Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Los magníficos.
La afición del Real Zaragoza todavía recita esta delantera de carrerilla.
La década de los 60 había sido gloriosa para el club maño. Comandado por esa inolvidable delantera, el Zaragoza llegó a cuatro finales de copa, conquistando dos de ellas. Además, su caminar también había sido exitoso en competiciones internacionales, participando en la Copa de Ferias. En dicho torneo alcanzó dos veces la final, logrando el triunfo en una de ellas, ante el Valencia. En la Recopa de Europa, el equipo llegó a disputar una semifinal, que perdió ante el West Ham.
Pero todo cuento, por muy feliz que sea, tiene su final y este llegó con la entrada en los años 70, donde solo quedaban los recuerdos de los logros conquistados en años anteriores. Por delante, mucho trabajo, ya que había que intentar reconstruir la plantilla para seguir compitiendo al máximo nivel.
A punto de comenzar la temporada 1973-74, la directiva maña apuesta sorprendentemente por un jugador no muy conocido en Europa.
Saturnino Arrúa ya gozaba de cierto prestigio en Paraguay, donde su capacidad goleadora vistiendo los colores de Cerro Porteño había sido notable. Pero el rendimiento del jugador paraguayo lejos de su país era toda una incógnita. Al poco tiempo de llegar a la capital aragonesa, el Zaragoza contrata al compañero de Arrúa en la delantera de la selección paraguaya: Carlos Diarte. Al igual que su compatriota, Diarte tampoco había jugado fuera de Paraguay. Parecía, por lo tanto, una apuesta muy arriesgada.
Sin embargo, el acento guaraní le vino de maravilla al equipo, dirigido desde el banquillo por Carriega, que acabó aquella temporada en una destacada tercera posición en la clasificación. La base fue convertir el estadio de La Romareda en un fortín, ya que no perdió ningún partido en casa. Además, los goles de Arrúa (17) también fueron vitales para que el equipo volviese a competir en Europa, al clasificarse para la Copa de la UEFA.
Pero aquello era solo el preludio de lo que estaba por llegar.
La siguiente temporada, los maños mantuvieron el nivel y plantaron cara al Real Madrid, al que derrotaron en casa por un rotundo 6-1, y al Barcelona, que dobló la rodilla en la penúltima jornada (2-1) para que el Zaragoza alcanzase el puesto más alto en la tabla clasificatoria hasta el momento, una excelente segunda plaza.
Una vez más, aguantó la temporada sin caer derrotada en casa. Los goles los aportaron Arrúa (15) y Diarte (12).
En la copa, se derrotó al Barcelona en cuartos de final para caer, en semifinales, ante el Real Madrid por un solo gol de diferencia.
Su participación en la Copa de la UEFA. transcurrió con éxito, eliminando al Vitoria de Setúbal (Portugal) y Grasshopper (Suiza), hasta caer derrotado por el Borussia Mönchengladbach, que contaba con un verdadero equipazo, con jugadores como Vogts, Stielike, Bonhof, Simonsen, Jensen o Heynckes.
En definitiva, lo que parecía una utopía, como volver a hacer un equipo competitivo tras la marcha de aquella mítica delantera de los magníficos, lo consiguió el Zaragoza pocas temporadas después, al reunir a jugadores procedentes de Uruguay y Paraguay (Blanco, Arrúa, Diarte y Ocampos). Esto propició que aquel equipo fuera conocido como el de los “Zaraguayos” y pasase a formar parte, junto a los magníficos, al lugar más privilegiado de la mente de la afición del Real Zaragoza.
Dos equipos míticos, dos equipos inolvidables.
Un club, como tantos otros,que después de tocar plata y conseguir competir con los mejores de esa su época de oro caen en la insignificancia y a luchar por sobrevivir,y es que mantener la gestión exitosa es una tarea solo al alcance de pocos privilegiados,y donde,aunque sea arriesgado,incluso decirlo,no solo influye el dinero y la capacidad gestora sino factores externos donde el arbitraje es uno de ellos,léase por ejemplo el caso del Mallorca Sevilla de Iturralde reconocido por él mismo muy a posteriori.Y ánimo al Zaragoza que se merece estar en la élite.
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