Hay goles que nunca olvidas. En mi caso uno de esos se marcó un 19 de mayo de 1996. Nos situamos en un estadio de Mestalla lleno y con un público entregado. Penúltima jornada de liga. El Valencia de Luis Aragonés persigue al líder, el Atlético de Madrid de Radomir Antic. Los colchoneros empatan en Tenerife, ese empate le da vida a un Valencia que necesita sumar los 3 puntos ante el Español para tener esperanzas de superar al Atlético en la última jornada. Minuto 60, los chés marcan gol, y ese tanto lo anota Carlos Arroyo, “el príncipe de Alcorcón”.
Eskurza lanza el balón arriba en busca de un atacante que os sonará, con el “8” en la espalda, Pedja Mijatovic. Dispara el montenegrino solo ante el guardameta rival Toni, muy cerca del delantero. El balón le cae a Viola que también chuta pero Toni vuelve a evitar el gol, pero finalmente ese esférico lo encuentra Carlos Arroyo que con una clase enorme con la pierna dispara con la potencia justa para que ese balón entre en la portería del Español. “Gool”, la Liga aún es posible para el Valencia.
Aquel gol refleja lo que fue este delantero. Sin hacer ruido, siempre por detrás de atacantes más mediáticos, se ganó el afecto de la grada hasta convertirse en uno de sus favoritos. El comodín preferido para encontrar el gol que utilizaron los entrenadores que pasaron por el banquillo ché cuando los partidos se cerraban. Llegó al Valencia como joven promesa procedente del Alcorcón, y terminó convirtiéndose en un “hombre de club”, siempre dispuesto a tirar del carro del equipo. Aquel importante gol en la historia ché fue su último tanto como valencianista, ya que poco después se marcharía al Villarreal donde en su segunda temporada consiguió un ascenso histórico para el club castellonense.
Aquella Liga 1995-96 la terminaría ganando el Atlético en una última jornada de transistores. Los colchoneros llegaban con 84 puntos, el Valencia con 82. El equipo de Radomir Antic ganó de forma cómoda al Albacete, al cuarto de hora Simeone ya anotaba el primer gol del definitivo 2-0. Los valencianistas conocedores del sueño imposible empataban en Vigo frente al Celta, y luego, su hinchada los recibía en el aeropuerto de Manises al grito de “No pasa res, la lliga l’any que ve” (“no pasa nada, la Liga el año que viene”).
El mandato del Príncipe de Alcorcón
A inicios de los años 80 el Valencia rastreaba con asiduidad el fútbol modesto madrileño para encontrar jóvenes perlas para su cantera. En el Alcorcón, por entonces de Tercera, destacaba un chico de 15 años que ya había debutado con el primer equipo y del que muchos ojeadores hablaban muy bien. Aquel joven futbolista se llamaba Carlos Arroyo y el Valencia apostó por él. En 1984 el atacante fichaba por los chés, cuentan que el club quería que primero creciera jugando con el filial y poco a poco fuese disputando partidos con el primer equipo sin embargo aprovechó sus primeras oportunidades.

Una huelga de futbolistas profesionales nada más comenzar la Liga provocó que los equipos disputaran una jornada con sus jóvenes jugadores de la cantera. Y en ese partido Arroyo sorprendió a la grada por su calidad. Como anécdota, el delantero debutó de forma oficial con el Valencia ante el Español, un aviso de lo que le vendría años más tarde como acabamos de recordar.
Tras aquel partido regresó a jugar con el equipo filial pero solo unos meses, porque en la segunda vuelta de la competición comenzaría a formar parte del primer equipo que vivía unos años difíciles. El club realizó un esfuerzo económico por remodelar el viejo estadio de Mestalla y se vio obligado a vender a sus principales estrellas en las siguientes temporadas. Cada año se acercaba un poco más al abismo hasta que en la primavera de 1986 se consumó lo que nadie imaginaba, el Valencia bajaba a Segunda.
Aquel descenso sirvió para que el valencianismo resurgiera de las cenizas aún con más fuerza. El graderío de Mestalla se llenaba más que nunca, y la apuesta del club por sanear sus cuentas y confiar de forma decidida por los más jóvenes daba sus frutos. Jugadores muy jóvenes como Quique Sánchez Flores, Giner, Fernando Gómez, Voro y, por supuesto, Carlos Arroyo daban un paso adelante y lideraban un equipo que regresó a la élite al primer intento.
El delantero madrileño con el paso de las temporadas se afianzaba como uno de los pilares del equipo en ataque con la total confianza de sus entrenadores como el uruguayo Espárrago. Llegaban jugadores con más nombre como el búlgaro Penev, Eloy, Mijatovic, Salenko… pero Arroyo siempre terminaba contando con muchos minutos. No era un jugador fijo en los onces de Hiddink, Parreira, Rielo ó Luis Aragonés, pero lo jugaba casi todo entrando casi siempre desde el banquillo.
Durante 12 temporadas el “príncipe de Alcorcón” reinó en Mestalla hasta convertirse en uno de los futbolistas que más tiempo y partidos han disputado de la casi centenaria historia ché. Luis Aragonés recomendó su marcha del club cuando tenía 30 años y Arroyo demostró que aún tenía fútbol en sus botas. Fichó por el Villarreal donde fue un jugador importante. El primer año de “groguet” las lesiones le impidieron jugar la mitad de la temporada, pero en la segunda fue fundamental para el histórico ascenso del submarino a Primera.
A veces el fútbol es injusto con sus leyendas. Carlos Arroyo, un delantero de referencia en los 80 y 90, se marchó sin una gran despedida de nuestro fútbol. Colgó sus botas en el humilde Acero y más tarde se formó como entrenador donde trabajó en el Valencia. Bajo sus órdenes tuvo a futbolistas como Isco y Gayá, ahora estrellas de primer nivel.
Muchos no olvidaremos sus goles, en especial aquel disparo final tan elegante ante el Español que terminó en aquel gol. ¡Gracias príncipe!
Como siempre que te leo, un artículo muy bien documentado y en el que se nota tu gran conocimiento de los equipos de Valencia.
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Gracias Jose por leernos y por tu comentario. Carlos es nuestro gran experto de equipos de la Comunidad Valenciana y también conoce muy bien la Premier ya que vivió un tiempo en Inglaterra. Un saludo!
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