las riendas del club. Intuyendo lo que uno ve del personaje, no parece esto algo plausible de suceder.
Una muestra no solo de la forma peculiar de gestionar la presidencia de Laporta sino de los aires de confusión y descomposición en el club, de la inseguridad que se ve en dirigentes acerca de futuro de la entidad que parece haber tomado el camino de una huida hacia delante.Habrá que seguir ese camino con expectación por los no barcelonistas ,y preocupación por los culés sensatos,los otros que sigan cerrando los ojos.
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