El Atlético de Madrid se proclamó ayer campeón de la Liga 2020 / 2021. Es la undécima que acabará en sus vitrinas y la segunda de la era de Simeone como entrenador. De esas once temporadas en las que finalizó campeón, cuenta la estadística que en diez ha tenido que esperar a la última jornada para hacerse acreedor al título. En este caso, rizando el rizo, ha necesitado remontar en los dos últimos partidos disputados para no verse superado por el Real Madrid.
Esto muestra una forma de ganar un título muy acorde a la idiosincrasia de los colchoneros. Nada es fácil en la vida, como en el fútbol, aunque a veces algunos equipos hagan que parezca que sí lo es. El éxito cuesta, exige dedicación y trabajo. Por ahí se entiende esa «otra forma de ver la vida» que el Atlético ha utilizado como lema en más de una ocasión. La última, en el cartel de la celebración de esta flamante Liga.

Perdonen si no realizo un análisis muy profundo y sesudo de lo que ha mostrado el Atlético durante la presente temporada. En el fondo, no se si tendría demasiado sentido, teniendo en cuenta que el torneo es ya agua pasada.
En TresCuatroTres hemos constituido una pequeña tradición. Que un redactor aficionado al equipo campeón escriba el artículo del día después de la consecución del título. Y claro, es una tradición que da pie a escribir más desde el corazón que desde la cabeza.
Si les digo la verdad, a la alegría inmensa que supuso la remontada ante el Osasuna de la jornada anterior, el pitido del árbitro que corroboraba la victoria en Valladolid y, en consecuencia, la certificación del campeonato, ha supuesto en mayor medida una tranquilidad que una alegría desmedida. Tal vez el hecho de estar varios meses en cabeza de la clasificación o haber tenido una ventaja casi histórica sobre los perseguidores. Que casi desde el final de la primera vuelta se diera por descontado al Atlético como campeón, ha convertido este final de la Liga en una liberación de tensiones por encima de una fiesta.
Y es que el Atlético ha vivido tres fases durante esta temporada exitosa. La primera, sublime. Prácticamente toda la primera vuelta fue un equipo que llegaba, encerraba a los rivales en su campo, volaba, regateaba, se gustaba y marcaba con cierta facilidad. Incluso, para colmo, no recibía goles. Los colchoneros agradecían al Barça la ventajosa operación de fichaje de Suárez. Joao Felix mostraba por doquier las maravillas que llevaba dentro. Carrasco eludía rivales con facilidad. Llorente siempre estaba en el sitio indicado. Trippier alcanzaba línea de fondo mil veces por partido. Jugadores que parecían poco relevantes, como Herrera o Lemar, manejaban el juego con brillantez, Koke mandaba…
Con el principio de año, aunque seguían acompañando los resultados, los engranajes no funcionaban con la misma fluidez. El equipo parecía un poco más pesado, le llegaban algo más, le costaba más robar en campo rival…
Así desembocamos en la segunda fase de la temporada colchonera. Una tormenta perfecta de lesiones, infecciones por coronavirus y la inoportuna sanción a Trippier empiezan a generar problemas en las alineaciones del Atlético. Simeone se ve obligado a mover cosas, empieza a jugar con cinco defensas, prueba a Llorente de lateral, etc. El resultado, al Atlético le saltaron las costuras y empezó a dejarse la extraordinaria ventaja que había cobrado. Mientras, Real Madrid y Barça, que al arranque de Liga llegaron desconectados, empezaban a carburar, sin olvidar a un Sevilla FC que no se despegaba del todo.
Como consecuencia, el bajón en resultados generó un círculo vicioso que acrecentaba la desconfianza de los jugadores en sus posibilidades, dando lugar a más malos resultados. Ni siquiera la recuperación de jugadores importantes (algunos, como Joao Felix, ya no volvieron a ser los mismos que al principio de la temporada) pudo frenar la sangría. Al final, se llega a un momento en el que el Barça recibe al Granada con la posibilidad de desbancar al Atlético del liderato en caso de victoria, con solo cinco jornadas más por disputarse.
Y ahí empezó la fase de resiliencia del Atlético de Madrid en este torneo. Los de Diego Martínez vencieron a los de Koeman, frenando la brutal remontada clasificatoria del Barça. A partir de ahí, sin demasiada gasolina ni la brillantez de los primeros partidos, los del Metropolitano decidieron resistir. Porque como dijo el Cholo hace unos años, cuando hay que morir, sus jugadores mueren.

Y decidieron vender caro el liderato. Y a base de remontadas, penaltis recibidos en los últimos minutos que no entraban y sufrimiento a toneladas, mantuvieron la cabeza de la clasificación hasta el final. En otra de esas frases de celebración de título que Simeone parece trabajarse tanto o más que los partidos, este año tan extraño, con tanto sufrimiento en todo el mundo, tenía que ser el Atleti quien estuviera ahí arriba. Como cantaban Leiva y Sabina, «no me habléis de resistir / es mi Atleti de Madrid / No me vengan con lamentos / hablo de sobrevivir».
No debe ser fácil ser un «soldado del Cholo«. Un entrenador sentimental a su manera, que parece tener muy claro quienes son de su cuerda y quienes no. Con los suyos, a muerte. Al que no esté de su lado, ni agua. Algunos jugadores le han llegado con buen nombre y han pasado por sus manos sin pena ni gloria. Simeone elige a los suyos y los encumbra. Como ese Marcos Llorente que apuntaba a juguete caro y roto. O ese Correa de quien no consiguieron desprenderse hace un par de años y ahora brilla como titular en la última fase del curso y goleador en el partido decisivo.
Otros, como Lodi o, sobre todo, Joao Felix, siguen recibiendo oportunidades de parte de Simeone, aunque no terminen de darle lo que necesita. Porque, a la inmensa alegría y mérito que supone ser campeón, no hay que negarle el análisis de las causas por las que el equipo ha pasado de los 50 puntos de la primera vuelta a los 36 de la segunda. Igual que no hay que negar que los gigantescos Real Madrid y Barça, sin estar bien, han estado peleando hasta el mismo último segundo (en el caso de los blancos) o hasta un par de jornadas del final (en el caso de los blaugranas). Esto supone que, para superarles, el Atlético sigue necesitando que no estén a su máximo nivel.
Aunque muchos tengan la tentación de colocar al Atlético de Madrid en el mismo escalón que Real Madrid y Barça, aun no tiene ese poderío que te lleva a ganar títulos o estar en finales pese a tener un año de transición o de crisis. Hace unos días hacía recuento y, en mis 43 años de vida, había visto 17 Ligas para el Real Madrid y otras 17 para el FC Barcelona. Dos para el Atlético, las mismas que para Athletic, Real Sociedad y Valencia. La restante, fue para el Dépor. Esa rutina victoriosa tan enorme pesa, no solo económica sino también mentalmente.
Toca celebrar, aunque no por ello debemos olvidarnos de los que verdaderamente sufren el mayor shock de este final de Liga. Los tres descendidos son a los que, de verdad, les cambia la vida. Mucho más que al campeón, aunque éste cope las portadas. Éibar, Real Valladolid y SD Huesca merecen las últimas palabras de cualquier repaso que se haga a la temporada. Y un abrazo. De quien ha visto descender a su equipo y ahora lo ve campeón.
Enhorabuena a los colchoneros y mi consuelo a los descendidos,que como dice el autor son a los que más le cambia la vida.Y ojalá el próximo campeonato sea tan abierto y competido como el actual.
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