El partido del Barcelona de anoche se presta a un análisis muy gráfico. Imaginemos que vamos en nuestro coche descapotable último modelo disfrutando de un sol radiante. A lo lejos se atisban grandes nubarrones pero no nos importan, a pesar de que nos dirigimos irremediablemente a ellos.
La primera parte fue un espectáculo de toque y presión al más puro estilo Barça con un Cesc que empieza a creerse el rol principal que Gerardo Martínez está dispuesto a otorgarle.

Asimismo, Messi siguió demostrando el porqué no admite comparación alguna mientras que Neymar va apareciendo, para deleite de culés, como su mejor socio en el terreno de juego.
Lamentablemente, los dos goles encajados en un minuto y las oportunidades concedidas a lo largo de la segunda parte alimentan la necesidad imperiosa de contratar un central. Gerard Piqué sigue estando de pretemporada y Mascherano, soberbio, no deja de ser un jugador reconvertido. Los balones por alto siguen siendo como ese truco de magia que por más que te lo repitan eres incapaz de descubrir.
Volviendo a nuestro símil anterior, el sol radiante es el momento actual, líder de Primera (desde hace 41 jornadas) y campeón de la Supercopa de España. Por su parte, los nubarrones son los momentos claves a los que nos tendremos que enfrentar en esta temporada y ante los que se vislumbra las pasaremos canutas, es decir, Champions a partir de cuartos y enfrentamientos directos con el R.Madrid.
En definitiva, que aquella máxima que Cruyff hizo famosa de «si nos marcan tres, pues meteremos cuatro» parece que este año va a ser el pan nuestro de cada fin de semana.