Este pasado fin de semana quedó definitivamente despejada la duda -si es que alguien la tenía- de quién sería el campeón de la Bundesliga para el ejercicio 2020/21, una vez que el Bayern de Múnich cantó el alirón tras su partido contra el Borussia Mönchengladbach. Batieron los bávaros a los renanos por un incontestable 6-0, con triplete de Robert Lewandowski incluido. Noveno entorchado consecutivo para el elenco muniqués, que afianza aun más su tiranía en el panorama doméstico germano.
Aprovechando que ya conocemos matemáticamente al campeón teutón, si revisamos el palmarés histórico de la liga germana podemos apreciar cómo hubo una vez un equipo no alemán que conquistó el campeonato liguero de Alemania. Una proeza que quedó marcada a fuego para la posteridad, por el contexto en el que se produjo así como por las circunstancias que la rodearon.
Ésta es la historia del Rapid de Viena campeón de Alemania. Uno de los pocos equipos del balompié mundial que puede presumir de haber ganado la liga en dos países distintos.
Ambiente pre-bélico en Europa
Es 12 de marzo de 1938 y en Austria se celebra un referéndum para dirimir la unión del país con Alemania. Distintos avatares políticos, el creciente desencanto social con la situación surgida tras el Tratado de Versalles y una cada vez más fuerte pulsión pangermana en la sociedad austriaca dio lugar a una victoria del sí a quedar anexionados al III Reich como provincia alemana.
Dos días después, los Panzer germanos estaban desfilando por las calles de Viena, como demostración simbólica de la toma de posesión y de que la Wehrmacht amparaba y garantizaba el resultado del plebiscito. Así, quedaba consumado lo que se dio en llamar por la historiografía como Anschluss – del alemán: unión, anexión. Con ello toda Austria quedaba conformada como una provincia más de Alemania: la Ostmark.

Doce días después de la entrada de los Panzer alemanes en Viena, jugaba el Rapid el último partido de la liga austriaca de la temporada 1937/38, cayendo por 2-1 ante el Admira de Viena. Dicho encuentro era ya irrelevante para los intereses de los verdiblancos, que se habían proclamado campeones de Austria varias jornadas antes con holgura respecto a sus perseguidores, entre los cuales se hallaban sus archienemigos y rivales ciudadanos: el Austria de Viena, cuya gran estrella era uno de los mejores jugadores austriacos de todos los tiempos: Matthias Sindelar.
Era la época de un dominador Rapid. El Rapid de Franz Binder, Josef Bican, Franz Wagner y Georg Schors. Integrantes todos ellos, junto a Sindelar, de aquel histórico Wunderteam que alcanzara el cuarto puesto en el Mundial de Italia 1934, mejor clasificación a día de hoy en la historia de la selección austriaca, comandada desde el banco por el genial Hugo Meisl.
Aquel 26 de marzo de 1938, sin ser conscientes de ello, el Rapid estaba jugando el que por varios años iba a ser su último partido de liga dentro de una Austria independiente, dado que la anexión no lo fue sólo en el terreno político, sino que abarcó todos los campos de la vida austriaca, incluido el deportivo. Así, los equipos que otrora conformaban la liga austriaca de fútbol pasarían a integrar el campeonato alemán de pleno derecho, dado que tras el Anschluss eran considerados ya alemanes en la misma medida que lo podía ser un bávaro, un sajón o un turingio.
Consumado el Anschluss, las ansias expansionistas del III Reich no quedaron ni mucho menos saciadas. Mes y medio después del referéndum austriaco, la Wehrmacht entraba a sangre y fuego en Checoslovaquia con la intención de apoderarse de la región de los Sudetes, la cual pertenecía al estado checoslovaco, pero cuya población era de mayoría alemana.
Igualmente quedó este territorio anexionado al III Reich en octubre de ese mismo año, tras la cesión que Reino Unido y Francia harían del territorio a Hitler con la condición de que pusiera fin a sus agresiones en el centro de Europa. Todo ello en el marco de la cuestionada política de apaciguamiento que siguieron en la Conferencia de Múnich de septiembre del 38. Fue con motivo de aquella concesión que Winston Churchill le achacara al por entonces Premier británico, Neville Chamberlain: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra. Escogisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.
La Gauliga alemana y el Rapid de la época
Al igual que el resto de equipos austriacos y parte de los checoslovacos, el Rapid de Viena quedaba así integrado en el campeonato germano, que por aquella época se daba en llamar Gauliga. Los gaus eran las divisiones administrativas territoriales en tiempos de la Alemania nazi.
En la liga de fútbol, había una ronda preliminar en que los distintos equipos de cada gaus quedaban encuadrados en un mismo grupo. Así, los campeones de cada uno de los gaus pasaban a la fase siguiente para enfrentarse entre sí divididos en cuatro nuevos grupos, cuyos campeones pasarían entonces a enfrentarse a partido único en ronda de semifinales y final.

