Para triunfar como delantero en el fútbol brasileño, hay que ser muy listo. La lucha contra defensas de gran estatura se convierte en una odisea cuando se mide solo ciento setenta centímetros. Otra posibilidad es la que escogió Romario de Souza Faría en su empeño por convertirse en uno de los jugadores más grandes de la historia del fútbol. Para esquivar tantos obstáculos en una selva llena de coyotes, Romario se transformaba en un personaje de dibujos animados y cada vez que tenía el balón en los pies se quitaba el traje de humano para ponerse el de Correcaminos.
“O Baixinho” comenzó con 19 años en el Vaco de Gama, donde reinaba un mito como Roberto Dinamita. Compartiendo delantera con tal leyenda, Romario solo tardó un año en convertirse en el máximo goleador del campeonato donde jugaba. Con un potente equipo formado por nombres como Dunga, Mazinho o Donato, el Vasco dominaba el fútbol de Brasil a pesar de competir con otras escuadras potentes, como el Flamengo. Pero esto no le valía al genial delantero, que emigró a Europa para fichar por el recién proclamado campeón de ese continente, el PSV Eindhoven.
A base de goles, Romario conquista a su nueva afición mientras que seguía burlando a los coyotes que no le tenían ninguna simpatía, como los seleccionadores de su propio país, que no contaban con él para el equipo nacional, al tener como favoritos a Müller y Gareca. Por si fuera poco, Romario comienza a destacar también como asiduo a la vida nocturna. Esto no le impide conquistar con el equipo olímpico la medalla de plata en los Juegos de Seúl de 1988, logrando también el galardón de máximo anotador del torneo. Esto supone un salto importante para Romario, que se hace con un puesto en el once titular de su país, donde forma una dupla letal con Bebeto para ganar la Copa de América ante la Uruguay de Francescoli o la Argentina de Maradona.

El juego del brasileño llama la atención de Johan Cruyff, que consigue convencer a los directivos del Barcelona para fichar al delantero, que llega a España en la temporada 1993-94, para completar un equipo de leyenda con cracks como Hristo Stoichkov o Michael Laudrup.
El equipo azulgrana logra ganar la liga con el brasileño destacando al anotar 30 goles y proclamarse máximo goleador del campeonato. En pleno apogeo, Romario conquista el Campeonato del Mundo en 1994, torneo que se disputó en Estados Unidos. La F. I.F.A. reconoce los méritos del futbolista carioca al otorgarle el galardón de jugador del año. En aquella época, el Balón de oro solo se concedía a jugadores europeos yel ganador fue el búlgaro Stoichkov.
El correcaminos consideró oportuno para un poco sus carreras y se tomó su tiempo para celebrar tantos títulos, volviendo a Barcelona con bastante retraso, lo que provocó un enfrentamiento con el entrenador que acabó con Romario abandonando el club para volver a su añorado país y jugar con los colores del Flamengo. Allí le esperaban de nuevo los coyotes, que se presentaban con varios nombres, como Zagallo, Zico o Luxemburgo.
Romario sorprendió al mundo al regresar a España para firmar contrato con el Valencia, donde un sabio retó al brasileño para recriminarle su indisciplina mirándole a los ojos con valentía. De nuevo, el correcaminos volvió a su país para jugar en equipos como Vasco de Gama o Fluminense. Incluso llevó sus correrías por otros países como Qatar, Estados Unidos o Australia, en un desesperado intento por batir la marca de mil goles macados que estableció el mítico Pelé. Sin embargo, la F.I.F.A. no otorgó credibilidad a las pruebas presentadas por Romario, que se quedó finalmente sin el ansiado récord.
Esta circunstancia no consiguió evitar que “O Baixinho” alcanzara el Olimpo donde se recuerda con honores a los mejores futbolistas de todos los tiempods.
Gran jugador que si consiguió muchos récords en su prolífica vida deportiva hubiese llegado aún más lejos si su carácter hubiese sido otro.
0