El juego y la delincuencia. Los casinos y las trampas. El crimen organizado devorando con sus ensuciadas fauces la escasa credibilidad que le queda a un deporte que perdió, hace demasiado tiempo, las reglas de honor con las que fue fundado.
La noticia salta y vincula al escarnio a un grupo de futbolistas cuya mayoría tiene en común la condición de canteranos de uno de los centros del universo. Suponiendo que sus orígenes no tengan nada que ver, ahora están en franca retirada y, por lo que se ve, no fueron capaces de reunir lo suficiente para asegurarse el futuro. Quizás sí lo reunieron, pero ya saben, hay ritmos de vida de difícil mantenimiento. O ambiciones no acordes al talento innato. Y no es la primera vez que ocurre. Hablamos de los amaños de partidos.
Son juegos de tahúres, pero también de necios. Scorsese nos lo dibuja en el violento y crudo drama de la impresionante Casino, o en la extrema y excesiva biografía de El Lobo del Wall Street. Guy Ritchie lo hace en su delirante descripción de los bajos fondos del hampa londinense. En las de Scorsese el listillo cae. Ritchie es más benevolente. En la primera el rodillo del crimen organizado les pasa por encima, en la segunda, la Ley. En la tercera es la suerte quien los libra. De momento, en nuestro fútbol, a los presuntos listos se les ha detenido.
Hablo en general, no de este caso en concreto, cuando pienso, incrédulo, en estas situaciones. En esos necios que se miran al espejo y tienen la sensación de ser los más listos. Esos que duermen a pierna suelta por esa especie de sensación de inmunidad diplomática que los acoge y sustenta. Pues son esos los que caen. Y, valga la redundancia, que la justicia caiga, con todo su peso, sobre ellos.

No es el juego una cuestión baladí. Este negocio alrededor del negocio es también fuente de financiación de clubes, competiciones, federaciones… ¿De verdad esperamos que no nos salpique? Se estima que en 2018 el juego online movió unos 17.000 millones de euros. Un poder escondido y con unos intereses muy claros. Ya se han dado casos en los que se está alterando el resultado deportivo en favor de determinadas estadísticas que favorecen un ulterior reparto de beneficios que no han sido ganados en buena lid.
Pero, desgraciadamente, el dinero lo legitima casi todo. El comportamiento vil y el engaño. El dinero es la herramienta más eficaz para encontrar al ruin y al débil. También es el indisoluble compañero de la corrupción, como un matrimonio de esos de los antiguos a los que solo la muerte separaba. La influencia de las casas de apuestas en el deporte es algo difícil de frenar si no es con la declaración clara e inequívoca de los gobiernos de cualquier condición y estado de que estamos ante un problema mucho mayor. Y se regule para ello.
Genera corrupción, de acuerdo, pero el mayor problema es que una de las vías de penetración es el de la permeabilidad de las mentes de los menores. El acceso al juego online es ilimitado. Las casas de apuestas se multiplican ofreciendo unos beneficios sin fin y unas condiciones inmejorables. Pero muy mejorables son las condiciones de control para poder participar en esta ruleta de azar en la que siempre gana la banca. Hay que hacerlo difícil y mediante identificación del individuo que solo debe manejar su propio capital, esto, como mínimo. Que no dependa de algo tan sencillo como realizar un registro. Muchos adolescentes ponen en juego el dinero que no tienen, llevando a sus familias a situaciones angustiosas. Mentes que aún no han alcanzado su madurez jugando con el esfuerzo de sus progenitores. Enganchándose. Arruinando todo a su alrededor. Mala cosa.
A eso se le une el componente de adicción con el que estos juegos se alojan en la cotidianeidad de la vida de las familias. Desconozco si estas empresas de juego aportan en forma de impuestos lo suficiente para cubrir el gasto psicológico que generan. La regulación de las apuestas se antoja insuficiente y las detenciones que ahora se llevan a cabo son una prueba de ello.
El engaño económico genera dramas sociales crudos y reales para que unos pocos puedan llevar esas vidas hinchadas de hedonismo y falso bienestar como la que vimos protagonizada por un magnífico Leonardo di Caprio en su papel de Jordan Belfort en El Lobo de Wall Street. Este negocio sirve para que las empresas que han montado la tela de araña se enriquezcan sin fin con unos beneficios en clara ascensión, año tras año, sin pagar por unas consecuencias sociales con costes personales y pecuniarios que también crecen a un ritmo insospechado.
Quizás estos pocos detenidos no tengan la culpa de que todo esto esté montado así. Seguro. Presuntamente solo pretendían obtener unos complementos para sus rutilantes economías, o quizás estaban ayudando a amigos que lo estaban pasando mal. No podemos saber cual era el objetivo de cada uno de ellos. Pero parece que eligieron el camino fácil de la vida, ese que te define como el más listo de la clase cuando todo te va bien, pero es también el camino más rápido para el suspenso. El camino de los parias. Y este camino ha desembocado en varias detenciones. No se detiene a cualquiera. Aquí ha habido tomate.

Añadan a esa noticia el rumor del partido entre Valladolid y Valencia, a estas horas investigado por la policía. En este caso un equipo obligado a vencer. Otro salvado. Uno jugándose las castañas, el otro una pachanga. Para mí se dio el resultado lógico. Pero repasen el partido. Vean los goles. Si la cosa queda ahí, y no hubo beneficios con casa de apuestas de por medio, todo bien. Nada de lo que sucedió tiene por qué parecerme extraño. Pero si hay algo más, el escándalo sería mayúsculo. Estaríamos hablando de La Liga, esa competición que nos venden como la mejor del mundo aunque diste mucho de serlo. Ya saben, este año en España sólo hemos tenido el escándalo de la final en Tánger (con la limitación del aforo para las mujeres), la deshonrosa aplicación del VAR, por mucho que nos lo venda Velasco Carvallo, unas cuantas detenciones, partidos sospechosos de haber sido amañados, alineaciones indebidas, pero no denunciadas, en Copa, acabo de leer que el Recreativo de Huelva ha denunciado al Fuenlabrada por el mismo motivo…
Después algunos señores desde su pedestal se atreven a hablarnos de valores, ¡valores! Permítanme que me ría. Pero mucho.