En la temporada 1940/41 y ya en plena Segunda Guerra Mundial, el Rapid ganó con aplastante superioridad el grupo de la Ostmark, con un registro goleador de ochenta y dos tantos en dieciocho partidos. Quedó integrado en la siguiente fase en el grupo cuatro, donde el gran rival por la primera plaza iba a ser el Múnich 1860. Fue la escuadra vienesa la que consiguió conquistar la primera plaza del grupo.
El Rapid desplegaba un fútbol vistoso y atrevido, de ataque. Su plantilla conformaba además la columna vertebral de aquel Wunderteam semifinalista en Italia ’34 y que los historiadores del balompié convienen en calificar como antecedente directo del fútbol total de la Hungría de los 50.

Además contaba el elenco verdiblanco con uno de los mejores goleadores de todos los tiempos: Franz Binder, máximo artillero histórico de la entidad vienesa y que había conformado con otro goleador de leyenda, Josef Bican, una dupla letal en aquella inolvidable selección austriaca y en el Rapid de Viena previo al Anschluss.

Para hacernos una idea de la dimensión de estos dos depredadores del área baste con apuntar que Binder anotó 523 goles en 420 partidos oficiales, por 955 en 490 encuentros de Josef Bican. Registros de otros tiempos a los que en aquella época sólo podía hacer sombra el goleador español Isidro Lángara, leyenda del Real Oviedo y de San Lorenzo de Almagro.
Ya sin Bican, que por entonces militaba en el Slavia de Praga, pero con un Franz Binder espectacular capaz de anotar 34 goles en 22 encuentros en aquella Gauliga, el Rapid se planta en semifinales, quedando emparejado contra el Dresdner SC. Este conjunto de la ciudad sajona de Dresde, que hoy milita en la séptima división alemana, era uno de los grandes de su tiempo, y a la postre se haría con las dos últimas Gauligas que se disputaron durante el III Reich, las de los años 43 y 44.
Así, el Rapid se deshizo del equipo sajón por un ajustado 2-1 y se plantaba en la final, que iba a tener lugar en el Olympiastadion de Berlín frente al equipo hegemónico de la época: el Schalke 04, que se había proclamado campeón en cinco de las siete anteriores ediciones.
Operación Barbarroja. La final
Tres de la madrugada del 22 de junio de 1941. Hitler lanza contra la Unión Soviética a cuatro millones de hombres, más de 4.000 carros blindados, 15.000 piezas de artillería y 3.500 aviones de la Lufftwaffe. La flor y la nata de la Wehrmacht es enviada a aniquilar al que Hitler consideraba el mayor enemigo de Alemania en su lucha por la hegemonía europea: el comunismo bolchevique. Daba así comienzo la mayor operación militar de la Historia, abriéndose un nuevo frente en la Segunda Guerra Mundial, que sería a la postre la tumba del nazismo, no sin antes llevarse por delante a unos cuarenta millones de soviéticos entre militares y civiles.
A esa misma hora, la plantilla del Rapid dormía plácidamente en su hotel de Berlín, ajenos a lo que ocurría en la frontera germano-soviética. Sólo varias horas después de que millones de hombres fueran lanzados a la inmensidad de la estepa rusa, el elenco vienés tenía el más trascendental encuentro de su historia: la final de la Gauliga alemana contra el Schalke 04.

Horas después, en la tarde de aquel histórico 22 de junio, saltan al verde del Olímpico de Berlín los dos equipos. Cien mil almas abarrotan las gradas del recinto deportivo icónico de la capital del Reich, levantado con ingeniería punta alemana sólo años antes para acoger los Juegos Olímpicos de 1936.
La previa del partido había estado marcada por la polémica fruto de la designación arbitral. Desde el Schalke se quejaban amargamente de que se hubiera escogido a un árbitro de Stuttgart, Adolf Reinhardt. De todos es conocida la encarnizada rivalidad que existe entre ambas entidades futbolísticas, siendo el Stuttgart – Schalke uno de los grandes clásicos del balompié alemán. No obstante, el conjunto de la cuenca del Ruhr llegaba a Berlín con la vitola de indiscutible favorito para hacerse con el título, amén de contar con el apoyo del gran público, que no dejaba de mirar a los austriacos por encima del hombro a modo de alemanes de segunda.
Llega la hora del partido y desde que el colegiado señala el inicio, el envite se presenta muy desigualado: el Schalke, espoleado por la mayoría de la afición, ataca incesantemente el área del Rapid, que sale algo frío al partido y en el minuto 7 ya perdía por 2-0.

