El partido de ida de los cuartos de final de la Champions entre Barça y Atlético de Madrid no creo que defraudara a nadie. Siguiendo el esquema marcado en los tres anteriores duelos entre ambos conjuntos en esta campaña, fue un encuentro lleno de intensidad, con dos estilos muy marcados, con el Atlético de Madrid esperando fuertemente pertrechado, mordiendo en cada balón para no dejar al rival coger ritmo, y el Barça buscando fisuras en la muralla colchonera. Fue fiel al guión previsto hasta en el resultado: cuarto empate en los cuatro duelos de esta temporada y todo abierto para los 90 minutos del Calderón.
Si estos dos equipos son grandes, poderosos y temibles en gran parte es por mantener un estilo futbolístico muy definido. El Barça lleva años haciendo apología del manejo del balón. El toque es su esencia y a ella vuelven en los momentos decisivos.
Por su parte, el Atlético de Madrid sigue desarrollando la teoría y práctica del Cholismo. Es una filosofía que va más allá del campo de fútbol. Sin ser tan estética o brillante como el estilo del Barça, merece todos los halagos posibles. Aunque prometo que algún día dedicaré un artículo entero solo al Cholismo, una definición rápida puede encontrarse en una frase pronunciada por Simeone tras la pasada final de Copa: «desde la humildad, no le tenemos miedo a nadie».
Fuera del campo es una forma de actuar que conecta muy bien con la parroquia colchonera: irreductible desde la modestia, la eterna lucha contra los poderosos. En el terreno de juego se plasma en un juego solidario, eminentemente práctico, duro, sin ser violento tiene claro que si el balón pasa el rival no debe hacerlo. Es fundamental en el juego del Atlético de Madrid que las líneas se mantengan unidas y que, cuando se encuentra el balón, se le dé una salida rápida y eficiente, minimizando las pérdidas en zonas peligrosas.
Arrancaba el partido con los visitantes presionando arriba en busca de crispar los nervios de Pinto y sus defensas. Los excesivos riesgos que asume el portero gaditano generaron tensión en las gradas y acabaron con una buena ocasión de Villa, cuyo disparo se escapó rozando el poste izquierdo.
El Barça trataba de superar la presión moviendo el robusto entramado defensivo rojiblanco con algunos cambios de juego e incorporando a sus laterales al ataque. Cuando el Atlético de Madrid robaba trataba de salir rápido buscando a Diego Costa, sin el habitual apoyo de Raúl García para los balones aéreos pero con Villa para buscar alguna combinación.
En esas andaba el partido cuando llegó la lesión de Piqué, que viene a complicar las cosas en defensa al Barça durante un mes decisivo (ha llegado la hora de medir la madurez de Bartra). Antes de la media hora se confirmaba que la duda previa sobre la participación de Diego Costa no era ni del todo verdad, ni del todo falsa. Estaba claro que el delantero iba a jugar, pero que estaba tocado, y sus isquiotibiales lo demostraron obligándole a dejar el campo por Diego Ribas.
Esto dejó al Atlético de Madrid sin referencia potente arriba y, por tanto, sin salida rápida, solo pendientes de las escasas combinaciones que Diego Ribas, Arda, Koke y Villa pudieran llevar a cabo o las pequeñas alegrías que se daban sus laterales. Pero es que también el Barça supo apretar a los rojiblancos, los locales no se amilanaron y presionaron tras pérdida de balón como en sus mejores tiempos, no dejando salir de su campo a los colchoneros en amplias fases del encuentro.

Pero lo más importante para Simeone seguía siendo aguantar juntos atrás y cortar cualquier intento de combinación culé, por lo civil o por lo criminal. Así, el área de Courtois vivió minutos de asedio mientras el goteo de tarjetas del árbitro iba minando el ímpetu de los medios visitantes a la hora de morder los tobillos de sus rivales. No obstante, el Atlético supo aguantar sin muchos más apuros que una ocasión de Iniesta tras genialidad de Messi que Godín desbarató.
Los últimos minutos del primer tiempo y los primeros del segundo incluso vieron a un Atlético de Madrid algo más estirado, volviendo a presionar arriba y respirando, desgastando algún minuto al reloj con el balón en sus pies. Así llegó el golazo de Diego Ribas a los 13 minutos de la reanudación, con un magistral chut de larga distancia a toda la escuadra.
Esa fue una razón más para que los del Cholo retrasaran líneas, dejando al equipo sin delanteros con sus cambios. Tenían el botín de un gol a favor en campo contrario y se iban a preparar para el chaparrón que se aproximaba. La necesidad espoleó al Barça y la figura del driblador Neymar fue emergiendo entre el bosque de piernas fuertes rojiblancas, hasta que conectó con Iniesta.
¡Ay, Iniesta! Otro que merece un artículo aparte ¡cómo está acabando la temporada este jugadorazo! Su magia de jugador especial sobresalía entre el sudoroso y esforzado partido de ayer, fue el mayor dolor de cabeza para la defensa atlética. En mitad del campo de batalla que fue ayer la frontal del área atlética tuvo la clarividencia de encontrar un desmarque de Neymar aprovechando un despiste de Juanfran, Miranda pecó de exceso de confianza al ir al cruce y el crack brasileño empataba el choque con 20 minutos por delante.
A partir de ese momento se acentuó el dominio blaugrana, que cada vez arrinconaba más a un Atlético de Madrid ya incapaz de salir de su terreno. Pero los visitantes hicieron de la entrega, la lucha y la concentración un arte, aguantaron como los 300 espartanos de las Termópilas y encontraron en Courtois ese olor de santidad que recuerda al de otros porteros milagreros (ojo, solo tiene 21 años). Tan solo en el descuento volvió a acercarse el Atlético de Madrid a Pinto, acabando el partido con una falta que los colchoneros hubieran colgado al área con el peligro que ello representa, de no ser porque el colegiado Brych no quiso añadir ni un segundo más a los tres minutos de añadido concedidos.
Empate a uno, dos aficiones orgullosas ante el derroche de facultades de ambos. Sembraron el Camp Nou de intensidad, entrega, pasión y dignidad. El Atlético de Madrid no quiso dejar hueco al fútbol brillante ni el Barça se rindió en la búsqueda de espacios, cada cual en su filosofía dejaron un encuentro para amar este deporte. El miércoles próximo, el capítulo definitivo, con todo buen aficionado deseando que llegue.

Un partido disputadísimo que puso al fútbol español donde debe estar. Todo abierto para la vuelta aunque con la baja de Diego Costa creo que el Barsa es favorito.
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Gracias por tu comentario Pedro. Desde luego, que Diego Costa llegue o no al partido de vuelta marcará el devenir de la eliminatoria. Volverá a ser un partido que se decidirá en pequeños detalles, cualquier mínimo error volcará el partido a un lado u otro
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