Este año, el día 21 de diciembre se cumplirán 40 años de una de las gestas internacionales más sonadas del fútbol mundial. Aquella noche la selección española de fútbol contra todo pronóstico, ante la mirada atónita y corazón acelerado e ilusionado de todos los espectadores, fue capaz de endosarle 12 goles a la selección de Malta.
La empresa fue catalogada por todos los medios nacionales e internacionales como imposible, pues la victoria era insuficiente, puesto que los goles a favor de los primeros de grupo, el equipo nacional holandés era de 10 por encima de nuestro combinado nacional. Esto obligaba a nuestra selección a marcar un mínimo de 11 goles a la selección de Malta como mínimo a favor de España, si es que queríamos estar presentes en la Eurocopa de Francia 1984.
Miguel Muñoz, el por aquel entonces seleccionador nacional un tipo con mucha experiencia, mítico jugador con un extenso currículum sabía que este no era un partido normal. Es por ello que tiró de un escenario talismán perfecto, el llamado estadio Benito Villamarín, actual Ruiz de Lopera. Tras una meditada decisión basada en lo que él creía que un encuentro así necesitaba, basó su once en casta, patriotismo, físico y mucho corazón en la creencia del ¡sí se puede!, que aunque hoy no lo crean, ya por aquella época estaba inventado y naciendo en sus ecos en este partido de fútbol.
El resultado de la primera parte tras los tres primeros goles de Carlos Alonso González “Santillana” fue desalentador, un jarro de agua fría de 3-1 a favor de España, que tan sólo sumaba dos puntos y seguíamos necesitados de un mínimo de 8 goles más. Nada hacía presagiar el Tsunami que iba a arrasar Malta, Holanda y toda Europa.
La segunda parte comenzó tan fría como la noche del 21 de diciembre que era; y más esperanzados en el sorteo de la lotería de navidad del día siguiente, que en conseguir el resultado que todos los españolitos necesitábamos para creer en nosotros mismos. Y para sorpresa de todos, exceptos de los niños que como yo aún creíamos en Superman, la ficción se hizo realidad. Dos goles de Poli Rincón (47´y 57´) sumaban un 5-1 que ni fu ni fa, otros dos seguidos del central Antonio Maceda (62´ y 63´) ya era más fa que fu, acto seguido otro de poli Rincón (64´) ponía el 8-1 con 26 minutos aún por delante.Doce minutos después cuando ya cundía la ansiedad y la desesperanza, Santillana echó más leña al fuego poniendo el 9-1.
El fuego ardió y se avivó con un décimo gol de Poli Rincón(78´) que llevó en volandas al talentoso Manu Sarabia(80´) para anotar el 11-1.Llegados a este punto todo el país se comía las uñas, lamentándose por el gol de rebote anotado en la primera parte por el combinado Maltés. Una amalgama de imprecisiones, derivadas del nerviosismo por buscar el gol que nos diera el pase a la Eurocopa de Francia prosiguió; hasta que Juan Señor aprovechó un balón suelto al filo de la frontal del área rival para poner el 12-1 que sería el resultado definitivo.
El llanto, éxtasis y celebraciones inundaron nuestras casas y calles de todo un país, que ahora si empezó a creer en su selección. El punto de inflexión que marcó este partido para nuestra selección fue un hecho sin parangón, que ha supuesto que el ADN de este partido se haya ido transmitiendo de generación en generación, habiendo dejado de ser valoradas las clasificaciones de grupo previas a una Eurocopa y Mundial, cuando ante eran consideradas una auténtica hazaña. En este encuentro nos sacudimos todos nuestros complejos; y nos metimos en el privilegiado grupo de las más importantes selecciones mundiales.
Si,hay un antes y un después a raíz de ese partido,y por tanto marcó una línea que aún perdura no solo en nuestra memoria sino en nuestra estima.
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