Qué duro los asientos. Es mal trago entrenar y no ver recompensa. Es duro no cobrar y tener que jugar. Hay aficionados que pagan religiosamente su abono y no tienen culpa de nada. Qué duro es el banquillo de la mediocridad del que no sabe nada de administración, ni fútbol, y se compra un club por diversión.
No importan la camiseta de material barato, no importan las botas que parecen estar hechas con papel de fumar. Importa que es día 11 y el mes se hace largo. Duele la promesa incumplida más que una derrota sobre el campo de juego. El verso vacío es bello. Sentir los colores, por desgracia, y besar el escudo al marcar no es moneda legal para la hipoteca.
Alguna pancarta y tímida manifestación de apoyo hacen más llevadera la situación. La radio, siempre la fiel radio, nos da la mayor cobertura posible. Mientras, siguen llegando cartas del banco. El ocupar banquillo durante la temporada no es fácil, lo difícil de asimilar es estar sentado de suplente en tu propia vida.
De vez en cuando la Copa da un respiro al bolsillo y al seguidor incondicional del domingo. Nuevas camisetas. Igual que un seis de enero. Que el pobre no lo parezca tanto en televisión. Escasas oportunidades de ver a equipos de primera en ciertos terrenos abandonados de la Liga. Se debe sacar todo el jugo. Y el lunes vuelta a comenzar.

Se quemó la tostada, el café amargo y muy caliente no hay alma que lo beba. El atasco camino al trabajo. Salir de la fabrica de paneles y al entrenamiento. Ducha y cena ligera. Eso sí, cerveza redentora en la nevera. Llega el día del partido, entrada escasa, nómina invisible. Al igual que los fichajes.
El banquillo está habitado por los mismos de siempre. Eso enfada al mister cada vez que nos mira buscando soluciones. Sabe que no es culpa nuestra. De hecho, se hace el sargento y sabemos que renunció a su sueldo hasta que nosotros estuviéramos al día de pagos. La bola sigue girando. Los más pequeños deben ser llevados al colegio. Hay que hacer visita al supermercado además de otras tareas del hogar.
Todo ello con la cabeza puesta en esa jugada que ocupe la portada de los diarios y abra los telediarios. Aunque sea una vez, sería el fútbol el protagonista del barrio y no su nivel de desempleo o la inseguridad. Abrir el semanal y ver nuestro golazo, o un ascenso. Y qué demonios, un título. La realidad es más fuerte. Suena el silbato, otro juego, sigue siendo día 11.