Pues ya tenemos aquí el polémico Mundial de Catar. Parece que no hay mucho ambiente, en parte por disputarse en un país donde no se respetan los derechos humanos, en parte por ser en diciembre. Bueno, los argentinos sí que lo viven, pero ellos son de otra pasta.
Tenemos las revistas especializadas tachando el Mundial como la mancha negra de la vergüenza, negra del petróleo, a algunos jugadores (especialmente los no convocados o ex-jugadores) criticando la disputa de la cita mundialista, alguna selección que como un acto de protesta de máximo nivel pretendía borrar el logo de su federación en la camiseta de su equipo.
Déjenme que les diga una cosa. Todas estas manifestaciones no valen para absolutamente nada salvo para que quien lleve a cabo la acción se cuelgue una medalla de bienqueda y sea adorado por las masas como el paladín de lo justo. El Emir de Catar tiembla cada vez que alguien cambia su foto de perfil o escribe un tweet de protesta. Es algo que la sociedad no termina de entender, que lo que haga un señor en Cuenca no tiene absolutamente ningún efecto.
He de decir que no puedo con la hipocresía. Que celebrar un Mundial en Catar es un despropósito es algo obvio. Sin embargo, me llama la atención no la cantidad de protestas sino la ausencia de las mismas, o al menos la escasa cantidad de las mismas, durante la celebración del Mundial de Rusia en 2018. E incluso si me apuran en los Juegos Olímpicos de China.
Por el lado del respeto a los derechos humanos, no creo que China o Rusia tengan mucho que envidiar a Catar. En estos países no hay libertad de información ni de prensa, colectivos como el LGTBI son perseguidos, no hay derecho de manifestación, ciudadanos contrarios al gobierno desaparecen o sufren intentos de envenenamiento (Alekséi Navalni), e incluso se conoce la existencia de campos de concentración o eufemísticamente llamados de «reeducación» con población como los Uguires siendo literalmente masacrada.
La otra parte de la protesta es la gran cantidad de muertos durante la construcción de los estadios. Efectivamente, es un dato que llama mucho la atención. Pero entonces el debate se centra en el número de muertos, puesto que en los otros eventos también hubo fallecidos. Al parecer, a la hora de protestar, unas vidas son más valiosas que otras.
Finalmente se habla de corrupción. La gente se ha enterado a estas alturas de la película de cómo funciona la asignación de este tipo de competiciones. Hay un libro muy interesante llamado «El manual del dictador» que habla entre otras cosas sobre este tema. Concretamente uno de los párrafos dice: «La forma en que ambas organizaciones operan se basa en una “pequeña coalición” de personas (en el COI 115 miembros, mientras que en FIFA 24 los miembros tienen votos en los comités ejecutivos) que administra una suma de dinero relativamente sustancial (el Comité Olímpico Internacional gastó alrededor de 5.5 mil millones de dólares entre 2005 y 2008, mientras que la Copa Mundial de la FIFA 2014 en Brasil costó [según la FIFA] alrededor de $ 15 mil millones) y poder (en el COI para una candidatura exitosa se necesitan alrededor de 58 votos, mientras que en la FIFA solo 12). Esta estructura de poder fomenta la corrupción: un pequeño grupo de personas toma decisiones sobre, en este caso, las ofertas de sede de la competición, lo que cuesta una cantidad significativa de dinero para los postores y los posibles organizadores de los Juegos Olímpicos o Copas del Mundo. Estos costos cubren no solo la infraestructura y la logística, sino que según el programa de noticias de la BBC Panorama, el soborno de los miembros del COI y la FIFA por “simplemente” $100.000-$200.000 y $800.000 respectivamente no es una gran cantidad en comparación con otros gastos. . Porque si un pequeño grupo ejerce tal poder e influencia sin supervisión ni autocontrol, es muy probable que acabe siendo como el COI y la FIFA«.
En definitiva, mucha hipocresía alrededor del boicot a este Mundial. Si alguien quiere de verdad protestar debería tomar nota de lo que hizo en su momento Johan Cruyff quien se negó a ir al Mundial de Argentina de 1978 por la dictadura de Videla. El resto es simplemente hipocresía.
Interesante la información sobre el pequeño número de “decididores”y las cantidades para “engrasarlos”que no complican demasiado el negocio al país peticionsrio.Desgaciadamente se comenta por las características,en este último caso,del país anfitrión o el anterior,Rusia,pero se podría extrapolar a cualquiera de las sedes anteriores por muy democráticos y respetuosos con los Derechos Humanos que fuesen,no serían países demasiados corruptos, pero la sospecha de la consecución seguiría latente,por qué no.Y lo que sí está claro es el montaje sobre protestas u objeciones
,ninguno de los equipos clasificados se ha retirado ni los jugadores han renunciado a participar,única postura ética y eficaz.
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