«Hablamos de ti, pero no con pena.
Sencillamente hablamos de ti, de cómo
nos vas a dejar, del sufrimiento lentísimo
que fue fundiéndose, de tus cosas
hablamos también de tus gustos,
de lo que te amabas y de lo que no amabas,
de lo que hacías y de lo que decías;
hablamos de ti, pero no con pena.
Y poco a poco serás tan nuestro
que no hará falta hablar de ti
para recordarte; poco a poco serás
un gesto, una palabra, un gusto, una mirada
que fluye sin decirlo ni pensarlo».
Miquel Martí Pol
Se hace difícil hablar de fútbol, de hecho no me apetece, hoy no tengo nada que aportar sobre el noble juego de introducir el esférico en marco contrario. Es muy complicado adoptar el tono grave y el vestido de luto de la muerte para hablar de un hombre joven y que ha disfrutado tan poco de sus sueños futbolísticos. Se hace complicado decir algo, sobre todo cuando, en vida, ha trabajado en el ruidoso e hiperbólico mundo del fútbol; más todavía, en el caso del sobredimensionado universo del Barça, donde no hay espacio ni para el silencio y las noticias brotan vertiginosamente en las últimas semanas.
El paso de Tito Vilanova por el banquillo del Barça se puede contar por títulos desde que fue una de las peticiones expresas de Pep Guardiola para dirigir al filial del equipo culé, hasta que vivió durante un breve tiempo su máxima ilusión, dirigir la nave culé como primer capitán. Tanto en una etapa como en la otra su nombre quedará por siempre ligado al gusto por el fútbol de toque y de ataque. La confianza con que su nombre fue recibido el día que se oficializó el adiós de Pep Guardiola lo explican gráficamente los que estaban en la sala de prensa en aquel momento crucial, cuando el presidente Sandro Rosell confirmó que Pep lo dejaba, se hizo un silencio sepulcral como el que sucede al colocarse al borde de un acantilado batido por vientos huracanados. Una sensación próxima a la orfandad llenaba el corazón del equipo culé. Minutos más tarde, cuando Andoni anunció que el relevo era Tito, un suspiro de alivio llenó la sala.
El Barça quedaba en buenas manos, el modelo seguía, el espíritu no se perdía, la rueda seguiría girando. Lo que no sabíamos los culés es que esa rueda giraría de manera vertiginosa al inicio, para ir deteniéndose lentamente, frenada por la enfermedad de su patrón, lo cual no fue impedimento para que Tito vaya a pasar a la historia del club blaugrana como el entrenador que obtuvo el récord de puntuación en la competición liguera. Esta temporada, cuando los motores de la nave culé se volvían a poner en marcha, el patrón de la nave tuvo que abandonar el barco… para siempre.
A pesar de que Tito Vilanova ocupará un lugar privilegiado en el olimpo de los momentos más felices de la historia azulgrana, su nombre queda para siempre ligado a uno de los mayores desgarros sentimentales en los que el Barça alguna vez se haya sumido.
Los clubes de fútbol son máquinas de construcción y destrucción de mitos y leyendas, de relaciones personales y esto no cambiará nunca, o quizás sí. Ver la Catedral de Barcelona, repleta de símbolos y representantes de muchos clubes de fútbol, presidentes enemistados compartiendo asiento, estrellas de fútbol y anónimos del deporte, unidos todos en un mismo dolor y ante todo mostrando un profundo respeto, demuestra que el fútbol puede y debe ser algo más que un motivo de disputas, piques absurdos y plátanos lanzados. Qué lástima que tengan que suceder estos acontecimientos para que el mundo del balompié sea capaz de asumir sus mejores valores.