Es posible que una persona que conozca bien el refrán piense que existe una errata en el título, que el refrán dice que “más vale ser cabeza de ratón que cola de león”. Pero he aquí uno que se toma sus libertades -y desde aquí quiero agradecer el espíritu libre que gobierna esta redacción- y que justo quiere titular el artículo así: cola de ratón.
Era mi intención hablar de los equipos best sellers en Europa, de como el Borussia de Dortmund lo ha vuelto a hacer con la operación del norteamericano Pulisic, que acabará en el Chelsea a cambio de 64 millones de euros o el Oporto con Eder Militao, que, a falta de solventar algunos desacuerdos de última hora, deberá acabar en el Real Madrid a cambio de 50. En España se hablaba del Sevilla y de Monchi cuando aparecían esas operaciones, pero jamás el Sevilla ha vendido a esa escala. Al final descarté el tema, o postergué, porque algún día me gustaría volver a él.
Y lo postergué porque entiendo que hay algo que tiene una mayor relación con la actualidad, con la sevillista, precisamente. En el recientemente cerrado mercado de invierno ha habido dos jugadores, incluso tres, que han sido múltiples veces nombrados en prensa por su más que probable efímero futuro en clave nervionense. Ellos son Ever Banega, Wissam Ben Yedder y Pablo Sarabia. Los tres tienen cláusulas que en su tiempo pudieran entenderse adecuadas, pero que hoy están desactualizadas. Estas cláusulas del pasado son asequibles para muchos y, no sabemos muy bien por qué, los jugadores finalmente han decidido permanecer, como mínimo, hasta que se vuelva a abrir el mercado. Supongo que ha habido trabajo de club y de vestuario para que así sea.

Y yo, iluso donde los haya, espero que su principal razón sea la de que más vale ser cabeza de ratón que cola de león. Sobre Ben Yedder apenas ha habido caso. Sobre Banega, su pretendiente era bien conocido, el Arsenal de Unai Emery. Pero este Arsenal, que es un equipazo, no está muchos escalones por encima del Sevilla. Es probable que en el siglo XXI esté casi por debajo, al menos en cuanto a éxito deportivo. Si entran otras variables, entre ellas el dinero, las cartas varían. El cambio de aires de Banega le hubiese traído mucha lluvia, de millones y de la otra. Pero además Banega ya ha tenido la experiencia de irse a un Inter de Milán que no termina de ser el que fue y su experiencia no fue positiva. Por eso quiero centrarme en Sarabia, porque entiendo que su caso es el que arrastra más verdad consigo.
Sarabia tiene una cláusula, si los mentideros están en lo correcto, de unos 22 millones de euros. Vino por unos pocos cientos de miles. La operación es positiva. Pero ya no es suficiente. El Sevilla quiere actualizarse y para ello es fundamental que las cláusulas más bajas estén en torno a unos 30 o 40 “kilos” por tus jugadores con menos mercado. Alguien como Sarabia debería tener un precio de 75 millones en adelante y más si tu pretendiente es el Real Madrid. Sí, ese equipo que va a pagar 50 al Oporto por Militao.
Es por ello por lo que Joaquín Caparrós lleva tiempo intentando renovarlo. Pero no termina de hacerlo. El agente de Sarabia se resiste. Ya perdió una interesante mordida en lo que debería haber sido su primer gran traspaso, pero el buen hacer de la secretaría técnica sevillista en aquellos tiempos y algún que otro factor externo lo impidieron. ¿Existirán favores por hacer? El caso es que Sarabia no renueva y que el Sevilla está plantado en una oferta que venden como más que adecuada.
Los que seguimos el juego de Sarabia sabemos que es un jugador terriblemente efectivo. Parece hecho para la estadística. Tiene la habilidad de fallar mil veces y acertar justo la que tiene que acertar. Para mí eso es virtud. Pero es una virtud que genera murmullo. Con su juego sucede que, si hablas mal de él durante el partido, lo más normal es que te acabe tapando la boca. Si, soy culpable.
El problema que se está produciendo con Sarabia es que a su juego fallón y eficaz (qué paradoja) le acompaña la falta de renovación. Eso a la grada no le gusta y ya le señala como uno de los principales culpables del bajón de juego y resultados que se ha producido en el Sevilla en el último mes y medio. Es cierto que está más fallón y menos eficaz. Pero es que lleva 30 partidos siendo justo lo contrario. Desde aquí no lo vamos a reivindicar. Nuestro deseo, sin duda, es que un día se siente en rueda de prensa con una sonrisa sincera a hablar de esa firma que extendiese su vinculación con el Sevilla. Pero entonces habría hecho caso al refrán y, no sé por qué, me da en la nariz que él, como muchos otros lo han hecho antes, y con la manteca por delante, eso sí, prefiere probar a ver si puede ser algo más que cabeza de ratón (como puede considerarse con su buena trayectoria en el Sevilla) o en cola de león (una de las opciones más lógicas si arribase en el Real Madrid). Hay élites y élites. A mi como aficionado me cuesta reconocerlo, me cuesta mucho aceptarlo. Pero hay escalones muy empinados que está costando mucho subir.

El matiz, como dice la famosa canción, viene después. ¿Cuántos jugadores de la élite que conforman buenos equipos han buscado la súper élite y se han acabado perdiendo en China, Turquía o en la República Bananera de Vaya-usted-a-saberistán? Pues aquí está la segunda paradoja que quiero exponer en el artículo: ¿no piensan ustedes que muchas veces el paso previo para convertirte en cola de ratón es intentar ser cola de león? No cabeza de león, sino cola. El paso a un transatlántico siempre es muy complicado. Me vienen a la mente operaciones como la de Jackson Martínez, el regreso de Morata al Real Madrid, Alcácer en el Barça… Muy difícil. Aún Morata y Alcácer se mantienen en equipos top. De Jackson Martínez se empieza a borrar el recuerdo.
Todos pensaron que podrían haber sido cabezas de león. Algunos han acabado en colas de ratón. Pero ¡qué sabré yo, si siempre he sido más de usar la cabeza que la cola!