Se mascaba la tragedia para los vieneses, que asistían sobrepasados a las embestidas del Schalke. Empieza a sobrevolar por el Olympiastadion la sombra del ridículo y la humillación, máxime teniendo en cuenta que en la final de la Gauliga del año 39, en ese mismo feudo, los de Gelsenkirchen ya habían asestado un aplastante 9-0 a otro equipo de la Ostmark. Fue en la primera edición de la Gauliga en que se incluyeron equipos austriacos tras el Anschluss, que culminó con la final entre el Schalke 04 y el Admira de Viena, conjunto que se ufana de ser el primero no alemán que alcanzó la final del campeonato germano. Pese a ello, sucumbieron por un incontestable 9-0.
Así pues, con el recuerdo aún muy presente del antecedente del 39, con la afición cantando “¡Queremos otro 9-0!” y con el Rapid a duras penas conteniendo las embestidas de sus contrincantes, llegado el minuto 41 del encuentro el árbitro señala penalti en el área del Schalke. Es la gran oportunidad para los verdiblancos de recortar distancia en el luminoso y meterse de lleno en el partido.
El indiscutible líder y capitán del Rapid agarra el balón y lo coloca en el punto de penalty, patea el cuero y detiene el portero del Schalke. Era la primera pena máxima fallada por Franz Binder durante aquel curso. Cunde el desánimo en la expedición vienesa, que veía desvanecerse la posibilidad de recortar distancias.
Pero es tras la reanudación, en el minuto 57 del encuentro, cuando llega el más duro mazazo para el conjunto verdiblanco al poner tierra de por medio los de Gelsenkirchen materializando un 3-0 que parecía ya definitivo.
El Rapidgeist

Con todo perdido, el Rapid se echa arriba y se empieza a gestar una de las grandes machadas de la historia del fútbol. Sólo tres minutos después del 3-0 del Schalke, Georg Schors logra anotar el primer tanto para los vieneses que, crecidos y sacando fuerzas de flaqueza, dos minutos después consiguen poner el 3-2 en el luminoso de Berlín fruto de un tanto anotado por Franz Binder, su gran estrella.
Empieza a cundir el nerviosismo en los jugadores del Schalke, que veían reducida su ventaja a sólo un gol. Y el nerviosismo se torna pánico cuando dos minutos después, en el 65, el colegiado señala el punto de penalti a favor de los de Viena. Lejos de amilanarse por la pena máxima marrada en la primera mitad, Binder coloca sin dudar el esférico en el punto de penalti. Coge carrerilla y esta vez fusila sin contemplaciones la meta rival.

Sube el 3-3 al marcador del Olympiastadion. Lo que hace sólo escasos minutos eran cánticos y chanzas contra el Rapid se convierte en desconcierto entre el respetable, que mayoritariamente iba a favor del equipo de los mineros del Ruhr. El Schalke está en caída libre, desesperados entre protestas al colegiado de Stuttgart y el desconcierto de haberse dejado empatar en cinco minutos, pero lo peor está por llegar. En el minuto 70 de partido, Franz Binder, tras soberbia jugada personal, se interna en el área y bate al meta rival para hacer campear en el marcador un sorprendente 3-4.
En sólo diez minutos la escuadra vienesa había logrado darle la vuelta al resultado contra el por entonces gran favorito y equipo más laureado de Alemania. De ahí hasta el final el encuentro se reduce a una numantina defensa del Rapid ante el embate del Schalke, que no se muestra finalmente capaz de anotar un gol que forzara el encuentro de desempate.
El Rapid de Viena, ante la estupefacción de propios y extraños, se proclama campeón de Alemania en pleno corazón de la capital del Reich. Leopold Nitsch, técnico de aquel histórico equipo, y Franz Binder, indiscutible estrella verdiblanca y héroe de aquella épica jornada, son llevados a hombros por las calles de Berlín hasta el hotel del Rapid.


Jornada aquella la del 22 de junio de 1941 en que Alemania invadió la Unión Soviética que coincidió con la ocasión en que un conjunto no alemán se proclamó campeón de Alemania. La mística que rodea la historia de aquel día hizo florecer entre los seguidores del equipo vienés la leyenda del Rapidgeist – el espíritu del Rapid – que ocho décadas después sigue siendo invocado por la hinchada verdiblanca en cada partido en que sienten que el equipo está a punto de desfallecer y necesitan de unos minutos de empuje para dar la vuelta a un marcador adverso. Invocan al Rapidgeist que hizo posible aquella imposible remontada en la final de la Gauliga alemana del 41.
Fue una de las pocas alegrías de que disfrutaría el Rapid en los años venideros, que sólo traerían para Alemania, para Austria y para Europa en general matanzas, bombardeos, deportaciones, violaciones y miseria. Gran parte de la plantilla del Rapid fue llamada a filas y acabaría dejándose la vida en aquel terrible Frente Oriental, pero nadie les arrebatará el honor de quedar en los anales de la historia del fútbol como los artífices de la más formidable gesta del balompié austriaco. Son ellos a los que invoca cada fin de semana la afición verdiblanca. Son ellos los forjadores del Rapidgeist.
Me ha gustado mucho este interesante artículo en el que se airea un episodio casi heroico del fútbol,expresión,otra vez,de uno de los factores que hacen a este deporte casi único,la capacidad de borrar el favoritismo en el enfrentamiento entre equipos sobre todo cuando se trata de partidos concretos en el contexto de cualquier competición.
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