El gol es una explosión de alegría extraordinaria. El gol no entiende de escenarios ni de divisiones, ni de fútbol profesional o amateur. El gol te hace feliz, ya sea en una pachanga con tus amigos o en el mayor de los templos futbolísticos del mundo. Yo siempre jugué de portero, pero tuve la suerte de disputar algunos partidos de delantero y lograr tres goles en la más baja de las categorías del fútbol provincial sevillano y el instante en el que te das cuenta que el balón va a acabar en el fondo de la portería es mágico.
Obviamente, el grado de intensidad con el que se siente varía dependiendo de la importancia del momento y del lugar. No es lo mismo meter un gol en el campo de fútbol de la Unión Lepanto de Mairena del Aljarafe que en el último minuto de la Final de la Liga de Campeones en el Camp Nou. Pero hay un denominador común que debería respetarse en todos los goles que se consiguen en cualquier partido de fútbol: celebrarlo con pasión y respeto. Desgraciadamente hay múltiples ejemplos contrarios a ello.
Esta temporada hemos visto a Antoine Griezmann celebrar un gol tirando confeti y ese espectáculo se une a una lista de celebraciones irrespetuosas e inapropiadas que es enorme: cortes de manga, esnifar la línea de fondo, orinar como un perro junto al banderín de córner, bailecitos ridículos o malos gestos a la afición rival.

Todos sirven de mal ejemplo para muchos niños que ven a sus ídolos hacer esta indebidas celebraciones y que luego recrean en sus partidos. Con lo fácil que es dar riendas sueltas a la pasión y a la felicidad con respeto y tolerancia al rival, se empeñan muchos en humillar al contrario.

Y se preguntarán ustedes que por qué hago referencia a este tema. Pues la respuesta la encontramos en la Final del Mundial de España de 1982. En ese partido se vio una de las celebraciones más míticas e icónicas de la historia del fútbol.
Marco Tardelli, que hoy cumple sesenta y cinco años, celebró el segundo gol italiano corriendo emocionado con los puños apretados y gritando gol una y otra vez. Así de simple, bonito y emotivo. Es la celebración perfecta. Ni le sobra ni le faltan cosas.
El centrocampista italiano tiene un palmarés bastante bueno. Logró ganar las cuatro competiciones europeas a nivel de clubs (Copa de Europa, Recopa de Europa, Copa de la UEFA y Supercopa de Europa), cinco Scudettos y dos Copas de Italia con la Juventus FC. También jugó en el AC Pisa, Como 1907, y FC Inter en Italia y en el FC St. Gallen suizo, club donde se retiró en 1988.
Con la selección italiana Marco Tardelli ganó el Mundial de 1982 y participó en los de 1978 y 1986. Fue seleccionador sub 21 de Italia y de Egipto y entrenó al Como 1907, Cesena FC, FC Inter, SSC Bari y SS Arezzo.
Desgraciadamente el mundo del fútbol ha cambiado a peor desde entonces en este aspecto. Hoy, las grandes estrellas, son productos mediáticos que están más preocupados en salir guapos en la televisión que en celebrar goles de manera sencilla junto a sus compañeros. Son campañas de marketing que tienen que rendir cuentas con sus patrocinadores y que convierten sus celebraciones en shows lamentables, artificiales y alejados de la pasión y el respeto. Así de triste.