A finales de los años 70 de nuestro país se acuñó un término que ya ha pasado a integrar el acervo popular patrio: café para todos. Una expresión que definía el reparto territorial autonómico que hoy en día sigue existiendo en España y al parecer insuficiente para muchos. Se trataba de descentralizar el país para contentar tanto a las regiones de reivindicación histórica como a las más ligadas al gobierno central. Con ello, se llevaba a cabo el ejercicio de pluralidad que ha hecho de España un país, afortunadamente, rico en diversidad.
Una diversidad que, dejando a un lado la política, se traduce en incertidumbre si la extrapolamos al plano deportivo. Y claro, no hay que ser economista para saber que la incertidumbre nunca es buena en los negocios, que es en lo que se ha convertido últimamente el fútbol. Plantillas por valor de 800 millones de euros, derechos televisivos de más de 1.000 millones o premios de alrededor de 100 millones son razones suficientes por las que un deporte se transforma en un business más. Esta deriva ha acabado con la afición de muchos y provocado el surgimiento de un ente que ya existía en el poderoso escenario político: Football Leaks.
Pero la noticia no se encuentra en el mensajero, que ya lleva unos años desvelando asuntos turbios del balompié como las múltiples evasiones fiscales de las estrellas, sino en uno de sus nuevos hallazgos. Hablamos de la Superliga europea, que amenaza con reconfigurar el espacio futbolístico en beneficio de unos pocos. Para ello hay que remontarse a 2015, pues esta fecha es una de las claves para entender el proyecto. En ese año, los clubes de mayor enjundia ambicionaban un mayor reparto de ingresos por parte de una Champions League que se les quedaba pequeña. La utilización de este amago de independencia les ayudó a mejorar en mil millones el pastel a repartir por participar en la otrora Copa de Europa al año siguiente. El germen se encuentra en un correo que recibe el Real Madrid para dar a conocer un proyecto limitado a los mejores 17 equipos europeos. Pudiera ser una idea más de no proceder de Relevent Sports, la empresa encargada de introducir el fútbol de nivel en Estados Unidos. Aunque no sólo los merengues formaron parte del origen, puesto que el llamado big four se completaba con Barcelona, Juventus y Bayern de Munich.

Comienza así una ristra de reuniones secretas, algunas al más puro estilo de la guerra fría, que sirven para recabar apoyos entre algunos de los clubes más poderosos del planeta. Primero, se sumaron Milan, Manchester United y Arsenal. Luego, se empezó a estudiar la viabilidad del proyecto, sobre todo a nivel legal, puesto que en un principio se planteó que los partidos se jugasen en sábado por cuestiones de audiencia. Esto iba más allá de una competición continental, este extremo provocaba una debacle en las ligas locales. Mientras, las intrigas ocultas del plan contaban con otro protagonista de peso, Karl-Heinz Rummenigge, presidente en esa época de la Asociación Europea de Clubes, un órgano al margen de la UEFA. UEFA que como todos saben se encontraba (y encuentra) en uno de sus peores momentos por culpa de los casos de corrupción y otras fechorías de Platini and company. En esa débil posición, al organismo no le quedaba más remedio que tragar en las pretensiones de los poderosos e incluso pudo aceptar en un momento dado el carácter permanente de 16 equipos en el torneo, lo que contravendría la competitividad.
Finalmente, según Football Leaks, la negociación entre ECA, manejada por los poderosos, y UEFA se ha cerrado en un punto intermedio. El montante económico para los grandes clubes aumentará exponencialmente, su implicación en la gestión del formato también pero ni se reducirá el cupo a 24 equipos ni habrá entre ellos conjuntos clasificados per se. Sin embargo, los cables hablan del renacimiento de la idea de una liga entre los grandes y habrá que ver si en 2021 se establece un torneo reducido a la élite de 16 clubes. Sólo el tiempo nos dirá si este intento de desequilibrar aún más el deporte del fútbol, si es que aún queda de eso en el balompié, y convertirlo en una suerte de Liga de los clubes extraordinarios llega a buen puerto. O si las voces que gritan ¡basta! en los clubes menos poderosos se plantan ante lo que sería el final del deporte rey tal como lo conocemos.

Aunque como afirma el presidente del Olympique de Marsella, Jacques-Henri Eyraud, quizás sea tarde, pues ya existe un “fútbol de dos velocidades”. Esperemos que por el bien de la competitividad, de la capacidad de sorprender y del sacrificio del deporte, estos planes maestros no acaben con la humildad en el fútbol y lo limiten a lo que ya es mayoritariamente, un mero negocio. Y ahora, que todos los seguidores de los otros 18 en nuestra Liga se tomen un café y decidan si van a permitir que los grandes conviertan el fútbol en un cortijo. Ahí queda.