El Real Madrid en mi vida es un tema de herencia. Los primeros partidos que recuerdo, con los galácticos en el campo, los veía en casa de mi abuelo, donde parecía que nunca faltara el fútbol. Mi primera camisa deportiva tenía el número de Ronaldo en la espalda, comprada en la frontera con Brasil. Aún con un océano de distancia entre el equipo y yo, el Raúl y compañía fueron siempre presencia en mi casa.
Después vino el Mundial de Sudáfrica. Es cierto que no veía demasiado fútbol más allá del que compartía con mi familia, pero mi abuelo hizo que viéramos cada uno de los partidos, y todos fueron emocionantes. Para mí el Mundial, y mi amor posterior por el fútbol, se resumen en un gol de Iniesta y en mi abuelo llorando y repitiendo “al fin” una y otra vez, cansado del lastre de años de decepciones Mundialistas de la roja. Vale, que España ya había ganado una Eurocopa dos años antes, pero la copa del mundo es la copa del mundo y quienes saben cuánto pesa ven la realidad de forma distinta.
Desde entonces ver fútbol se volvió una manera de conectar con mi familia y mis hermanos, incluso con el que apoya al Barça. No había un juego de Liga por el cual no contorsionáramos los planes y no había un clásico que nos perdiéramos sin importar que pasase en un país tan caótico como es Venezuela.
Por ese entonces estaban Guardiola y Mourinho en el banquillo del Barcelona y el Real Madrid. Una rivalidad buena para el espectáculo pero bastante terrible para la convivencia en casa, aunque finalmente se resolvió casi siempre igual. Aun con Mou ganando una Liga con números de récord, no hay duda que es una época de la que los culés salieron victoriosos. Al mismo tiempo, aún de aquel lado del mundo, era inevitable vivir muy de cerca aquel choque, que además contaba con quizás los dos mejores jugadores de la historia.
Si, aún en Venezuela, la rivalidad de Cristiano y Messi era una de los temas más discutidos por cualquiera. Era el Trending Topic permanente en las redes. Para un chico de poco menos de 18 años que empezaba a tomarse en serio el fútbol era quizás la mejor manera de entrar. Que puedo hablar aquí de Cristiano mandando a silenciar al Camp Nou, o a Messi mostrándole su franela a la grada del Bernabéu, son momentos tallados en mi memoria de forma permanente.
Pero de lo más llamativo es que las últimas veces tuve que ser yo quien se lo contara todo a mi abuelo. Sus problemas de tensión, y su poca capacidad para resistir la frustración, le alejaban de la pantalla en el horario de los partidos. Alguna vez era necesario avisarle que el Madrid tenía ya al menos dos goles de diferencia y podía sentarse a ver el resto del partido. Supongo serán cosas de la edad.
El fútbol, y el Madrid, son para mí una manera de conectar y al mudarme a Madrid se volvieron una manera de traducir la ciudad. El Real Madrid fueron sin saberlo los primeros en invitarme y por eso estaré siempre agradecido.
Una historia personal con protagonismo del fútbol y lo que moviliza,una veces facilitando,otras dificultando,las relaciones familiares.
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